Diez años de una abdicación
Vergüenza y sonrojo produce ver a tantos luchando por que regrese un prófugo de la justicia y autor de un golpe de Estado, y nadie trabaja para reparar la injusticia cometida con nuestro Rey
Era el 19 de junio de 2014. Ahora se cumplen diez años. El BOE publicaba la Ley 03/2014 que aceptaba la abdicación del Rey Juan Carlos I de España y el nombramiento como Jefe del Estado a título de Rey del Príncipe Felipe que pasaba a reinar como Felipe VI.
Fue la ultima ley que ratificó Don Juan Carlos, la de su abdicación como Rey. Terminaban así 39 años de reinado, el más largo de la Historia de España solo superado por el de Felipe II. Hoy han pasado ya diez años de aquella fecha histórica.
La abdicación no era figura demasiado practicada en el pasado, y cuando lo fue, en general produjo malos resultados. Por no remontarnos al Emperador Carlos I con cuya abdicación y reparto de sus reinos perdimos los territorios alemanes de los Habsburgo, la abdicación en los Pactos de Bayona de Carlos IV y Fernando VII nos trajeron las guerras Napoleónicas; la de Isabel II, la Primera República y la de Alfonso XIII, abuelo del Rey, la nefasta Segunda República y Guerra Civil.
La primera obligación de todo Rey es garantizar su sucesión preservando la continuidad de la Corona. Ahora, el Rey deberá asumir una nueva obligación: conducir el proceso sucesorio, por primera vez, dentro de un ordenamiento jurídico de nuevo cuño, democrático y constitucional.
Acto de responsabilidad y riesgo
Abdicar era por tanto un acto de gran responsabilidad y riesgo, en el que había que conseguir la aprobación mediante votación en Cortes de los representantes del pueblo español, hasta entonces ignorados en esos procesos.
Se puede afirmar que la abdicación del Rey Juan Carlos fue un proceso, libremente escogido, muy analizado y controlado ante una serie de hechos que se venían produciendo y que eran objeto de preocupación por parte del Rey.
En febrero de 2013 y renunciando al Papado de forma inesperada y sorpresiva se había producido el anuncio por parte del Papa Benedicto XVI de su decisión de abdicar por falta de fuerzas, como Jefe de la Iglesia Católica.
Unos meses después, en marzo de 2014 la muerte del coautor de la Transición Democrática, el presidente Adolfo Suárez, había impactado mucho en el Rey, que empezaba a ver el final de una época brillante de España.
La aparición pública de una serie de casos y escándalos a los que la población española no estaba acostumbrada, jugaron también un papel muy importante en la decisión real. El accidente sufrido durante una cacería de elefantes en Botsuana a finales de 2012; la imputación por delito fiscal de su hija la Infanta Cristina (caso Noos, enero de 2014) y finalmente los tropiezos que tuvo en el discurso de la Pascua Militar (enero 2014), hicieron que el Rey acelerase la decisión sobre su futuro al frente de España.
La intuición
Paralelamente estaban apareciendo unos movimientos de izquierda radical y populista que solicitaban un referéndum Monarquía/República en España, debate cerrado hacía años con la aprobación de la Constitución de 1978.
El Rey Juan Carlos, quien ha estado siempre dotado de una gran intuición, vino a resolver su análisis con una clara decisión: había que preparar su abdicación.
El 26 de mayo y tras haber realizado con absoluta discreción consultas con varias personas entre las que tuvo mucho peso el líder del partido de la oposición (el PSOE a la sazón), Alfredo Pérez Rubalcaba, quien entendió sin dudar que pese a todo el ruido de la izquierda había que respaldar un tema de Estado, el Rey convocó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para comunicar su decisión de ir adelante con su plan de abdicar en un corto plazo y con la máxima discreción y reserva hasta que se anunciase.
La preocupación del Rey era asegurar una sustitución ordenada, sin trauma para España y conforme con el ordenamiento constitucional que garantizase una sucesión en la persona del Príncipe de Asturias.
Las despedidas
La operación se llevó a cabo con celeridad y discreción y pudo ser anunciada a los españoles el 2 de junio de 2014, ante la sorpresa de la gran mayoría de ellos que veían en el Rey Juan Carlos a una persona plenamente capaz para haber seguido al frente del país. El Rey siguió en los días sucesivos llevando su vida oficial, asistiendo a actos, como su despedida de las Fuerzas Armadas, la asistencia a la corrida de la Beneficencia, donde fue clamorosamente ovacionado, o la recepción al último Jefe de Estado con visita programada a España en esos días, el presidente Peña Nieto de México.
Días después se convocó una sesión extraordinaria del Congreso de los Diputados para el 18 de junio en la que se aprobó la Ley 03/2014 por la que se aceptaba la abdicación del Rey Juan Carlos I y se nombraba como Jefe del Estado a título de Rey al Príncipe Felipe que pasaría a ser designado como Felipe VI.
Fue ésta la última ley que ratificó Don Juan Carlos el día 19 de junio: la de su abdicación como Jefe del Estado español. En ese momento se cerraba un periodo de casi cuarenta años (1975-2014), periodo que la gran mayoría de los analistas e historiadores españoles y extranjeros, consideran como el periodo de paz y esplendor más importante de la Historia de España.
Han transcurrido diez años y la Monarquía española, pese a los muchos ataques que recibe, goza de buena salud, y la aparición en escena de la Princesa de Asturias ha servido para fortalecer los lazos de aprecio y simpatía hacia la Corona.
Cuatro años fuera
¿Y qué ha sido del gran protagonista del último medio siglo de la historia de España?
Pues el Rey Juan Carlos I lleva cuatro años fuera de España; el tiempo pasa y no le «autorizan» a venir nada más que a un pequeño pueblo gallego a participar en unas regatas a vela en las que por cierto es el actual campeón del mundo.
¿No será ya hora de que se tomen por quien corresponda las medidas necesarias para que, puesto que no existen causas pendientes ante ninguna jurisdicción contra Él, pueda regresar a España las veces y el tiempo que desee?
¡Cuántos españoles nos vamos a tener que avergonzar algún día, que ojalá no llegue, por no haber ayudado a quien tanto debemos, en los años en que las personas por razones de edad más necesitamos la gratitud, el cariño y el perdón!
Vergüenza y sonrojo produce ver a tantos luchando por que regrese un prófugo de la justicia y autor de un golpe de Estado, y nadie, ni siquiera diez años después, trabaja para reparar la injusticia cometida con nuestro Rey.
Abran los ojos, quítense las telarañas, despierten su memoria, arrinconen su rencor, hablen con su conciencia y recibamos cuánto antes y como se merece el regreso a su país del Rey Juan Carlos I!!