
Detalle del retrato de Isabel de Valois (1605) de Sofonisba Anguissola
¿Dejó Toledo de ser la capital de España por el capricho de una mujer en favor de Madrid?
En la primavera de 1561 el rey Felipe II decidió trasladar la corte a Madrid por distintas razones, entre las que también estaban sus gustos personales
Toledo siempre había sido capital de España. Los visigodos la eligieron como tal hasta que Felipe II, ochocientos años después, el 8 de mayo de 1561, decidió trasladar la corte a Madrid.
En realidad fue como una especie de ventilación, de búsqueda de aire puro, como si en la ciudad milenaria, la ciudad de las tres culturas, ya no quedase ni un ápice de oxígeno, agotado durante siglos y siglos de respiraciones.

Imagen del casco histórico de Toledo
Al emperador Carlos I, padre de Felipe, le gustaba Toledo. Pero cuando su hijo heredó el trono, a la ciudad solo le iba a quedar un lustro de goce de su preeminencia, que ya nunca más recuperó.
Las razones de la decisión fueron variadas. Tocantes de muchas ramas. Una de ellas era la búsqueda de una mayor centralidad en la península. Es cierto que la situación geográfica de Madrid es más central, pero tampoco es que Toledo esté precisamente descentrada.
Retrato de Felipe II (1573) de Sofonisba Anguissola
Se dice también que esa centralidad proporcionaba mayor seguridad, alejada de los ataques por mar. Pero esta es una característica que también cumplía Toledo, rodeada además de murallas casi inexpugnables.
Los intereses personales hacen su aparición entonces. Igual que a Carlos I le gustaba Toledo, a Felipe II le gustaba Madrid: sus bosques, la caza, sobre todo, con la actual Casa de Campo y el Monte de El Pardo. Al lado estaba el Real Alcázar y a él se mudaría hasta la construcción del Monasterio de El Escorial.
El deseo de Isabel de Valois
A Felipe II le gustaba Madrid y a su tercera esposa, Isabel de Valois, le gustaba incluso más y es más: ella aborrecía Toledo por su densa atmósfera, donde se concentraban (casi era un sitio cerrado) todos los poderes encastillados en su atalaya amurallada a través de los siglos.
Fue un poco como si cualquier esposa le dijera a su marido que le gustaría dejar la ciudad e irse a vivir al campo. O al revés. Este marido resultó que también quería y, como era el rey de un imperio, su decisión cambió el presente y el futuro de la Historia.

Felipe II e Isabel de Valois en un miniatura extraída de un libro de oraciones de Catalina de Médicis
Sin duda, el deseo de Isabel de Valois tuvo su peso en la gran decisión, pero es de esperar que otras variables a buen seguro lo superaron, como el hecho de alejarse de la concentración de poder de los nobles y de la Iglesia que existía en Toledo.
Poniendo tierra de por medio se ventilaba esa influencia y se afirmaba el poder real que puso a Madrid en el disparadero hacia el futuro y dejó a Toledo varada, de repente, en su impresionante pasado.