El presidente de la Generalitat, Pere AragonèsEfe

Aragonès reabre la vía canadiense, que contempla prescindir de las provincias que digan «no» a la independencia

De acuerdo con la Ley de claridad de Canadá, mencionada en su día por Miquel Iceta, los territorios que votaran no a la separación en un hipotético referéndum permanecerían en España

El Presidente de la Generalitat sorprendió a sus socios y a toda la cámara autonómica durante su intervención en el debate de política general al poner sobre la mesa, de nuevo, una Ley de claridad canadiense que lleve a Cataluña a un referéndum de autodeterminación pactado con el gobierno central.

La propuesta del Presidente de la Generalitat de aplicar la Ley de claridad canadiense, que ya había formulado el hoy Ministro de Cultura, Miquel Iceta, en 2014 cuando era portavoz socialista en el parlamento catalán, abre la puerta a que en caso de independencia los territorios que votaran no a la separación en un hipotético referéndum permanecieran en España.

Aragonés da vida a Tabarnia

Hace pocos días Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de la Comunidad de Madrid, aceptó la presidencia honorífica de Tabarnia, un concepto nacido en Cataluña tras las elecciones regionales de 2017 en las que se comprobó que toda la costa central catalana, entre Tarragona y Barcelona –de ahí el concepto Tabarnia– había votado masivamente en contra de la secesión dado que Cs había resultado ganador en la mayoría de municipios de esa zona de Cataluña que agrupa más de 85 % de la población y del PIB catalán.

La aplicación de la propuesta de Aragonès, que Moncloa conocía previamente y descartó al cabo de pocos minutos de formularse, implicaría la partición de Cataluña al estilo de Corea o Sudán en dos territorios, uno rico y poblado que permanecería dentro de España (Tabarnia) y otro envejecido, despoblado y económicamente inviable que se independizaría. En realidad el mapa de la Cataluña independiente resultante de la aplicación de la ley de claridad se asemejaría mucho al de los territorios palestinos, agujereado como un queso Gruyer porque lugares como la ciudad de Lérida o el Valle de Arán serían territorios tabarneses que permanecerían dentro de España pero rodeados de la República catalana.

No solo Iceta planteó la idea de una ley de claridad para conseguir un pacto entre lo que el nacionalismo llama «el estado» y los aspirantes a la secesión, también el Lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, ha estudiado la vía canadiense como fórmula para llevar al País Vasco a la separación del resto de España.

¿Que dice la Ley de claridad?

Las provincias canadienses, siguiendo el modelo suizo, tienen potestad para convocar referéndums no vinculantes sobre temas diversos. El Gobierno federal, con sede en Otawa, luego puede aceptar o no dichos refrendos y sus resultados.

Quebec es la única provincia francófona del Canadá, situada en la zona Atlántica, frente al resto del país de mayoría anglófona y en 1980 planteó, por primera vez, la celebración de un referéndum de separación del resto de Canadá. La propuesta, a pesar del entusiasta apoyo brindado por País, fue derrotada, pero en los 90 el Gobierno regional quebequés, en manos de los nacionalistas, volvió a la carga y planteo un nuevo referéndum de independencia.

El Gobierno federal preguntó al tribunal constitucional canadiense si tal referéndum era posible y la respuesta del tribunal, dos años más tarde, fue que la separación unilateral no era viable, pero que en caso de celebrarse un referéndum y ganar el 'sí' debería llevarse a cabo una negociación entre el gobierno de la provincia y el federal.

Así nació la ley de claridad, que fue muy mal recibida por los nacionalistas quebequenses y que establecía tres principios muy claros, de ahí su nombre. El primero es que la pregunta del referéndum debía ser inequívoca, la segunda es que en caso de victoria del 'sí' debía establecerse que se consideraba mayoría suficiente y abrir a partir de ahí una negociación para llevar a cabo una reforma constitucional que evitara cualquier vacío legal; y la tercera es que los territorios que votaran a favor de permanecer en Canadá debían poder quedarse.

El segundo referéndum se llevó a cabo en 1995 y el 'no' volvió a vencer, en este caso por un estrecho margen de 55.000 votos pero la realidad es que desde la entrada en vigor de la Ley de Claridad en Canadá nunca más se ha vuelto a celebrar un referéndum de autodeterminación. Al igual que en Cataluña, Barcelona vota en contra de la separación y el interior de la Comunidad a favor. En Quebec, Montreal votó no y la zona de Labrador se inclinó por el 'sí'.

Quebec y Cataluña, decadencia paralela

Los efectos del nacionalismo en Quebec y Cataluña han sido igual de perniciosos para ambas regiones. Quebec entre el 1975 y 1995 perdió 200.000 habitantes que buscaron acomodo en otras provincias canadienses anglófonas o en EE.UU. y según el Instituto Económico de Montreal en esos años 700 empresas abandonaron Quebec. Desde 1995 Quebec ha pasado de contar con 131 a 94 grandes empresas, dichas compañías, motor de la económica quebequense se han ido a Calgary y Vancouver.

Quebec y Cataluña no han sufrido las consecuencias de la inestabilidad y falta de seguridad jurídica solo en el momento puntual de los referéndums, sino que los efectos económicos y la desertización empresarial se ha convertido en ambos casos en un flujo constante.

Al igual que el crecimiento de Cataluña desde 2017 está por debajo de la media nacional, desde 1980 el PIB de Quebec crece por debajo del canadiense hasta el punto de que hoy un canadiense es 5.500 euros más rico que un quebequés.

También en el ámbito financiero ambas regiones han vivido experiencias similares. Si en el caso catalán fueron Caixa Bank y Sabadell los que trasladaron sus sedes a Valencia y Alicante respectivamente. En el caso canadiense, El Bank of Montreal y Royal Bank of Canada se fueron del Quebec a la zona anglófona.