La presidenta de Societat Civil Catalana (SCC), Elda MataEFE

Cataluña

Elda Mata: «Puigdemont no tenía ninguna relevancia y los partidos constitucionalistas le han dado aire»

La presidenta de Sociedad Civil Catalana lamenta que los catalanes no separatistas sean moneda de cambio, y siempre «a cambio de nada»

Elda Mata es presidenta de Sociedad Civil Catalana desde abril del 2022. En los últimos meses, la entidad ha hecho un llamamiento a los partidos constitucionalistas para que tengan altura de miras y lleguen a «pactos de Estado». Por ahí, dice, debe pasar el futuro de España, y no por los acuerdos con partidos nacionalistas.

¿Qué le parecen las exigencias de Puigdemont?

–Todo el montaje parece esperpéntico. Cómo se le puede dar pábulo a una persona que es un prófugo de la justicia y que es desleal con España y con el estado de derecho. No tiene líneas rojas de ningún tipo y hace las exigencias que le parecen oportunas en cada momento, sin pensar en nadie más que en el interés propio y de los suyos. Y mientras tanto, Cataluña está en total decadencia. Y el resto de España, que resulta afectada, sigue la misma senda.

Hablando de dar pábulo. La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, fue a Bélgica a reunirse con él

–También es inaudito que cualquier persona, especialmente un miembro de un gobierno en funciones, vaya a Bruselas a entrevistarse con este señor, por lo que representa, que es a España. Qué imagen estamos dando fuera, cuando la justicia está intentando responsabilizar a la persona que estaba al mando de la Generalitat en 2017, de una serie de actos que se han probado delictivos. Y ahora lo va a visitar para saber cuáles son sus condiciones. Nos parece degradante, humillante, y realmente ni siquiera es útil, porque es evidente que, con una persona así, no se construye un país ni se consolida una democracia. Pero no son los siete diputados de Junts los que tienen que decidir, sino que son los partidos constitucionalistas los que deberían tener la línea roja de que, con ese tipo de partidos, no se puede hablar, y con determinadas personas, como un prófugo de la justicia, ni mucho menos.

Pactos de Estado

Pues parece que esos partidos constitucionalistas no lo tienen tan claro. Y se cede. El lunes la vicepresidenta visitaba a Puigdemont, pero también se va reformar el reglamento del Congreso para que se pueda usar el catalán

–Son concesiones que espero no lleguen a buen puerto. Pero todo lo que son cesiones al nacionalismo, fruto de las circunstancias, de intereses partidistas de determinados momentos, nunca han sido en beneficio de España. Los haya firmado el partido que los haya firmado. Siempre ha sido en detrimento de los españoles que queremos una España unida, que queremos tener los mismos derechos entre españoles, y que en Cataluña se conculcan, sin ningún tipo de dudas. Está en manos de los constitucionalistas el que tengan voz, o no, unos partidos que, según Sociedad Civil Catalana, son legítimos, pero de ninguna de las maneras podemos estar sometidos a la dictadura de las minorías, pero además de unas minorías destructivas, en lugar de constructivas.

¿Y eso cómo se interpretan todos estos pasos desde el exterior, por parte de otros países?

–De hecho, entiendo que, desde Europa y desde el resto del mundo, nos estén mirando como diciendo: ¿ustedes se han bebido el entendimiento? Perdemos credibilidad. Cómo podemos tener a un poder del Estado intentando que este prófugo vuelva al país para que sea juzgado como el resto de los españoles, y, por otro lado, se le esté dando la cancha como para poner condiciones en una investidura. Es absolutamente inaudito. Tanto, que hasta el Washington Post se preguntaba cómo los separatistas pueden tener la llave de la gobernabilidad de un país democrático, con un estado de derecho consolidado. Lo peor es que un señor que no tenía ninguna relevancia, estaba en su casa de Waterloo encerrado, intentando sacar la cabeza, y los partidos constitucionalistas son los que le dan aire para que salga a la palestra. Para nosotros es triste, tremendamente injusto y sin visos de futuro. A estas alturas, después de 45 años de Constitución, tendríamos que ser capaces de llegar a acuerdos de Estado que estas situaciones no se den y el país progrese. Y evitar, de este modo, estar atados a partidos nacionalistas, ya sea de Cataluña; del País Vasco; de Galicia, si se les dejara; o de Navarra, donde hacen todo lo que pueden. El futuro de España no pasa por tener pactos con el nacionalismo, sino por pactos de Estado entre los partidos con responsabilidad de gobierno.

Pues parece que la cosa no va a ir por ahí

–Para eso está la sociedad civil, para demostrar que somos molestos para los partidos, porque hacemos de Pepito Grillo. Apelo a la mayoría de ciudadanos españoles para que hagamos presión sobre los políticos, porque somos todos los españoles los que mantenemos el sistema, para que se acuerden de que gobiernan para los ciudadanos y no sólo para su partido.

El papel de los indultos

Volvamos a las condiciones que pone sobre la mesa Puigdemont. De entrada, la amnistía. Y antes incluso de empezar a negociar. Pero deja claro que no va a renunciar de ninguna de las maneras a la unilateralidad. Sólo con esto, ¿no debería haber hecho encender las alarmas a esos partidos con responsabilidad de gobierno?

–Hoy comentaba esta situación con una persona que había recomendado los indultos. Y le decía que, a la vista de los acontecimientos, los indultos que creían que iban a acabar con el tema, lo único que nos ha traído es una escala superior, que es pedir la amnistía. Y eso es así con el nacionalismo. No hay fin. Siempre hay que pedir, pedir y pedir, hasta que consiguen lo que quieren. Y contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar, cuando es en detrimento de tu país, y aunque en determinadas circunstancias puedas considerar que es beneficioso para tu partido. Esta persona me decía que se pensó que en ese momento era bueno. Pues no. En ese momento se tenía que haber actuado con altura de miras y poniendo las luces largas para ver que, ceder y cuando ya llevamos 45 años cediendo ante el nacionalismo, nos ha llevado a la situación en la que estamos ahora. Y no es otra que un prófugo de la justicia te diga: eh, y antes de sentarme, que sepáis que quiero esto, esto, y esto. ¿Pero a dónde vamos? ¿Y por qué? Y todo esto viene después de un indulto que también se hizo por la puerta de atrás, y a cambio de nada, porque ni se arrepintieron ni tuvieron que hacer nada.

¿Esto tiene un coste?

–Sí. Porque se hace a cambio de una peor salud democrática. Se ha constatado que España era paradigmática en la escala de países democráticos y vamos bajando. Es lógico, si en el pulso contra la deslealtad se acaba cediendo a partidos para nada democráticos. Esto ya se pudo ver en el Parlament, los días 6 y 7 de septiembre de 2017, con las llamadas leyes de desconexión, con las que íbamos de cabeza a una ruptura del Estado y a una dictadura que es lo que se pretende aquí.

Los catalanes constitucionalistas, moneda de cambio

¿Quién piensa entonces en los catalanes que se mantuvieron y se mantienen leales a la Constitución, a las leyes?

–¿Dónde estamos? Arrastramos una orfandad de hace 40 años. Tenemos una resiliencia y un convencimiento de que tenemos que defender el estado de derecho en Cataluña, que hace que los catalanes que no vivimos de la política, pero que estamos en la defensa de los derechos y libertades, lejos de desanimarnos, nos refuerza en el papel insustituible de la sociedad civil como garante de que los partidos tengan líneas rojas a la hora de pactar. Seguiremos usando la influencia que tengamos para conseguir que eso sea así. Y si no, iremos a Europa a defender la lengua, a que no haya muerte civil en Cataluña o a garantizar la neutralidad de los espacios públicos y de la administración. Desde luego llevamos años siendo moneda de cambio, pero a cambio de nada. Por los votos de unos diputados en el Congreso se nos ha ninguneado. Y estos últimos años, cuando se ha querido hacer ver que la situación en Cataluña era diferente porque no se quemaban contenedores, yo, que vivo en un pueblo pequeño de Gerona, que me pregunten qué derecho fundamental he recuperado. ¿Puedo salir a la calle sin problemas a defender lo que pienso? ¿Puedo poner la bandera de mi país sin que me digan que no provoque? Estamos igual.

¿Qué cree que puede pasar?

–Esto lo hablo con muchas personas. No creo que nadie sepa qué va a pasar. Todas las posibilidades están abiertas. Pero yo diría: no pactemos con el nacionalismo, porque no hay presidencia del Gobierno, que valga poner en la picota el futuro de España. Si realmente tiene que decidir un partido nacionalista, ya sea Junts, ERC o PNV, cualquier cosa puede estar encima de la mesa. Pero sus intereses son cortoplacistas y circunscritos a su zona de interés, lo que le pase al conjunto de España les importa muy poco, siempre y cuando no les corten las fuentes de financiación para seguir viviendo del cuento.