Asalto final de las tropas borbónicas sobre Barcelona el 11 de septiembre de 1714

Cataluña

El mito del 11 de septiembre de 1714 y de la Guerra de Sucesión

Historiadores de Cataluña ofrece en un vídeo una imagen diferente «del conflicto que marcó el destino de la Cataluña que conocemos hoy en día»

«Un compromiso histórico. Un compromiso como el que ningún régimen ni Gobierno español no ha sido capaz de hacer realidad, pese a algunos intentos, desde la caída de Barcelona, el 11 de septiembre de 1714 y el Decreto de Nueva Planta que abolió las instituciones y las constituciones catalanas y que inició la persecución de la lengua catalana». Esta frase la pronunció el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en la conferencia que ofreció el pasado 5 de septiembre desde Bruselas, para explicar las condiciones que iba a reclamar para apoyar la investidura del presidente del Gobierno.

Puigdemont decía que el objetivo era conseguir ese «compromiso histórico», y se remitía a esa fecha, a la Diada, que se celebra en Cataluña como su «fiesta nacional». Fecha a la que los separatistas se remontan porque a partir de ahí, dicen, se hizo más evidente la represión de España hacia Cataluña. ¿Pero qué pasó entonces? La entidad Historiadores de Cataluña desmonta algunos de los mitos de los independentistas en relación al 11 de septiembre y a estos hechos históricos. Y lo hace en un vídeo de 30 minutos en el que desgranan algunas cuestiones.

La Senyera

Los defensores de Barcelona no ondearon la Senyera, la bandera de las cuatro barras. Las tropas catalanas nunca usaron esta bandera, sino imágenes de santos patronos protectores y con fondos de diferentes colores. E incluso el Regimiento de Reales Guardias Catalanas tenía como bandera la Cruz de San Jorge, asegura el vexilólogo Luis Sorando.

¿Siempre se ha conmemorado el 11 de septiembre de 1714? Para Ricardo García, catedrático emérito de historia de la UAB, es a final del siglo XIX «cuando la memoria de los hechos dramáticos de 1713-14 se evoca». Coincide en ello Jordi Canal, que lo considera «lógico», teniendo en cuenta que es a finales del siglo XIX «cuando nace el nacionalismo catalán».

Felipe V, «aclamado en Cataluña»

La muerte de Carlos II propició el fin de la dinastía de los Austrias y se designó como sucesor de la Corona española a Felipe V. Una sucesión «perfectamente ajustada a las leyes sucesorias existentes en la monarquía española», dicen desde Historiadores de Cataluña, porque en su testamento se designó como «único sucesor al candidato de la casa de Borbón, a Felipe d’Anjou». Entre otras cosas, porque el parentesco era «más próximo». Y temerosos ante el poder de los Borbones, que reinaban en España y Francia, otros territorios, como Inglaterra, Holanda, Prusia y Austria formaron la Gran Alianza en La Haya, en 1701. Y un año más tarde, esta alianza declaró la guerra a los Borbones,

¿Y qué ocurrió en Cataluña? Para empezar, el nuevo Rey, Felipe V, entró en Cataluña «aclamado por el pueblo». También destacan estos historiadores que el monarca tuvo «mucho interés en que fuera inmediato, que se reunieran los representantes de las Cortes del Principado en el salón del Tinell. Felipe V juró las Constituciones de Cataluña, y, a la vez, en correspondencia, fue jurado como Conde de Barcelona». Es más, algunos «austracistas» destacaron esta actitud positiva del Rey.

El papel de un juego de pelota

¿Y cómo se produjo el viraje de la sociedad catalana? Lo cierto es que algunas familias importantes se habían enriquecido entregando bienes al ejército. Pero al llegar la paz con Francia, al ser proclamado Rey Felipe V, se acabó este «negocio». Y serían estas familias las que organizarían un partido austracista. «En lugar de explicar que fue un error de estas élites que no tenían nada queganar y mucho que perder, se mantiene la persistencia del victimismo. Esta es la actitud que ha predominado posteriormente», asegura el historiador Joaquim Coll. Y los austracistas tenían como candidato al Archiduque Carlos de Austria.

Y lo más curioso de todo es que «el desencadenante de la Guerra de Sucesión en Cataluña fue una pelota», asegura el presidente de Historiadores de Cataluña, Óscar Uceda. En concreto, a raíz de una pelea que se originó por un partido de pelota entre miembros de varias familias que vivían en la Cataluña Central. Eran familias de Vic y Manlleu. Todo ello acabó en un conflicto importante que provocó decenas de muertos. Y los responsables de estos enfrentamientos, para evitar ser detenidos, se declararon en rebeldía y partidarios del Archiduque. Fueron representantes de estas familias también los que se reunieron en Génova con enviados de Inglaterra, a espaldas de la Generalitat y del Consell de Cent. Pero aun así, pactaron la participación en la guerra del Principado de Cataluña, que aportaría voluntarios y la tierra en la que pelear. A cambio, Inglaterra aportaba dinero y tropas.

Y así ocurrió. Ingleses y holandeses desembarcaron en España en agosto de 1705 con el archiduque a la cabeza. Pero no se presentaron los voluntarios prometidos por la parte catalana. El pretendiente al trono envió una carta a todos los alcaldes instándoles a que se rebelaran y se pusieran de su lado, pero «nadie respondió». En un primer momento, el alzamiento sólo tuvo éxito en la Cataluña Central, pero bajo coacciones y amenazas, otros alcaldes fueron jurando fidelidad al Archiduque Carlos. En definitiva, se «forzó a la rebelión». Sólo unas pocas ciudades intentaron resistir, como Lérida o Cervera.

Sin embargo, el ayuntamiento de Cervera, dicen desde Historiadores de Cataluña, ha intentado en la actualidad «blanquear la mala imagen de la ciudad entre el movimiento independentista afirmando que jamás habían sido borbónicos, sino austracistas». Y, de hecho, Felipe V «premió» a la ciudad, por su fidelidad, con la construcción de una nueva universidad.

El sitio de Barcelona de 1705

En este caso, los sitiadores fueron los austracistas y consiguieron tomar la ciudad. Un año más tarde se dio la situación a la inversa, aunque los borbónicos no consiguieron recuperarla. Y una vez con Barcelona en sus manos, el Archiduque levantó unas nuevas cortes con representantes «afines a su causa» y excluyeron a la casa de Borbón del trono de España y declararon nulas las Constituciones de 1702 firmadas con el Rey Felipe. Por tanto, aseguran desde la entidad, si perdían la guerra, jurídicamente «Felipe ya no tenía que respetar su parte del acuerdo de 1702 y sería libre de abolir los privilegios y las leyes del Principado que quisiera».

A eso hay que añadir el asesinato del Conseller en Cap Nicolau de San Juan, acusado de borbónico. Entonces, Carlos de Austria ya controlaba las dos principales instituciones: la Generalitat y el Consell de Cent. Lo cierto es que esta situación de guerra en Cataluña volvió a traer dinero para las contratistas militares y «con la guerra su negocio prosperó».

Carlos deja «tirados» a los catalanes

Pero poco a poco fueron cayendo las tropas del Archiduque Carlos, que primero perdió la batalla de Almansa. Posteriormente cayó Lérida, en 1707. Y la situación da un vuelco absoluto, cuando muere el Emperador José de Austria. Carlos prefiere coronarse Emperador y renunciar al trono español, trasladándose a Viena. En definitiva, dejó «colgados» a los austracistas.

En abril de 1713 se firmó el Tratado de Utrech, por el que se pone fin a la guerra en Europa. Pero en Cataluña se decidió continuar con el conflicto para «forzar a Felipe a mantener los privilegios como si nada hubiera pasado». En Montjuïc se izó una bandera negra con el lema «muertos o nuestros privilegios conservados». En definitiva, y a diferencia de lo que defiende el nacionalismo actual, no se trataba de defender libertades democráticas, sino privilegios. Y eso que en el Tratado de Utrech, en su artículo 13, se apoya la amnistía de los catalanes que participaron en la guerra. Se rechazó y se optó «por la vía insurgente».

La Virgen de la Mercè como general

Fue entonces cuando se levantó un ejército «financiado por las élites catalanas». Y en 1713 empieza el asedio de Barcelona. Su defensa correspondió al general Villarroel. Y cuando informó a las instituciones catalanas de que era imposible continuar así mucho más tiempo, fue destituido y lo sustituyeron por la Virgen de la Mercè, a la que vistieron de general y la pasearon por Barcelona. El 11 de septiembre de 1714 se aviene la ciudad a negociar, y el día 12 es cuando Barcelona se rinde. Rafael Casanova, entonces Conseller en Cap, en su arenga final, no menciona la separación del Principado de la corona española, sino que clama por la libertad de toda España.

El Fossar de les Moreres

Según la tradición y el relato oficial actual, ahí están enterrados los defensores del asedio de Barcelona. Y es en este lugar donde arrancan los actos de conmemoración de la Diada. «Al fossar de les Moreres / no s’hi enterra cap traïdor; / fins perdent nostres banderes / serà l’urna de l’honor» (en el fosar de les Moreres no se entierra a ningún traidor; hasta perdiendo nuestras banderas será la urna del honor”. Es un verso del poeta Serafí Pitarra que está inscrito en la base del monumento del Fossar.

El problema es que no se trata de una fosa común propiamente, según los arqueólogos. Sino que esta idea se recoge precisamente de esa poesía de Pitarra, que escribió 160 años después de los hechos. Roger Molinas Amorós, asegura que ahí hay enterramientos individuales sucesivos, desde la Alta Edad Media hasta el siglo XIX, pero «no una fosa colectiva de un solo momento». Y también fue a finales del siglo XIX que se empezó a construir el mito que rodea a este lugar.

¿Por qué se celebra la Diada?

Se le ha querido dar una gran carga política, dicen desde Historiadores de Cataluña, y «hacer un continuo histórico de maltrato y represión en que la historia de Cataluña con España, con el poder central, con las monarquías, ha sido siempre una historia problemática y de represión». Por este motivo, añaden, han tenido que «reinterpretar» la historia alrededor de 1714 «escondiendo las fuentes oficiales» y fabricando «un relato falso de una guerra de Cataluña contra España, de ocupación, de represión», en palabras del historiador Joaquim Coll. Y 1714, fue, en este sentido «el punto de partida que justificaría la apuesta separatista que hemos vivido estos últimos años».