Línea Barcelona-Mataró

El primer tren de España cumple hoy 175 años

Se planeó la línea con un ancho internacional de 1,44 metros, pero la presión del Gobierno hizo que acabara siendo de 1,67 metros, lo que definió lo que desde entonces se conoce como ancho de vía ibérico

Hoy se cumple el 175 aniversario del viaje inaugural del primer tren peninsular que discurrió entre Barcelona y Mataró, una línea de 30 kilómetros que actualmente sigue en funcionamiento pasando exactamente por el mismo lugar, en paralelo a la costa de Barcelona.

El primer tren español, hasta que se materializó, tuvo que superar todo tipo de dificultades financieras y administrativas. Llegó a buen puerto gracias a la tenacidad de Miquel Biada (Mataró 1798-1848), un indiano que vivió en Venezuela e hizo fortuna con el tabaco en La Habana. Allí promovió en 1831 la línea de ferrocarril entre La Habana y Güines, destinada a transportar azúcar. La experiencia que adquirió en la perla de las Antillas, por entonces española, fue clave para el éxito del proyecto en la península. Biada –que falleció en abril de 1848 sin poder asistir al viaje inaugural seis meses más tarde– siempre explicó que el tren cubano, en realidad el primer tren español, fue mucho más fácil de desarrollar porque en Cuba, por aquel entonces, había mucho más dinero que en la península.

La empresa promotora del Barcelona-Mataró se constituyó en 1840, pero en 1846 aún no se había cubierto ni el 50 % del capital. Además, la crisis que vivía Europa en aquel momento, así como las revoluciones de 1848, ahuyentaron al capital británico dejando a 12 inversionistas españoles a su suerte. La obra la llevó a cabo una empresa británica por 20 millones de reales de vellón de esos tiempos, unos 68 millones de euros al cambio actual sin tener en cuenta la inflación. La segunda línea de ferrocarril llegó en 1851 con el llamado tren de la fresa entre Madrid y Aranjuez.

Miquel Biada planeó la línea con un ancho internacional de 1,44 metros, pero la presión del Gobierno hizo que el mismo acabara siendo de 1,67 metros, lo que definió lo que desde entonces se conoce como ancho de vía ibérico.

Monumento al ferrocarril Barcelona-Mataró (1877), en la Plaza de la Universidad de de BarcelonaWikimedia Commons

El día de la inauguración los billetes valían entre 6 y 12 reales, unos pocos céntimos de euros al cambio actual. Si bien hubo grandes reticencias previas, resultó un éxito rotundo no exento de temores y leyendas. Unos creían que la maquina tenía en su interior caballos que impulsaban la locomotora, otros temían que la velocidad de la máquina de vapor afectara a su salud, pero en general la gente vivió con admiración la posibilidad de «poder comer en Barcelona y cenar en Mataró»; dado que hasta ese momento el viaje en coche de caballos duraba 5 horas con una parada de una hora para el descanso de los animales que tiraban la carroza.

Hoy la red ferroviaria española cuenta con 15.400 kilómetros, pero la línea Barcelona-Mataró sigue en funcionamiento, aunque debido a las múltiples paradas que realiza el tren de Cercanías el viaje actual dura 20 minutos más que el primer viaje en ferrocarril peninsular.