Detalle de un mural representando a san Jorge, en el monasterio ortodoxo de Gelati.Wikimedia

Historia

El origen de Sant Jordi: así se convirtió un soldado turco en símbolo de Cataluña

Según la tradición, Jorge fue un militar romano nacido en Capadocia, martirizado por dar testimonio de su fe cristiana

De un modo u otro, en Cataluña todo el mundo conoce la leyenda de Sant Jordi. Un relato que arranca cuando un dragón ataca el pueblo de Montblanc y, para aplacar su ira, los vecinos eligen cada día al azar a uno de ellos para ser devorado por el monstruo. Un día funesto le toca el turno a la hija del rey, que se dirige al cubil de la serpiente, preparada para morir por su pueblo.

No obstante, antes de que el dragón pueda hacer nada, aparece súbitamente un noble caballero, llamado Jordi. El joven se enfrenta a la bestia lanza en mano y, tras un duro combate, la mata. De la sangre del dragón brota una rosa, que Jordi recoge y regala a la princesa liberada: un gesto que ha dado lugar a la tradición de que los enamorados regalen rosas a sus mujeres o novias.

'San Jorge y el dragón', del pintor italiano Paolo Uccello, pintado en torno a 1470.Wikimedia

Es una historia ciertamente bella y evocadora, una leyenda poderosa en su aparente simplicidad que cada 23 de abril miles los niños catalanes escuchan por primera vez, en el marco de un día festivo marcado por las flores y la literatura. Hasta aquí, todo bien. Sin embargo, ¿en qué momento se convirtió un soldado capadocio del ejército romano, martirizado a causa de su fe, en un caballero de cuento de hadas y en símbolo de Cataluña?

Soldado y mártir

Lo cierto es que sobre el «Sant Jordi histórico» no sabemos demasiado, aunque sí está documentada la rápida expansión del culto a un tal Jorge, un mártir del siglo IV nacido en Capadocia, la actual Turquía. Según la tradición cristiana, Jorge era hijo de un oficial romano, fallecido cuando su hijo era pequeño. Su madre le educó en la fe cristiana, y al cumplir la mayoría de edad el joven siguió los pasos de su padre y se enroló en el ejército.

Según estas leyendas, Jorge ascendió rápidamente, y llegó a formar parte de la guardia personal del emperador Diocleciano. El año 303, este emitió un edicto autorizando la persecución de los cristianos por todo el imperio. A Jorge se le ordenó participar, pero se negó: cuando confesó que era cristiano, fue capturado y torturado para obligarle a renegar de su fe, pero se mantuvo fiel. Finalmente, el 23 de abril del 303 fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia.

El culto a Jorge se extendió por el imperio, y a finales del siglo V fue canonizado por el papa Gelasio I, aunque advirtió de que su historia podía ser apócrifa, por la multiplicidad de versiones. El pontífice le contó entre aquellos «cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios».

Detalle de 'San Jorge y el dragón', de Rubens.Wikimedia

A partir de ahí, su leyenda no hizo más que crecer, un proceso que alcanzó un punto de inflexión en la Edad Media, con la publicación de un libro único que cambiaría para siempre la visión de san Jorge.

La 'Leyenda Áurea'

A mediados del siglo XIII, el monje dominico Santiago de la Vorágine escribió la Leyenda áurea, uno de los libros más populares del periodo medieval. En él, el religioso recopila la vida de 180 santos cristianos; entre ellos, san Jorge. No obstante, además de relatar su martirio a manos del emperador, Santiago de la Vorágine incorpora a la vida del santo un personaje nuevo: un feroz dragón «de tal fiereza y descomunal tamaño».

El copista medieval sitúa el enfrentamiento con el dragón en Libia, pero a medida que la leyenda se expandió por Europa los distintos pueblos la hicieron suya: la tradición ortodoxa sitúa la acción en Beirut, por ejemplo. Espoleado por la épica de la lucha contra el monstruo, el culto a san Jorge se extendió por la Europa medieval, y se le consideró santo patrón de instituciones como la Orden Teutónica o la Orden del Temple.

En España, la veneración a san Jorge arraigó con fuerza en la corona de Aragón, y varios reyes dijeron haber logrado grandes gestas militares tras invocar la ayuda del santo. El monarca Jaime I cuenta en su Libro de los hechos –escrito en el siglo XIII– que san Jorge lideró a su ejército en la conquista de Mallorca: «Según nos contaron los sarracenos, decían que vieron entrar primero a caballo a un caballero blanco, con las armas blancas, y nosotros creemos que era sant Jordi».

En las Crónicas de los reyes de Aragón y condes de Barcelona se habla de la presencia del santo en la batalla de Alcoraz, y a mediados del siglo XV, el rey Juan II de Aragón reconoció oficialmente el patrocinio de san Jorge sobre todo el reino de Aragón. Esta fue la piedra de toque para que aún hoy, muchos siglos después, sigamos recordando al legendario matadragones capadocio cada 23 de abril.