Pere Aragonès, saliendo de la sede de ERC, en Barcelona.Europa Press

Política

El final súbito de Pere Aragonès, el «hombre de Junqueras» que no entusiasmaba ni en su propio partido

Los pésimos resultados de ERC resquebrajan el sueño presidencialista de un político que llegó a lo más alto sin levantar la voz

Cuando Oriol Junqueras fue destituido en 2017 como vicepresidente del Gobierno de Cataluña por la aplicación del 155, entró en escena Pere Aragonès: un joven del aparato republicano que pasaba ahora a la primera línea política, sustituyendo a su mentor. En 2021, ERC ganó las elecciones autonómicas, y Aragonès fue investido presidente de la Generalitat con los votos de Junts y la Cup.

Hoy, apenas tres años después, el sueño presidencialista de Aragonès se ha resquebrajado súbitamente. Los pésimos resultados de ERC en las autonómicas del domingo –unas elecciones convocadas por el propio Aragonès, en lo que se ha revelado como un disparo en el pie táctico– le han llevado a anunciar su dimisión. «Por responsabilidad con el país, no tomaré el acta de diputado», ha dicho este lunes en una solitaria rueda de prensa, empequeñecido frente a un fondo amarillo chillón.

Acaba así, por el momento, la trayectoria política de un hombre de partido, cuya principal virtud parecía ser la de no molestar mucho a nadie. Resulta significativo el halago que le dedicaba su compañera en el Ayuntamiento de Pineda, Mónica Palacín, cuando fue elegido vicepresidente de Cataluña: «Es una persona empática, capaz de llegar a consensos y que vela por los intereses colectivos».

Carisma insuficiente

Sin el carisma de Junqueras o Carles Puigdemont, la empatía y capacidad de consensuar de Aragonès no fue suficiente para aguantar la legislatura hasta el final. Se dibujaba como un político trabajador y leal, pero no ha sido capaz de capear las broncas en el seno independentista y las dificultades para la gobernabilidad, ejemplificadas en la imposibilidad de aprobar los Presupuestos. Unas y otras han herido de muerte al Ejecutivo republicano, que ahora se repliega para lamerse las heridas y planear su retorno.

Pere Aragonès, en el acto de final de campaña, en Tarragona.EFE

En esta vuelta, sin embargo, ya no estará Aragonès, que abandona el escenario político que tan bien conoce. Nacido en Pineda de Mar y nieto de un alcalde franquista, el de Pineda de Mar se forjó como militante desde muy joven: a los 16 años entró en las juventudes de ERC –de las que fue portavoz entre 2004 y 2007–, y a los 18, empezó a militar en el partido. Su biografía política es una sucesión ascendente de cargos que se interrumpe, súbitamente, al tocar techo este domingo.

En las juventudes conoció a Junqueras, organizando charlas sobre historia por toda Cataluña. De su mano fue medrando en el partido –callado, trabajador, resolutivo–, y cuando Junqueras faltó, se las apañó para llegar a ser el 132º presidente de la Generalitat, el primero de ERC desde tiempos de Companys. Tres años después, el «independentista pragmático», hombre de partido que no entusiasmaba ni a los suyos, dice adiós por la puerta pequeña. Oriol Junqueras, eso sí, sigue ahí para oficiar el velatorio.