El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián

El laberinto catalán

Una ERC en descomposición pone en marcha asambleas para saber si la militancia apoyaría la investidura de Illa

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) adelantó las elecciones pensando que así podría repetir su ajustada victoria de 2021. La jugada evitaba que Carles Puigdemont pudiera ser candidato, dado que la ley de amnistía aún no estaba en vigor, pero el resultado fue catastrófico y el partido entró en fase de autodestrucción.

Primero anunció su retirada de la política Pere Aragonés, luego Junqueras dijo que se iba para volver, a continuación firmaron un pacto para entrar en el gobierno municipal de Barcelona pero la militancia lo tumbo, luego suspendieron su congreso en Valencia porque el candidato a la reelección como presidente fue denunciado por acoso sexual y finalmente el escandalo de la campaña promovida desde el propio partido contra su candidato a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall, acusándolo de sufrir alzheimer como su hermano Pascual, ha llevado al partido a la autodestrucción.

Hoy Esquerra es una organización desorganizada con una lucha abierta por el liderazgo entre los seguidores de Junqueras y los de Marta Rovira. Sergi Sabrià, viceconsejero del Govern y hombre fuerte en el aparato del partido se ha auto inmolado para hacer de corta fuegos en la crisis de la campaña anónima contra Maragall surgida desde el área de comunicación del propio partido. En su discurso de dimisión no ahorro críticas a Junqueras. En las últimas horas corre un video entre los chats de los militantes en los que se cita a Junqueras como Kim Jun-Queras en alusión al dictador norcoreano.

Mientras ERC está fuera de control en Moncloa y Ferraz cunde la desazón. En las últimas horas los socialistas han intentado realizado un guiño a los republicanos con la propuesta de que la Generalitat tenga la capacidad de recaudar el 100% de los impuestos, pero el problema de fondo es que no está claro quien debe ser el receptor en ERC de las propuestas socialistas.

Nadie en ERC quiere asumir la responsabilidad de firmar un pacto que según un acuerdo de la dirección del partido deberá ser ratificado en una consulta a los cerca de 9.000 militantes con los que cuenta ERC. Marta Rovira, secretaria general saliente de la organización y persona que aparentemente está al frente de las negociaciones, declaro a inicios de semana que el pacto al que se pudiera llegar con los socialistas debería estar listo para finales del mes de julio, los republicanos no quieren que la ratificación del acuerdo deba hacerse en pleno periodo vacacional.

Ante la duda sobre cómo puede reaccionar la militancia de ERC si se llega a un pacto con Illa desde la dirección del partido se han puesto en marcha una serie de asambleas territoriales que se van a llevar a cabo durante los próximos 15 días. Estas asambleas no se van a posicionar de forma explicita sobre la conveniencia o no de llegar a un trato con los socialistas, pero si sirven para tomar el pulso a la militancia y para buscar una pre autorización al acuerdo.

La dirigencia republicana, decantada por el acuerdo para proteger así sus posiciones institucionales y su modo de vida, no quieren que el pacto entre ellos y los socialistas -al que deberán sumarse los Comunes de Colau, cosa que todo el mundo da por descontado- luego sea rechazado por las bases así que las asambleas de los próximos días son clave para determinar si avanzan en las negociaciones con el PSC o vuelven al discurso que mantuvieron los días posteriores a las elecciones de mayo cuando afirmaban que la responsabilidad de pactar correspondía a los dos partidos que habían quedado en primer y segundo lugar en las elecciones: el PSC y Junts.

En ERC nadie se corta, el ex portavoz republicano en el congreso de los diputados, Joan Tarda, defendió en una reciente entrevista que ERC favoreciera la investidura de Illa y luego pasara a la oposición, Junqueras aboga por el pacto con todas sus consecuencias, Rovira apremia al acuerdo y los cientos de cargos que ERC ocupa en la Generalitat y actualmente están en funciones viven con el corazón en un puño sin saber que les deparará el futuro. Esa misma angustia es la que padecen los socialistas ante un socio que se ha vuelto, de repente, imprevisible e inestable.