Retrato del beato Ukon Takayama

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Curiosidades

Por qué hay un samurái en una cueva de Barcelona (y qué tiene que ver con el santo que celebramos hoy)

El retrato del beato Ukon Takayama provoca la curiosidad de los visitantes que se acercan a la cueva de san Ignacio de Loyola en Manresa

Este miércoles 31 de julio, la Iglesia Católica celebra la memoria de san Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas y uno de los nombres propios clave en la historia de Occidente en los últimos siglos. La vida de san Ignacio estuvo muy ligada, también, a Cataluña, ya que fue en una cueva de Manresa (Barcelona) donde, en 1552, concibió sus Ejercicios Espirituales, que han tenido un impacto incalculable en la vida de millones de católicos.

Cuando uno entra hoy a dicha cueva, a la que san Ignacio llegó tras bajar a pie del macizo de Montserrat y que está abierta al público, se encuentra en el vestíbulo con un mosaico sorprendente. Allí, junto a varios nombres propios de la España del siglo XVI ligados al santo guipuzcoano aparece un elemento curioso: un samurái, con katana, kimono y corte de pelo chonmage.

Mosaico del vestíbulo de la cueva de san Ignacio en Manresa

Mosaico del vestíbulo de la cueva de san Ignacio en ManresaTripAdvisor

¿Se trata de un anacronismo o una broma del artista? No, más bien estamos hablando de «una imagen representativa de lo que fue la exposición misionera del cristianismo hasta Japón, gracias al espíritu de San Ignacio», como destacaba el ex decano de la facultad de historia eclesiástica de la Universidad de Roma Josep Maria Benítez en un artículo publicado hace años en La Vanguardia.

El samurái de Cristo

El personaje retratado se trata del llamado «samurái de Cristo», Ukon Takayama. Nació en la ciudad japonesa de Nara en 1552, el mismo año que san Ignacio vivió en Manresa. Su familia profesaba la fe budista, pero su padre se convirtió por la predicación de un japonés, el hermano Lorenzo, que, a su vez, se había convertido al cristianismo gracias a san Francisco Javier, el gran amigo y máximo colaborador de san Ignacio.

Al convertirse, su padre bautizó al joven Ukon, que tenía once años y que recibió en aquel momento el nombre de «Justo». El chico creció y se entrenó en las armas, ganando poder e influencia política, pero nunca renegó de su fe, causando la conversión de muchos de sus vasallos y colaborando en acciones como la fundación de un seminario en Azuchi.

Ukon fue vasallo del daimio Oda Nobunaga hasta la muerte de este, en 1583. Le sucedió Toyotomi Hideyoshi, que no veía con buenos ojos el cristianismo de su samurái, y le ordenó que renegase de su fe en Cristo. El noble se negó y fue exiliado durante seis años. Volvió al círculo del daimio pasado este tiempo, pero siguió practicando su fe, hasta que en 1614 el unificador de Japón, el shōgun Tokugawa, ordenó la expulsión de los misioneros cristianos.

Con ellos marchó también Ukon Takagawa, que rechazó vengarse: «No me esfuerzo por mi salvación con las armas, sino con paciencia y humildad, de acuerdo con la doctrina de Jesucristo que profeso», le escribió a quien había sido su señor, según recoge Omnes. Llegó a Manila junto a otros 300 cristianos exiliados, a los que ayudó a encontrar refugio, salvándoles la vida. Falleció allí al año siguiente, el 3 de febrero de 1615, tras caer enfermo.

Mártir y beato

«Tenía 63 años, la mayor parte de los cuales los pasó como extraordinario testigo de la fe cristiana en tiempos difíciles de conflicto y persecución», indica el Dicasterio de las Causas de los Santos. Fue declarado mártir y beatificado por el papa Francisco el 7 de febrero de 2017: su fiesta se celebra el 3 de febrero.

El retrato del beato Justo Takayama está en el tercero de los cuatro mosaicos presentes en la pared derecha del vestíbulo de la cueva. El espacio se construyó en el siglo XVII, y el mosaico se instaló en 1909, en lo que se ha demostrado como una acción casi profética: faltaba casi un siglo para que el «samurái de Cristo» fuera beatificado.

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