Monasterio de Montserrat, uno de los lugares más antiguos de España de veneración a la Virgen

El abad Escarré: de defensor del franquismo a símbolo del catalanismo

La historia del abad que pasó de ser amigo de Franco a convertirse en una figura crítica del régimen y un icono para el catalanismo

El Monasterio de Montserrat ha sido durante mucho tiempo un bastión espiritual y cultural del catalanismo. Sin embargo, su historia también esconde episodios menos conocidos y polémicos. Uno de estos episodios involucra al abad Aurelio María Escarré, quien en la década de 1960 pasó de ser un amigo cercano de Franco a un símbolo crítico del régimen franquista, con un destino que lo llevaría al exilio.

Durante la Guerra Civil, Montserrat se mantuvo relativamente a salvo gracias a los esfuerzos del conseller de Cultura, Buenaventura Gassol, quien protegió su invaluable patrimonio. Sin embargo, no todos en la comunidad benedictina tuvieron la misma suerte: 23 monjes fueron detenidos y martirizados entre 1936 y 1937, una historia dolorosa que rara vez se menciona en los relatos sobre el independentismo catalán.

En los años sesenta, Montserrat se consolidó como un centro cultural del catalanismo gracias a la revista Serra d’Or y la editorial de la Abadía. Aunque en sus últimos años la institución ha mostrado un claro apoyo al independentismo, no siempre fue así. El abad Aurelio María Escarré, que dirigió el monasterio durante esa época, tenía una relación cercana con Francisco Franco y, de hecho, recibía al dictador durante sus visitas a Cataluña.

Sin embargo, esta relación dio un giro drástico cuando, el 14 de noviembre de 1963, el periódico francés Le Monde publicó una entrevista con el abad Escarré. En sus declaraciones, Escarré se mostró crítico con el régimen franquista, afirmando que «no tenemos 25 años de paz, sino 25 años de victoria», y lamentando que el Estado no obedeciera a los principios cristianos que decía defender. Estas palabras resonaron como un eco de disidencia en un momento en que cualquier crítica al régimen podía tener graves consecuencias.

Escarré también defendió el derecho de Cataluña a su lengua y cultura, enfatizando que «cuando se pierde el idioma, la religión tiende a perderse también», y subrayó que Cataluña es «una nación entre las nacionalidades de España». Aunque declaró que la mayoría de los catalanes no eran separatistas, sus palabras fueron suficientes para romper cualquier puente que quedaba entre él y el régimen franquista.

Como resultado de esta entrevista, Escarré fue destituido y desterrado por el Vaticano, lo que lo convirtió en un mártir para la causa catalana y en un icono del nacionalismo catalán. Murió en el exilio el 21 de octubre de 1968, apartado de su comunidad, pero idolatrado por aquellos que vieron en él una voz valiente en defensa de los derechos y la identidad de Cataluña.