Manifestación independentista por la Diada, en Barcelona

Manifestación independentista por la Diada, en BarcelonaEFE

Cataluña

Los independentistas viven una Diada en cuidados intensivos y divididos

  • Los convocantes de la manifestación del 11S temen un fiasco y hacen un llamamiento a la movilización para que no «gane» el Estado

  • Junts y ERC andan a la gresca y con líos internos

«Volvemos a las calles»: ese es el lema que han escogido las entidades independentistas para la manifestación de este miércoles, con motivo de la Diada. Pero los convocantes temen que eso no va a suceder, y que los suyos se queden en casa y no vuelvan a las calles. Lejos quedan ya esas convocatorias masivas en los que se llegaron a congregar un millón o más de personas. Y, la de este año, además, es descentralizada.

El momento álgido fue entre 2017 y 2018. A partir de ahí, entre el coronavirus, las disputas internas de los partidos y el hartazgo de una parte del electorado independentista, decepcionado porque el viaje a Ítaca no se acaba de completar, todas estas convocatorias han ido a menos. Y, además, la Diada de este año estará presidida por un presidente de la Generalitat no independentista.

En un último intento, ANC, Òmnium Cultural, el Consell per la República, la Intersindical y los CDR, han hecho un llamamiento a movilizarse, porque si no, solo «gana el Estado español», y porque «paraliza el movimiento y normaliza el maltrato sistemático del Estado con Cataluña». En definitiva, quieren que, con una amplia participación, se muestre que «el anhelo de independencia continua latente, las aspiraciones nacionales siguen intactas y el movimiento se mantiene comprometido».

Y que el independentismo está de capa caída, se nota hasta en los eslóganes escogidos. Se ha pasado de «Cataluña, nuevo estado de Europa», pasando por «Hagamos la República Catalana», «Volvamos para vencer. Independencia», y acabar en esta edición, pidiendo lo mismo: salir a las calles. Las entidades independentistas también han tenido sus más y sus menos entre ellas. Especialmente la ANC es objeto de críticas porque, bajo la presidencia del cantautor Lluís Llach, se ha convertido en una mera correa de transmisión de Junts per Catalunya y se ha dedicado a atacar con dureza a ERC.

Y también se acusa a esta entidad de «infantilizar» al movimiento. Y es que últimamente se dedica a vender cosas para recaudar fondos. Ahora es la camiseta por la Diada. Llach pide «cuantas más camisetas vendamos, mejor podemos hacer el trabajo para nuestra independencia». Y, hace solo unas semanas, se promocionaba unos sombreros de paja de «amenaza muy alta». Se decía que solo se puedan lavar con unas «gotas de Fairy» y servía para «esconder presidentes».

Y luego está el papel de los partidos políticos. ERC ha recibido duros ataques por parte del independentismo más cafetero, como Junts o la propia ANC por ser presidente de la Generalitat a un representante «del 155», al socialista Salvador Illa. Eso para empezar. Pero es que entre las filas republicanas las divisiones también están a la orden del día.

Divisiones internas

Finalmente, la militancia avaló el pacto alcanzado con el PSC para hacer presidenta a Illa, sí, pero también se evidenció que el partido está dividido en dos, o incluso en cuatro. Y es que son cuatro las candidaturas que se van a presentar para dirigir a ERC en el Congreso que la formación celebrará a finales de noviembre. Por un lado, está la que encabeza el exdiputado en Madrid Alfred Bosch; y a esa hay que sumar la del colectivo 1 de Octubre, y las que reúnen a los fieles de Marta Rovira (Nova Esquerra Nacional) y a Oriol Junqueras (Militància Decidim).

La formación republicana también tiene otros líos internos, que se han evidenciado tras hacerse público que los carteles en los que se mofaban de los hermanos Maragall a cuentas de la enfermedad del Alzheimer salió de la propia ERC. Y no solo eso, sino que en el seno de la formación había una estructura paralela que se dedicaba a atacar a rivales políticos.

Junts, por otro lado, también está atravesando su particular viacrucis. Pretendían gobernar Cataluña, y al no conseguirlo, amagaron con reventar la investidura de Salvador Illa jugando con el retorno de su líder, de Carles Puigdemont. Pero muchos no han entendido el movimiento del expresidente, que sigue su periplo en Bruselas.

Todo ello, en medio de la confusión que hay en la formación para saber cómo deben moverse en los próximos meses y cuál debe ser el rol de Junts en la oposición. La mirada está puesta en el Congreso que el próximo mes celebrarán en Calella. La que también está inmersa en un proceso de «refundación» es la CUP. Su cónclave está más cerca, se celebrará en unos días, el 21 de septiembre. En las últimas convocatorias electorales han ido perdiendo apoyo paulatinamente. Se le reprocha que a lo único que hayan aspirado es a apoyar gobiernos con Junts, la antítesis, aseguran, de lo que representa la CUP.

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