Rutas por Cataluña
El camino de los cátaros en el sur de Francia: los «puros» que desafiaron a la Iglesia en la Edad Media
Una ruta que arranca en la amurallada Carcasona y termina en Albí, siguiendo las huellas de los cátaros entre castillos
La ruta que proponemos esta semana tiene trampa, porque ¿acaso el título de esta serie no es «Rutas por Cataluña»? La respuesta es que hoy hablaremos de los cátaros: tuvieron su máximo esplendor en los siglos XII y XIII, cuando el sur de Francia aún formaba parte de España. De hecho, algunos nostálgicos nacionalistas aún lo consideran la «Cataluña Norte», un nombre inventado por el escritor francés Alfonso Miàs en la década de 1930.
No obstante, España perdió aquel territorio: fue un proceso paulatino, pero que se consolidó el 7 de noviembre de 1659, al firmar el Tratado de los Pirineos. Aquel día se perdió el Rosellón, el Conflent, el Vallespir y la Cerdaña francesa. Todos ellos territorios cátaros.
Ahora bien, ¿quiénes fueron los cátaros? Era una secta religiosa fundada en el siglo XII y que, como las otras que se crearon en aquella época, desafiaba la autoridad de la Iglesia Católica. El catarismo surgió y se estableció en Albí, por eso también se les conoce como albigenses. Autoconsiderados «puros», los cátaros vivían de una manera muy simple, sin pretensiones.
Consideraban que el hombre y la mujer eran iguales. Por eso era normal nombrar a mujeres como Perfectas: esta dignidad era la encargada de transmitir el catarismo a los fieles. Al considerarse perfectos y vivir sin pretensiones, no imponían impuestos ni sanciones. Veían las enseñanzas de la Iglesia como inmorales y la mayoría de los libros de la Biblia, inspirados por Satanás. La consideraban hipócrita, codiciosa y lasciva. La Cruzada Albigense, entre 1209 y 1229, acabó con ellos.
Las murallas de Carcasona
Iniciamos nuestra ruta por Carcasona. Es una impresionante ciudad amurallada medieval, siendo declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Emplazamiento conocido desde la época prerromana, por ahí pasaron los romanos o los visigodos. Desde el 1067 fue propiedad del vizconde de Albi y Nimes. A este también se le concedió el vizcondado de Carcasona. Durante la Edad Media la ciudad estuvo a favor de los reyes de Aragón y, cuando les interesó, al lado de los conde de Tolosa.
La ciudad es famosa por su papel principal durante la Cruzada Albigense. Se convirtió en el feudo de los cátaros. En agosto de 1209 la ciudad se rindió a Simón de Montfort, conde de Tolosa. Encarceló a Raimundo Roger Trencavel, vizconde de Carcasona y se autoproclamó dueño de la ciudad. En aquel momento Carcasona se convirtió en la frontera entre Francia y la Corona de Aragón.
Carcasona es una ciudad magnífica para ser visitada. Desde los caminos de ronda a sus calles o el castillo condal, pasando por la basílica de Saint-Nazaire, la bastida de Saint-Louis, la catedral de Saint-Michel, el Canal du Midi y, por descontado, comer su famosa cassoulet, un plato de alubias y diferentes tipos de carnes.
La «hereje» Béziers
Seguimos hacia Béziers. Como la anterior, pasaron por ella griegos y romanos. Durante la Cruzada Albigense esta ciudad fue considerada hereje. El motivo es que en ella vivían muchos cátaros. La ciudad fue asediada en el 1209. El arzobispo, abad e inquisidor Arnaud Amaury, el abad de la abadía de Citeaux, y el de la orden del Císter, fueron los encargados de levantar esa cruzada contra Béziers para liberarla de los herejes.
Amaury dio la orden de matar a todos los cátaros. Cuentan que cuando se le preguntó cómo los diferenciarían de aquellos que no lo eran, contestó con el célebre: «Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos». En Béziers podemos visitar la catedral de Saint-Nazaire, las plazas de toros, el puente viejo o los museos Beaux-Arts y Saint-Jacques.
Minerve y Lastours
Minerve es un pequeño pueblo medieval que no supera los 130 habitantes. Está clasificado como uno de los pueblos más bellos de Francia. En esta villa se refugiaron, mientras se estaba atacando Béizers, tanto los cátaros como los faidits. Estos últimos eran caballeros y señores del Languedoc, que o bien eran cátaros o no quisieron luchar contra ellos.
En la primavera de 1210 Simón de Montfort atacó la población dentro de la cruzada. Al estar en un sitio elevado y rodeado de murallas, decidió colocar cuatro catapultas: tres en la puerta de la ciudad y la cuarta, llamada Malvoisine, en el otro extremo. Al cabo de siete semanas de asedio la villa se rindió.
El 22 de julio de 1210 fueron quemados en la hoguera 150 perfectos cátaros. Debe visitarse la muralla medieval, las ruinas del castillo y la iglesia de Saint-Étienne, la reproducción de la catapulta Malvoisine o el museo Heurepel de Minerve, dedicado a la cruzada.
En el pequeño pueblo de Lastours localizamos cuatro castillos. Una pequeña localidad, de 163 habitantes, cuya curiosidad es que esos castillos estuvieron dominados por los cátaros. Los señores de Cabaret estaban al lado de los cátaros. Era el propietario de aquel lugar Pedro Roger de Cabaret.
Los cuatro castillos se conocen como Cabaret, Torre Regina, Flor d’Espina y Quertinhós. En el 1223 se convirtió en sede del obispado cátaro de Carcassès. Asediado por la cruzada albigense, Lastours capituló en el 1229. En el pueblo vivieron, durante años numerosos perfectos y obispos cátaros.
El castillo de Peyrepertuse
El castillo de Peyrepertuse fue uno de los más poderosos en mano de los cátaros. Está en la localidad de Duilhac-sans-Peyrepertuse. El señor del castillo, Guillem de Peyrepertuse no se quiso someter y, en el 1224 fue excomulgado. Con la caída de Carcasona se sometió, en el 1240, pasando el castillo a ser posesión francesa.
Este castillo forma parte de los conocidos como «Cinco Hijos de Carcasona», junto con Quéribus, Aguilar, Termes y Puilaurens. Cerca de Peyrepertuse encontramos el castillo de Quéribus. Era propiedad de Xabert de Barbaira. Fue refugio de los cátaros después de caer Montsegur. El castillo de Aguilar pertenecía a los condes de Termes. Se rindió en el 1210. El castillo de Puilaurens fue otro refugio cátaro. Es uno de los pocos castillos que no cayó nunca en manos de Simón de Montfort. El castillo de Termes fue sitiado en el 1210, pasando a dominio francés en el 1224.
La población y castillo de Montsegur es un icono del catarismo. El señor era Ramón de Pérella. Después de la batalla de Muret, en el 1213, el obispo cátaro de Tolosa, Guilhabert de Castres se refugió allí. En el 1241 el conde Ramón VII de Tolosa fracasó en su intento de asediar el castillo.
El definitivo asedio lo inició Hugues des Arcis, senescal de Carcasona, en el año 1243. Al cabo de diez meses, el jefe militar del castillo, Pierre Roger de Mirepeix, y Ramon de Pérella negociaron la rendición. Una pira quemó a 210 personas que no quisieron abjurar de su fe.
Albí, cuna del catarismo
Albí es la ciudad episcopal del catarismo. Su catedral cátara está construida con ladrillos rojos, siguiendo la costumbre tolosana, incluso con su camino de ronda, propio de los castillos cátaros.
El bellísimo porche gótico de Santa Cecilia de Albí, en muy buen estado de conservación, es igualmente admirable el fresco dedicado al juicio final, a la entrada del baldaquín, con el característico tremendismo, propio de las representaciones religiosas en la época cátara. También debe visitarse el Palau de la Berbie y el barrio antiguo. En 2010 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.