Pompeu Fabra en su estudio, en 1928Wikimedia

Historias de Cataluña

¿Quién fue, según Josep Pla, «el único catalán al que todos los catalanes han obedecido plenamente»?

El merecedor de este honor es Pompeu Fabra, autor de la gramática del catalán que se sigue usando hoy en día

Fue en tiempos de la Renaixença cuando se empezó a gestar la idea de que la cultura y la lengua catalana merecían un renovado reconocimiento. Uno que hasta entonces no habían tenido, por cierto, porque a nadie le interesaba: el catalán y la cultura ya formaban parte de la vida cotidiana, sobre todo en los pueblos del interior de Cataluña, y no merecieron consideración por parte de las élites que dirigían el país.

Fue el Carlismo quien les hizo ver este hecho diferencial, por llamarlo de alguna manera. En La nacionalitat catalana, el presidente de la Mancomunidad de Cataluña Enric Prat de la Riba, escribió:

Al hablar de nuestra lengua, de nuestro derecho, de nuestro teatro, tratando de la lengua, el derecho, el teatro de Castilla, ya no nos disculpamos como de una falta de tener también una lengua, un derecho, una literatura propia. Administramos la monstruosa coexistencia de las dos culturas, de las dos psicologías sobrepuestas de inferior a superior, e incluso queríamos encontrar un fundamento.

Si bien era cierto que existía una lengua catalana, nadie la había regulado. Eso quiere decir que según la provincia, municipio o villa se escribía de diferente manera, sin reglas: todo estaba permitido. El encargado de reorganizar el catalán fue Pompeyo Fabra, que publicó, en 1912, Gramática de la lengua catalana.

El título no lo hemos traducido porque la obra la publicó en castellano. En 1932 se puso a la venta su Diccionario y el catalán fue oficial en la Universidad de Barcelona. Es decir, que no hace ni 100 años que el catalán tiene su propia gramática oficial.

¿Pompeyo o Pompeu?

Pompeyo Fabra solo al final de su vida se cambió el nombre por Pompeu. No era filólogo, sino ingeniero industrial. Aficionado a la lingüística, dio forma al catalán que se sigue escribiendo a día de hoy. Y hasta aquí la parte oficial del artículo: ahora vamos a incorporar opiniones de varios personajes de la vida cultural y social catalana que hablaron de él, a veces con testimonios sorprendentes.

Empezaremos por Josep Pla. Aunque afirmaba que no sabía demasiada filología, en su libro Homenots, al hablar de Fabra, escribe lo siguiente:

Pompeu Fabra es el único catalán al que todos los catalanes han obedecido plenamente. Él es el único que ha visto realizada la noble ambición de toda su vida, el único que a la hora suprema habrá podido decir: «De mi trabajo, nada ha sido en balde». Observación exacta, de un impresionante -y por contraste emocionante- tono verídico.

​Cuando conocí a Fabra, ya hacía años que no era un elemento activo del escalafón de las Escuelas de Ingenieros Industriales. Años atrás fue catedrático de Química de la Escuela de Ingenieros de Bilbao. Con Fabra había pasado algo curioso: durante mucho tiempo sus amigos pensaron que era un químico con el derivativo de la filología como violín de Ingres. De hecho, sin embargo, resulta totalmente a la inversa: al fin y al cabo resultó un filólogo que había tenido que utilizar el derivativo de la Química para afrontar los primeros años de su vida.

En sus memorias, el doctor Andrés Clarós Doménech, uno de los fundadores de la Clínica Teknon, sobre Pompeyo Fabra escribe:

Uno de los comensales con fama de buen gourmet era el filólogo catalán Pompeu Fabra, por aquel entonces presidente del Patronato de la Universidad Autónoma de Barcelona. Vivía en Badalona, frente a nuestra casa de la calle de la Merced. Como no tenía teléfono, el maître del Hotel Suizo llamaba al nuestro para que le pasáramos recado del menú especial que elaboraban en determinados días. Era un entusiasta de los pies de cerdo, tripas al modo de Caen o arroz Parellada. Resulta anecdótico que en la familia del gran filólogo catalán se hablara castellano.

Esta rareza, según el doctor Clarós, lo aclara Ferran Agulló Vidal, miembro de la Lliga Regionalista y director del periódico La Veu de Catalunya, medio vinculado a este partido. Fue también el inventor del término «Costa Brava», y en 1910 escribía:

El castellano no se ha impuesto por Decreto en Cataluña, sino por adopción voluntaria, lenta de nuestro pueblo, efecto de los grandes prestigios que iba adquiriendo la lengua castellana. Éramos libres, teníamos completa autonomía política, con Cortes más soberanas que las propuestas en las Bases de Manresa, y ya se hablaba y escribía en castellano, y en castellano hemos de leer uno de los discursos más ardientes que se hicieron en el Salón de San Jorge en las últimas Cortes Catalanas.

Sin embargo, a pesar de la tradición que había de hablar en castellano en general, pero al servicio en catalán, porque la consideraban una lengua vulgar, Prat de la Riba consideró que un país debe tener su lengua y estar regulada gramaticalmente. Se ideologizó su literatura y encumbraron y laurearon a Fabra como el mejor lingüista de Cataluña. Tampoco hubo ninguno más hasta que apareció Joan Coromines.