Salvador Illa presidente de la Generalitat Catalana

Salvador Illa, presidente de la Generalitat de Cataluña

El laberinto catalán

Illa cumple seis meses al frente de la Generalitat con más sombras que luces: ¿adelantará elecciones?

El socialista cumple un semestre entre grandes anuncios, sin ejecución alguna de ninguno de ellos

Salvador Illa ha cumplido seis meses al frente de la Generalitat de Cataluña y su balance tras un semestre arroja más anuncios que realidades. La elección del tercer presidente socialista de la historia de Cataluña, tras Pascual Maragall y José Montilla, no fue fácil, dado que las elecciones se celebraron en mayo y la toma de posesión se demoró hasta agosto del año pasado. En todo caso, Illa es el primer presidente socialista de la Generalitat que gobierna en solitario.

Las negociaciones con los Comunes (Sumar) y en especial con ERC se convirtieron en un rosario de concesiones a estos partidos de extrema izquierda, uno, e independentista, el otro. Lo más llamativo fue la cesión a Cataluña de un concierto fiscal y la capacidad de que la administración autonómica recaude todos los impuestos a través de una agencia tributaria de la a la que poco a poco se va dotando de personal y que pretende empezar a recaudar el IRPF en 2026.

Cerrada la negociación e instalado en la Casa dels Canonges, residencia del presidente de la Generalitat, Illa se ha lanzado a una catarata de anuncios, a la cual más espectacular: reducción de la burocracia, construcción de 50.000 viviendas en cinco años e inversiones multimillonarias por doquier... pero la realidad es que el proyecto de presupuestos de la Generalitat para 2025 no se ha podido tramitar por la negativa de ERC a negociarlos, y el Parlamento languidece sin actividad legislativa alguna.

Illa insiste

El presidente de la Generalitat insiste, una y otra vez, que cumplirá con todos sus compromisos con el fin de mantener a sus socios a su lado. Donde más concesiones ha realizado es en materia de regulación del mercado inmobiliario, con el fin de satisfacer las ansias intervencionistas de sus socios neocomunistas de los Comunes, pero el resultado ha sido que miles de viviendas han salido del mercado y los precios no paran de subir.

Donde más éxitos puede lucir es en el retorno de dos grandes empresas a Cataluña: una es Cementos Molins y la otra el Banco de Sabadell. Poco importa que dichos retornos se deban a circunstancias particulares de cada una de estas dos empresas: en el caso de la cementera, para resolver un conflicto familiar, y en el del Sabadell para intentar evitar que triunfe la OPA del BBVA sobre el banco vallesano trasladado a Alicante.

La realidad es que los Molins y Oliu han permitido a Illa repetir machaconamente que su plan de pacificación de la sociedad catalana funciona. ¡Que la realidad no estropee un titular! Al exministro, hoy presidente autonómico, poco le importa que 2024 haya sido el peor año en materia de fuga de empresas desde 2018.

La posición de Illa es más tranquila en el frente interior catalán que a nivel nacional. En Cataluña, si bien no tiene margen parlamentario para aprobar nada, las disputas entre Junts, primer partido de la oposición, y ERC, así como la imposibilidad de armar una mayoría alternativa por la incompatibilidad de los escaños independentistas con los del PP y VOX, hacen que las sesiones de control en el parlamento regional sean para Illa un balneario, a diferencia de las turbulentas sesiones que padece Sánchez en la Carrera de San Jerónimo.

No son pocos los que especulan que ante una oposición desarmada Illa se plantee un adelanto electoral. La legislación le permite disolver el parlamento un año después de su constitución, y algunos creen que podría caer en la tentación de adelantar elecciones a septiembre para reforzar su mayoría, quitarse presión de encima y reducir su dependencia de ERC y los Comunes, ambos en horas muy bajas.

A nivel nacional, Salvador Illa es el principal barón territorial de Sánchez, pero a la vez un problema, porque el impulso de una agencia tributaria y un sistema de financiación fuera del régimen común crea un agravio con el resto de comunidades que puede afectar a las expectativas electorales del PSOE tanto a nivel autonómico como nacional.

En todo caso, Illa cumple un semestre entre grandes anuncios, sin ejecución alguna de ninguno de ellos, pero también sin alternativa.

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