
La periodista Laura Fàbregas, en la librería Documenta de Barcelona
Entrevista
Laura Fàbregas, la «traidora» del procés: «Junts sigue tratando a sus votantes como a menores de edad»
La periodista relata su experiencia personal y profesional durante los años del 'procés' en 'Diario de una traidora'
Lazos amarillos atados en las escaleras de TV3. Tertulias sesgadas donde el representante constitucionalista hacía las veces de «víctima sacrificial». Un delirio colectivo del que algunos aún no han despertado. Así fue el procès que vivió la periodista Laura Fàbregas, y así lo cuenta en Diario de una traidora (Funambulista), un libro de memorias que recoge su experiencia personal y profesional durante aquellos años.
Una experiencia que la periodista de The Objective desgrana en una entrevista que concede a El Debate minutos antes de presentar en Barcelona su libro, de título autoinculpatorio. ¿Por qué traidora, botiflera? Porque la suya es la historia de alguien que va contra el ambiente, alguien que a pesar de haberse criado en un pueblo —Argentona— de mayoría independentista y en una cámara de eco determinista pudo trazar su propio camino. Y volver para contarlo.
— ¿Cuál era su intención con este Diario de una traidora?
— Que la gente entendiera, también en el resto de España, que lo que ha ocurrido en Cataluña le podía pasar a cualquier persona: si a un extremeño lo pones en Cataluña, también puede convertirse en un nacionalista. Quería que los lectores entendieran la potencia de un ecosistema mediático, cultural y educativo que te lleva, de forma casi automática, a ser nacionalista.— Aunque con ud. no funcionó.
— En el libro también cuento mi propia evolución personal, de haber ido a la escuela pública en catalán, la inmersión lingüística, mis amigos de la CUP… Yo asistí a las primera Diadas, cuando aún no era el procés y no eran multitudinarias. Y en un momento decido salir de ese ambiente.
— Explica que uno de los puntos de inflexión fue cuando fue a Madrid para hacer unas prácticas y allí vio que la realidad no se correspondía con lo que le habían dicho en el «laboratorio pujolista».
— Lo primero que vi es que en la metrópoli no hay animadversión hacia los catalanes —si acaso en algún pueblo del interior—, ¡incluso hay un catalanismo madrileño! Vi una sociedad abierta, meritocrática —aunque ahora la gente no crea ya en esa palabra—, con mucha pluralidad. Vi también que mucha política se basa en tener reñidos y polarizados a los ciudadanos, diciéndonos que todo es culpa de Madrid, o de los inmigrantes, o de yo qué sé…

El libro 'Diario de una traidora'
— ¿Cree que desde Madrid se entendía la dimensión festiva que tenía el procés, la euforia colectiva? Recuerdo algunas Diadas que parecían más bien fiestas mayores, con sus conciertos y demás.
— No se entiende, pero porque para entenderlo habías de estar dentro. Ni desde Madrid, ni desde Bruselas, ni desde Italia… Mi marido es italiano, y mi familia política no entendía nada. porque veían las imágenes de las manifestaciones masivas y pensaban que realmente había un problema muy grande. Y entonces les contabas que no, que son actos lúdicos, que te bombardean una semana antes para ir, que ponen autobuses…
— Y se convierte en una cuestión moral: si no eras independentista no es que estuvieras equivocado sino que eras mala persona.
— Sí, lo peor es esto. Estar en contra de la independencia de Cataluña era sinónimo de ser mala persona. Nunca han entendido que todos queremos lo mejor para Cataluña, aunque la receta sea distinta.
— En el libro critica el cinismo de las élites que guiaron el procés.
— Sí, sobre todo Artur Mas, que creo que es más cínico que otros. También hubo mucha irresponsabilidad, al pensar que se puede mover a la gente en una política basada en las emociones y creer que esto se puede frenar de un día para otro. También los medios: TV3 jugó un gran papel y se dejó llevar por la espiral, y no lo digo yo, sino que algunas de sus estrellas [como Lídia Heredia] están haciendo autocrítica.
— Y ahora gobierna el PSC, con un Salvador Illa que hace gala de haber pacificado Cataluña. ¿Cree que esta paz es real?
— A medias. Esto es mucho mejor que lo que había antes, y que haya seguridad jurídica, vuelvan las empresas y haya un mínimo de pluralismo y convivencia es oxígeno. Además, Illa no es lo mismo que Mas, Puigdemont, Torra o Aragonès… pero para tener esta paz se han asumido algunas tesis del nacionalismo. El Illa de las elecciones decía unas cosas distintas al de ahora.
— Alejandro Fernández habla del «unicornio moderado» de Junts, y pide no confundirlo con la antigua Convergencia. ¿Qué diferencia a Jordi Pujol y Puigdemont?
— Creo que si Pujol hubiera encarado la crisis económica con la que Mas se envolvió en la bandera no habría mentido a la sociedad. Habría dicho que Europa está enferma y necesita un electroshock en forma de austeridad, y me da la sensación de que hubiera sido un poco más serio, aunque luego hubiera jugado al juego victimista con Madrid.
Esto es lo que no veo en Junts, que sigue tratando a sus votantes como a menores de edad. Y además va dando vaivenes, a veces parece más de derechas por la presión de Aliança Catalana y a veces no. Y no tener firmeza penaliza.
— Una última pregunta, más personal. Como periodista, ud. cuenta las cosas que le pasan a otros, ¿cómo ha sido pasar a escribir sobre ud. y su familia?
— La única premisa para escribir unas buenas memorias es que todo sea verdad: tienes que abrirte en canal y ser sincero. Pero también es cierto que estoy en un equilibrio. Carrère vendió a su madre en Una novela rusa levantando un secreto familiar y yo no he hecho nada de eso, pero sí me he ido a dormir a veces pensando: «Madre mía, ¿he dejado eso en el libro?».
Pero si no, sería mentir. He intentado explicarlo todo de forma liviana y con humor, pero yo he llorado durante el procés, lo he pasado mal. Lo he intentado contar sin victimismos y que la gente pueda reír, pero no puedo dejar de explicar lo que pasó.