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Eliana Guerrero, de patrulla en el metro de Barcelona
Entrevista
Eliana Guerrero, la cazadora de carteristas del metro de Barcelona: «Me amenazan con acuchillarme»
La patrullera lleva 16 años combatiendo contra los carteristas en el subterráneo de la capital catalana
Eliana Guerrero (Santa Marta, Colombia, 1972) es la cara más conocida de las patrullas ciudadanas que recorren el Metro de Barcelona ‘cazando’ carteristas. En una ciudad cada vez más preocupada por el fenómeno de la multirreincidencia destaca su ejemplo: lleva 16 años vigilando el subterráneo, ayudando a detener a delincuentes y avisando a los viajeros del peligro que corren.
— ¿Cuál es su misión?
— Somos un grupo de ciudadanos que hace unos años decidimos unirnos para combatir el exceso de delitos que había en la ciudad. Durante mucho tiempo me enfrenté sola y, con el tiempo, se han unido otros a mi causa.
— ¿Cuál es su ámbito de actuación?— Normalmente trabajo en el Metro de Barcelona detectando a los carteristas, pero otros compañeros se han especializado en estar en la calle. Por ejemplo, la Casa Batlló, en el Paseo de Gracia, era un sitio bastante seguro, pero con la afluencia de turistas se ha convertido en un nido de carteristas. Cualquier punto turístico, que no sean ya los clásicos, va a ser un foco de delincuentes, y ha habido una expansión muy grande en la ciudad que hace que la rotación de ladrones sea constante.
— ¿Cómo se define?
— Soy urbana del planeta Tierra, no tengo banderas, no tengo fronteras, no tengo dioses: soy más libre que el viento, vamos. Pero tengo un amor infinito por esta ciudad. Llegué hace 24 años sin documentación en regla y nunca he tenido que robar, con lo cual no justifico para nada los hurtos, y menos la multirreincidencia que parece que algunos partidos políticos sí protegen y amparan.
— Ha dicho que su motivación es el amor a la ciudad, pero ¿cómo se le ocurre un buen día coger un silbato y meterse en la Línea 3 del Metro de Barcelona?
— Por una necesidad de proteger a la gente. Ahora bien, lo mío no tiene importancia. ¿Sabes una cosa? Me parece aberrante que lleve tantos años en el metro señalando un problema y que ningún partido político se digne a llevar una propuesta al Congreso para corregir la ley existente, que tiene fallos garrafales. No sé a quién le interesa tener la multirreincidencia viva en esta ciudad. Hay que tener en cuenta que tenemos mucho turismo, que es uno de los mayores sectores afectados por esto.
— ¿Qué ocurre con estos multirreincidentes?
— En el momento en que la policía los detiene o nosotros los pillamos in fraganti, han caído en la casilla del pozo. Son dos turnos sin jugar, que pueden ser 15 minutos que me identifiquen, si no tengo nada, salgo libre, o si tengo que ir al calabozo, estoy unas horas, 24 horas y sigo jugando. Sigo jugando, ¿se entiende? Sigo robando.
Esto quiero que quede muy claro, porque en alguna ocasión, yendo en el metro, ha habido algún viajero que ha confundido al ladrón con una persona que está en una situación económica puntual mala y tiene una situación de precariedad. Yo hablo de gente que se dedica exclusivamente a robar. Es su modus operandi, es su estilo de vida.
— ¿Podemos decir que estas personas roban por necesidad?
— No. Tienen coches de alta gama, tienen pisos de propiedad en su país de origen… Yo he sido testigo de cómo le chulean a la policía secreta. Le dicen «es que yo tengo esto, yo tengo un coche, yo me voy a comprar un piso, yo tengo tal»... Uno de ellos tiene un perfil de Instagram que luce una vida de lujo, que tú y yo juntos no llegamos ni a una décima parte de lo que este mozalbete.
— ¿Son personas aisladas?
— Son bandas ya organizadas. Al principio me negaba a creerlo, pero me equivocaba. Te explicaré una cosa. En la Línea 3, por ejemplo, son bosnias y rumanas. No toda la gente de Bosnia y de Rumanía viene a delinquir, claro, pero a la gente que me dice: ¿por qué nombras nacionalidades? Pues porque es lo que más abunda y yo lo puedo decir con conocimiento de causa.
Los chilenos, por ejemplo, ahora se han pasado a la verde, a la L3, pero estaban haciendo la amarilla por las noches y unos horarios muy fijos. Saben a qué hora sale la policía secreta, a qué hora pueden empezar a «trabajar», entre comillas, como le llaman ellos… Lo saben todo. También se distribuyen las calles de Barcelona. Todo está organizado por estas mafias.
— ¿Tiene solución?
— Nos falta seguridad, eso es evidente. Y me parece aberrante formar a un policía para ponerlo a jugar al gato y al ratón en el metro. Entras por una puerta y los carteristas vuelven a salir. Al que roba una maleta, lo fichas, lo llevas al calabozo y a las dos horas libre. ¿Para eso formamos un policía? Los agentes se deprimen. Se frustran, porque si ponen todos sus esfuerzos para coger a una persona y al cabo de dos horas ya está en la calle y vuelve otra vez, y lo vuelven a detener y vuelve otra vez…. Deprime y frustra.
— ¿También usted siente frustración?
— Llevo 16 años. ¿Cuántos más tienen que pasar para que los congresistas tomen nota? Yo estoy etiquetando al Congreso de los Diputados, a la Delegación de Gobierno y toda la Fiscalía de Cataluña, la Fiscalía General del Estado… Han de tomar cartas en el asunto.
— Le entiendo…
— Ahora quiero ponerte un ejemplo. Llega una turista, 24 años, de Japón. Es su primer día en Barcelona. Lleva su documento encima, le roban dos chicos. Nosotros logramos detener a uno: el otro se ha ido con su móvil, su pasaporte y su documentación. El móvil era de más de 400 euros. Se va detenido, a la comisaría, a los calabozos. De ahí, si toca la merienda, le dan la merienda… ¡y que sea halal, ojito…!
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La patrullera Eliana Guerrero
De ahí, pasa a los juzgados para el juicio... O al médico, si pide médico... Después vuelven a la comisaría. De ahí a la Ciudad de la Justicia. Y durante el juicio, según de qué país sea, le ponen un traductor, aunque hable castellano, para que no pueda reclamar que no han entendido lo que le han preguntado. Todo este proceso, para salir libres al cabo de poco tiempo o en pocas horas, tiene un coste de 2.000 euros. Y mientras el delincuente tiene de todo, la víctima queda desamparada si es de aquí, o debe ir al consulado o a la embajada para poder tramitar los papeles necesarios para volver a su país.
— ¿Han llegado a agredirla?
— Sí, han llegado las agresiones y amenazas. En un solo día he llegado a recibir hasta 17 amenazas: desde que me van a echar ácido en la cara hasta que me van a acuchillar y 20.000 cosas.
— ¿Usted va armada?
— De una manera muy sencilla. Llevo varios alfileres y un cartel con la palabra «carterista» en diferentes idiomas. Se puede leer esta palabra en inglés, español, coreano, alemán, italiano y ruso. Armada con un silbato, un walkie-talkie y un espray de pimienta. Esta es mi protección contra ellos.
— ¿Qué zona de Barcelona es la más conflictiva?
— A ver, el Barrio Chino o el Raval siguen siendo sitios inhóspitos y peligrosos. Especialmente por la noche, yo destacaría Santa Catalina y El Born, que, por un lado, tienes una oferta gastronómica incluso de tiendas de ropa de diseñadores que están empezando, que están muy bien, pero a la vez tienes una oferta de ladrones muy peligrosa. Nunca recomendaría a una amiga que se vaya de tapas por Santa Catalina aunque haya sitios magníficos.
— ¿Le compensa todo el esfuerzo?
— ¡Por supuesto! Es impagable cuando un japonés, por decir algo, al que le has devuelto la cartera, te hace una reverencia. O cuando una persona cualquiera te da un abrazo al recuperarle el celular. Eso compensa muchísimo. Por no decir la adrenalina que esto produce. Yo ya no puedo dejar de patrullar.