'Batalla de Lácar', cuadro de Enrique Estevan y Vicente.Wikimedia

Rutas por Cataluña

La fascinante historia del «camino de los carlistas» en La Mussara

Una ruta por la provincia de Tarragona entre la naturaleza y la historia

Para esta ruta nos vamos a desplazar hasta la provincia de Tarragona. En concreto nos centraremos en el pueblo de La Mussara, del cual en la sección «leyendas» contaremos su vinculación con el más allá. Para llegar a este lugar, uno tiene que caminar por lo que se conoce como el «camino de los carlistas», aunque su nombre oficial es Les Tosques.

Iniciamos la ruta en el aparcamiento del camino d’Alforja en Vilaplana. En total hablamos de una ruta de 15,75 kilómetros, con un desnivel positivo de 745 metros.

Vista del párquing de Vilaplana donde empieza la ruta.Google Maps

La ascensión a La Mussara se hará por el barranco de Els Garrigots. Al llegar al kilómetro 5 hay que girar a la derecha en dirección al despoblado. Si tomamos el camino contrario llegaríamos a Arbolí.

Cuando llegamos a La Mussara, continuamos hasta llegar al Mas de Joan Pau, pues desde allí continuaremos por el camino de los carlistas.

Vistas desde el Mas de Joan Pau.Google Maps

Con ello alcanzaremos la intersección del camino de Les Tosques con el Mas de l’Adrià. Este sendero, durante siglos, fue una de las vías principales de comunicación entre La Mussara, Vilaplana y la planicie de Les Airasses. A lo largo de esta ruta también nos encontramos el camino de Els Garrigots.

Por el camino nos cruzaremos con la cueva dels Partacons, refugio de muchos a los que la justicia perseguía. Y también con el Hospital de los Carlistas, una cueva donde se refugiaban y recuperaban los soldados carlistas heridos después de una batalla.

Historia de la ruta

El camino que hemos tomado se llama de los carlistas por dos temas. El primero es su utilización, por estos, durante las guerras carlistas que hubo a lo largo del siglo XIX. El segundo motivo es porque allí murió y fue enterrado un oficial, al cual vejaron una vez muerto.

En el Hospital de los Carlistas y en La Mussara tuvo lugar un hecho vinculado a uno de los importantes militares carlistas, que destacó en las tierra de Tarragona durante la III Guerra Carlista (1872-1876). Isidre Pàmies Borràs era conocido como Cercós. Nació en l’Aleixar el 16 de diciembre de 1843. Formó parte del ejército carlista durante la III Guerra (1872-1876).

El militar carlista Isidre Pamies.Wikimedia

El Barón de Artagán escribió que fue «carlista acérrimo como todos sus antepasados… De arrogante figura, afable y fino de trato y, más que valiente, temerario en el campo de batalla, era el ídolo de sus voluntarios que le querían como a un padre». Fue una figura legendaria, que organizó a miles de personas en las tropas carlistas de las comarcas de Tarragona y alcanzó el grado de general a título póstumo.

Su máxima actividad militar fue en 1873, año en el que murió. Se conocen sus ataques y conquistas con mayor o menor fortuna en Vilaplana, Margalef, la Selva del Camp, Riudoms, Tivissa, García, Castellvell, La Masó, Prades, Villalonga, el Albiol -donde infringió una fuerte derrota a los liberales, causándoles 40 muertos-, Santa Coloma de Queralt, Mont-ral y Valls.

El 18 de octubre de 1873 en la batalla de Prades fue herido de muerte, al alcanzarle una bala de fusil, en el pecho. Lo trasladaron al Mas de Joan Pau, en La Mussara, que estaba muy cerca de una cueva que se conocía como Hospital de los Carlistas. Estaba asistido espiritualmente por el sacerdote de La Mussara y por el doctor Rafael Llabería, de Vilaplana, simpatizante carlista, que subía cada día para atenderlo.

Tumba sin nombre

Falleció el 22 de octubre y lo enterraron en el cementerio de esta población en una tumba sin nombre. Al cabo de unos días se supo la muerte del general carlista y 5 voluntarios liberales decidieron ir al pueblo para comprobar la veracidad de la información.

Al conocerse la visita de los soldados liberales, los vecinos de La Mussara se escondieron. Sólo quedaron en el pueblo varia personas mayores. Aquellos soldados preguntaron por el alcalde, el alguacil, el rector. Al final consiguieron saber que era cierto, Cercós había muerto y estaba enterrado en el cementerio. Su idea, para dar veracidad a la noticia, era desenterrar el cadáver y despedazarlo.

Al no saber donde lo habían enterrado, empezaron a desenterrar los cuerpos allí enterrados. Desenterraron a un joven, a un carlista muerto poco antes, a un niño y a una mujer que tenía las cuencas de los ojos abiertas. Como no conseguían localizarlo, decidieron llevar a cabo un fusilamiento simbólico.

Pusieron en pie el ataúd de la señora. Lo apoyaron sobre una de las paredes de la iglesia. Uno de los soldados, que llevaba la voz cantante, ordenó que apuntaran sobre el cuerpo y abrieron fuego. El ataúd cayó al suelo como consecuencia de los impactos y a todos los vecinos se les heló la sangre.

Asustados, se miraron pensando que aquello era fruto de una maldición. Como si les persiguiera el diablo salieron corriendo del pueblo. La poca paciencia hizo que no descubrieran el cadáver de Cercós, pues el siguiente, después de la mujer, era el de este. El pretendiente carlista, Carlos VII, le concedió a título póstumo el grado de general.

Anton Agustenc en Recuerdos de la Mussara (2005) nos relata una curiosa historia con relación a su entierro: «Pensaron que podía ser profanado por el enemigo y se pensaron una. Hacía pocos días que había muerto una anciana, la cual fue desenterrada, hundieron el hoyo, colocaron a Cercós abajo, pusieron una capa de tierra encima y, después, la anciana. Pasados unos días vieron que durante la noche habían desenterrado la fosa y, al comprobar que se trataba de una mujer, la abandonaron...».