El alcalde Valencia, Joan Ribó, saluda desde el balcón del Ayuntamiento junto a las «magas republicanas»EFE

Comunidad Valenciana  La izquierda valenciana se crece y sigue marginando los símbolos nacionales

Iniciativas como las «magas republicanas» pretenden desnaturalizar las raíces católicas mientras la bandera, el himno o el Rey sufren constantes ofensas

2015 trajo un brusco cambio de ciclo en la política y, muy sensiblemente, en la Comunidad Valenciana. Erigiéndose los máximos exponentes de la transparencia y la moral públicas y posicionándose ante la opinión pública como los verdaderos «azotes» de la corrupción del PP, las urnas auparon al poder regional y municipal a formaciones como Podemos o Compromís que, junto a los socialistas, han forjado múltiples alianzas.

Estos partidos, que en los sucesivos comicios hasta 2015 no habían cosechado resultados destacables, asumieron sus cargos bajo premisas que a pocos pueden sonarles mal, tales como «convivencia», «personas», o «democracia». Sin embargo, más de siete años después, la realidad deja entrever que la convivencia ha empeorado, el clima social se ha crispado y hay una creciente polarización.

Esta, en gran medida, ha venido auspiciada porque esos autodenominados «gobiernos del cambio» desde el primer momento se han dedicado a poner en marcha políticas divisivas, con la consecuente confrontación que de ellas se deriva.

Un ejemplo de ello es la constante marginación que la izquierda valenciana ha llevado a cabo, condenándolos a la marginación cuando no a atacarlos y despreciarlos públicamente.

El último caso se ha dado en Calpe (Alicante), donde la organización independentista catalana Arran ha lanzado pintura sobre una escalera cuyos peldaños tenían los colores de la bandera de España sin que, hasta el momento, haya habido condena de partidos como Compromís.

La bandera en los colegios, «aberrante»

Con este acto vandálico, los secesionistas pretendían reivindicar que la Comunidad Valenciana ha de perder su identidad propia y pasar a estar subordinada dentro de los por ellos deseados 'Países Catalanes'.

Otro de los agravios a la enseña nacional ocurrió el pasado mes de febrero, cuando la consejera de Educación del Gobierno valenciano, Rosa Pérez, llegó a calificar de «aberrante» y «franquista» la propuesta de Vox de que en los colegios ondee la bandera de España.

En su perfil de Twitter se mostraba «indignada» y se pregunta que cómo le iba a parecer «normal el tema de la bandera», ya que era una propuesta «propia del franquismo». A tales palabras no le sucedió una desautorización del presidente de la Generalitat, Ximo Puig.

En esta línea, especialmente en municipios gobernados por la formación nacionalista de Compromís, se ha prohibido que suene el himno nacional en los actos religiosos que hasta ahora sí se ponía. Precisamente, una de las localidades en que con mayor celeridad se adoptó esta medida fue en Sueca (Valencia), y la alcaldesa que lo promovió y efectuó era la propia Pérez.

Tras ella, municipios de las tres provincias valencianas han seguido su ejemplo y han optado por vetar el himno o, en caso que por ley u otros motivos no lo hayan podido eliminar, se han decantado por poner la versión más corta.

Por su parte, el Rey Felipe VI es la encarnación de todo ese fanatismo antiespañol llevado a los parlamentos. Si a nivel nacional el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desarrolla una estrategia de minimizar el papel del Monarca –sobre todo a escala internacional–, el alcalde Valencia, Joan Ribó, quiso marcar terrero y no dudó en intentar ofender al Rey.

Desnaturalizar la religión católica

En este caso, el primer edil valencia cambió en 2021 el reglamento municipal con el objetivo de impedir que el Jefe del Estado pueda recibir ningún tipo de honor ni condecoración por parte de la ciudad.

En su intento de orillar la simbología nacional, la religión tiene un papel fundamental. En este sentido, además de la prohibición de poner el himno en actos de este tipo, Ribó también ha querido dejar su huella.

Así, Ribó en diferentes ocasiones se ha negado a acudir a los distintos actos propios de la Semana Santa marinera de Valencia. Para justificarse, aseveró que los valencianos –hasta que entró él– estaban «malacostumbrados» a que representantes públicos fuesen a estas celebraciones y mostraran respeto por los fieles y sus costumbres.

Ribó recuperó una cabalgata laica que durante la Guerra Civil sirvió para ensalzar a Stalin y a Largo Caballero

Para el dirigente nacionalista, esta actitud supone que aquel que vaya «no se adapta del todo a la Constitución» y se aferra a que la Constitución indica que España es un Estado aconfesional.

Ribó, además, es el artífice de que cada enero, pocos días después de que acabe la Navidad, se organice en el centro de Valencia una cabalgata alternativa, donde al balcón del Ayuntamiento salen tres «magas republicanas». Este acto se celebró una vez durante la Guerra Civil y se utilizó como arma propagandística para ensalzar a Stalin, Largo Caballero y el comunismo en general.

Un intento más por desnaturalizar las raíces católicas de buena parte de la sociedad valenciana, como también lo fue el hecho de felicitar la Navidad con un cartel «laico e inclusivo» o darle poca relevancia a los tradicionales belenes.

Por otro lado, otra simbología que la izquierda en la Comunidad Valenciana sigue teniendo en su punto de mira es la unidad nacional. Más allá que determinados cargos de Compromís y Unidas Podemos tengan filias independentistas y las hagan públicas, la amenaza secesionista en la región cada día es más latente y afecta a más ámbitos.

Y lo es por dos motivos. Uno de ellos es que ante las permanentes amenazas del Gobierno catalán sobre la integración en los 'Países Catalanes', Pere Aragonès no obtiene la reprimenda de Puig ni de otro alto cargo socialista, con lo que insiste en sus premisas anexionistas.

De hecho, la apuesta que le puso sobre la mesa el jefe del Ejecutivo valenciano a su homólogo era la de crear una suerte de 'Commonwealth' mediterránea para hacer de contrapeso a la Comunidad de Madrid. Algo parecido le ofreció a la presidenta balear, Francina Armengol, en este caso Puig buscaba una España «más federal».

La segunda razón es que tanto desde la Generalitat Valenciana como desde el Ayuntamiento de Valencia y otros liderados por la izquierda, las asociaciones catalanistas en ámbitos como el deportivo, cultural o social siguen recibiendo ingentes cantidades de dinero con el que financian el proyecto pancatalanista en la Comunidad.

Solo entre Puig y Ribó, esta clase de colectivos independentistas se han embolsado más de diez millones de euros desde que Compromís y socialistas son socios de gobierno.

Ante esta situación, el Partido Popular autonómico considera que se está produciendo porque el Ejecutivo de Puig «se olvida de que la Comunidad tiene dos almas, la valenciana y la española», que son «totalmente compatibles» y por eso los valencianos las defienden «orgullosos».

Estas mismas fuentes aseguran que una «no está frente a la otra, sino que van de la mano». En este sentido, insisten en que lo que es «bueno para la Comunidad es bueno para España y viceversa».

Por su parte, la portavoz de Vox en las Cortes Valencianas, Ana Vega, califica la actitud de marginar los símbolos nacionales como «lucha contra todo lo que huele a español» y lamenta que se haya «recrudecido con e gobierno tripartito» al haber introducido «a los separatistas en las instituciones».

En contraposición, Vega señala que su formación va a defender «que se pueda garantizar el derecho a estudiar y comunicarse en español» en la Comunidad Valenciana y apunta que protegerá «siempre la unidad de España» frente «al país inventado por los secesionistas», en relación a los 'Países Catalanes'.