Los presidentes autonómicos María Chivite, Javier Lambán, Emiliano García-Page, Ximo Puig, Fernando López Miras y Miguel Ángel Revilla.JESÚS HELLÍN/EP

Comunidad Valenciana  Aragonès y Armengol, los 'vecinos favoritos' de Puig

El presidente valenciano prima el proyecto nacionalista frente a cuestionar a Sánchez como Page y Lambán o a defender el agua junto a López Miras

La influencia del presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, dentro de las filas socialistas es una montaña rusa. Durante los primeros años de su Gobierno vio cómo su posición de fuerza en Ferraz era siempre tenida en cuenta.

Al llegar Pedro Sánchez al Palacio de la Moncloa siguió esa tendencia. De hecho, la sintonía entre ambos mandatarios era tan buena que el valenciano adelantó las elecciones autonómicas de 2019 unos meses para hacerlas coincidir con las generales y, de esa manera, aprovechar el tándem que formaban los dos candidatos.

Sin embargo, de unos meses a esta parte, Puig ha entrado en una dinámica de pasar desapercibido en los órganos de decisión de su partido, si bien es cierto que la deriva cesarista de Sánchez los ha reducido a su mínima expresión.

Para intentar salir de ese contexto, Puig se ha esforzado en tejer alianzas con los presidentes autonómicos vecinos, pero no lo ha hecho ni con todos ni con el mismo grado de intensidad y entusiasmo.

Subvenciones al separatismo

Así, resulta evidente que los homólogos con los que se siente más cómodo son la balear Francina Armengol y el catalán Pere Aragonès. Con ellos ha escenificado en todo momento una magnífica relación personal y política, llegando a acuerdos de todo tipo entre las instituciones que los tres presiden.

En cambio, si hay un nexo entre Puig, Armengol y Aragonès es el proyecto independentista iniciado en Cataluña y cuyas ramificaciones ya han impregnado no pocos aspectos cotidianos en la Comunidad Valenciana y Baleares.

De este modo, tanto la Generalitat como el Govern llevan años subvencionando a entidades separatistas catalanas con tal de que impregnen sus territorios de consignas secesionistas y hagan asimilable socialmente su fin último, la constitución de los todavía hoy imaginarios 'Países Catalanes'.

Es más, la sumisión de Puig y Armengol a los deseos anexionistas de Aragonès es tal que callan ante cualquier afirmación al respecto que pronuncia el jefe del Ejecutivo catalán.

Al compartir objetivos, también hacen lo propio con los medios. Por ello, aunque de manera acelerada, los escolares y universitarios valencianos y baleares están siendo sometidos a fuertes procesos de adoctrinamiento. Mediante ellos, se orilla todo lo relativo al castellano, se pretende integrar el valenciano y el balear dentro del catalán y, muy sibilinamente, van erosionando la cultura e identidad propias con la construcción de un relato secesionista.

Lo confortable que está Puig con sus homólogos nacionalistas no es ni mucho menos comparable a cómo se encuentra con sus otros vecinos.

Los presidentes de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y de Aragón, Javier Lambán, están viendo en primera fila los vaivenes de Puig en base a su estrategia de nadar y guardar la ropa que lleva con Sánchez.

Pegatinas sobre carteles reivindicando el valenciano en Valencia@Fginer

Aunque luego sus duras críticas no se traducen en que los diputados de sus circunscripciones voten en conciencia y se salten la disciplina de voto socialista, Lambán y Page sí se han posicionado claramente en contra de la reforma del delito de malversación y de la eliminación del de sedición.

Sin embargo, Puig ha preferido optar por el camino de en medio, dejando entrever en unas ocasiones que no eran medidas que le hicieran especial ilusión y, en otras, acusando en un mitin con la presencia del presidente del Gobierno a sus compañeros –sin nombrarlos directamente– de «electoralismo».

Con Page, además, su relación se ha ido deteriorando de manera progresiva. La última gota en ese vaso ha sido a raíz del recorte que el Ministerio para la Transición Ecológica ha llevado a cabo en el trasvase Tajo-Segura.

Sin ningún informe técnico que así lo avalase, el departamento dirigido por Teresa Ribera aceptó hace unas semanas las peticiones del Gobierno de Castilla-la Mancha en cuanto al caudal ecológico del Tajo. Esto supuso un duro golpe para los regantes y agricultores del Levante español.

Bajo la amenaza del Ejecutivo de Page de llevar al Ministerio ante el Tribunal Supremo en caso de no plegarse a sus exigencias sobre la obra hídrica, Transición Ecológica decidió ceder, ante un Puig que decidió no comparecer en ese partido.

Ahora, con la presión de profesionales y la oposición y consciente de unas elecciones en cinco meses que se juegan a todo o nada, el presidente valenciano se plantea llevar el asunto del trasvase a los Tribunales. Acabe como acabe, significará una nueva grieta en su relación con Page.

En el tema del agua, precisamente, es donde Puig tiene más fácil formar una alianza estratégica con un presidente autonómico y emprender un frente común en la defensa del agua en la zona.

No obstante, ha declinado una y otra vez la iniciativa que, todavía, le sigue proponiendo el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras. Es más, el único respaldo institucional que ha conseguido el popular en la Comunidad Valenciana es el del presidente de la Diputación de Alicante y candidato del PP a la Generalitat, Carlos Mazón.

Por tanto, a tenor de los hechos, Puig ha podido elegir y lo ha hecho. Ha rechazado seguir la senda constitucionalista y vertebradora de los barones autonómicos aragonés, castellano-manchego y murciano. En contraposición, ha preferido seguir abrazado a una hoja de ruta cuyos objetivos no son otros que todos los relacionados contra la unidad de España.