El president de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, con el president de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, en 2016Presidència Generalitat Flickr

Comunidad Valenciana  Los falsos mitos del nacionalismo catalán en la Comunidad Valenciana: lengua, historia y cultura

El anexionismo en la región se basa en la unión idiomática, falsear los hechos y crear personalidades culturales a modo de símbolos del proyecto político

Los símbolos tienen una importancia incuestionable en la política y, sobre todo, en la construcción de un relato sólido y que pueda llegar a convencer. Una de las ideologías más conscientes de ello es el nacionalismo, que lo aplica de manera insaciable allá donde se pretende.

Para los que tienen ansias expansionistas, la manipulación de esos símbolos y la invención de otros tantos resultan vitales para enraizar un determinado proyecto político.

Al respecto, el secesionismo catalán es paradigmático, ya que para avanzar hacia otros territorios como las Islas Baleares o la Comunidad Valenciana todavía sigue llevando a la práctica esta técnica que tiene, por orden cronológico, tres patas: la lengua, la Historia y la cultura en general.

En el caso valenciano, el ámbito lingüístico se centra en asegurar que el idioma valenciano es catalán. Sobre ello, el miembro de la Asociación Casino de Agricultura de Valencia y perteneciente a la junta de No a los 'Países Catalanes' Mario Mariner es rotundo al afirmar que esa teoría es «absolutamente falsa» y está «archidemostrado».

Tirant lo Blanch, 'El Quijote' valenciano

Para sostener su postura argumenta que en los siglos XIV, XV y XVI hubo multitud de publicaciones y documentos en valenciano. Como ejemplo pone el Tirant lo Blanch de Joanot Martorell, obra cumbre de la literatura valenciana sin que, en su opinión, hubiese una figura u obra similar en catalán.

En ello incide el Canciller del Centenar de la Ploma, Vicente Boluda. Para él, «decir que el valenciano es catalán no deja de ser una patraña histórica», a la par que reconoce que discutir que amblas lenguas «tienen un origen común y son hermanas sería absurdo».

Sin embargo, rechaza la unidad idiomática porque cuando «se empezó a hablar del término 'valenciano' ni siquiera existía la palabra 'catalán'». Así, retoma el ejemplo de Mariner y detalla que en el Tirant, el autor indica que está escrito «en lengua vulgar valenciana» y añade otra evidencia a su posición, las jarchas, que estaban escritas en valenciano: «Eran una especie de poemas que se ponían en los escritos en época de los mozárabes. Por tanto, anterior a la Reconquista por parte de Jaime I», explica.

En esta línea, se pregunta en modo retórico: «¿Cómo va a venir el valenciano del catalán si tuvo en el siglo XV la 'Edad de Oro' de su literatura?»

Extracto del libro Tirant lo Blanch, obra cumbre de la literatura valenciana, escrito por Joanot Martorell.GVA

Además, Boluda insiste en que decir que el valenciano es catalán «se cae por su propio peso», ya que las zonas repobladas por catalanes en la mencionada Reconquista fueron «muy pocas en comparación con las de otros territorios» y en muchas de ellas «se habla castellano a día de hoy».

En este sentido, el vicedecano de la Real Academia de Cultura Valenciana, José Francisco Ballester, da la clave sobre cómo y cuándo empieza a surgir la idea de la unificación lingüística. Hasta bien entrado el siglo XIX, había un consenso en que valenciano, catalán, mallorquín y provenzal eran «idiomas hermanos, pero independientes».

Prueba de ello es que se organizaban danzas y juegos florales hasta que, a principios del siglo XX, el orador catalán de uno de esos eventos aseguró motu proprio que la «madre de todas esas lenguas era el catalán». Es una de las primeras manifestaciones del nacionalismo catalán.

El segundo gran mito utilizado por el anexionismo catalán para inocular sus postulados en la Comunidad Valenciana es el que hace referencia a la Historia y a la integridad territorial o, lo que es lo mismo, los mitológicos 'Países Catalanes' ansiados por el independentismo.

A juicio de Boluda, «entender que con la Reconquista de Jaime I se crea un único territorio, sencillamente, no es verdad». Para desmontar las tesis nacionalistas recuerda que la Corona de Aragón estaba formada «por el Reino de Aragón, el de Mallorca, el de Valencia y una serie de condados en la zona de Cataluña».

Desmentir eso significaría, a su parecer, «remover la Historia a placer» y continua aportado acontecimientos claves: «Jaime I dotó al Reino de Valencia de fueros propios, por lo que quiso que tuviera independencia de otros territorios, estuvieran o no ligados a la Corona», recalca.

Necesidad de crear mártires

Siguiendo esta línea argumental, Mariner subraya que jamás existió una Valencia que estuviera supeditada a Cataluña tal como anhela el independentismo y lo enlaza a la perfección con el tercer mito al que se agarran los secesionistas.

En este caso, una vez creado el poso con la lengua común y una historia ficticia, es el turno de la penetración absoluta en la sociedad. Para lograrlo, es obligatorio crear figuras emblemáticas que representen, por sí mismas, la idiosincrasia del proyecto político a imponer.

Hoy día, estas podrían ser los condenados –e indultados por Pedro Sánchez– del procés o Carles Puigdemont, mientras que años atrás lo fueron Jordi Pujol, Josep Tarradellas o Lluís Companys.

Para perpetuarse en la Comunidad Valenciana, el independentismo siguió exactamente esa hoja de ruta, la de ensalzar determinadas figuras que personificaran las ideas que se querían expandir.

En esta ocasión, el elgido fue Joan Fuster, a quien actualmente el tripartito de PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem vanagloria como si de una divinidad se tratase. Este escritor está considerado como el ideólogo de los 'Países Catalanes'.

Mapa de los 'Países Catalanes' en libro de texto de la Comunidad Valenciana.VOX

Según relata Ballester, Fuster fue «conquistado intelectualmente por el nacionalismo catalán como tantísimos otros que han sido subvencionados» y explica el modus operandi: «Hacían en Cataluña las tesis doctorales y eran abducidos por las tendencias de allí. Después, esos profesores venían, se instalaban en la Universidad valenciana e infundían todas las tendencias catalanistas».

Idéntica opinión tiene Mariner, que afirma que Fuster se convirtió rápidamente en una suerte de 'caballo de Troya' en la Comunidad Valenciana al que «compraron» desde Cataluña con el propósito de «tener un líder» en la región, fruto de «una estrategia muy bien estructurada».

Con todos esos ingredientes, señala cómo fue el contexto histórico de la época para que la idea de los 'Países Catalanes' calase: «Muchos cayeron en la moda porque era más progresista, sonaba muy bien y eran los años de 'Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía'. Se presentaba la unidad territorial como un remanso de paz frente a la dictadura, aunque en realidad eran cantos de sirena», indica.

A su vez, Mariner critica no ya el uso del término 'países', sino también el de 'País Valenciano' que es el utilizado por la izquierda para referirse a la Comunidad, que es el único que recoge el Estatuto de Autonomía.

Por tanto, en lo que tanto Mariner como Ballester y Boluda coinciden es en que estos y otros muchos mitos son «armas» que aún en la actualidad sigue usando el independentismo catalán –con la connivencia de las autoridades catalanas y valencianas– para cimentar un arraigo definitivo en la región.

Una lengua, un territorio, una nación. Proyectos con lemas parecidos ya existieron y no resultaron ser una grata experiencia.