Pedro Sánchez, junto a Ximo Puig y la vicealcaldesa de Valencia, Sandra Gómez, en un mitin en ValenciaROBER SOLSONA / EUROPA PRESS

Comunidad Valenciana  «Diálogo»: la palabra fetiche de Ximo Puig para intentar tapar sus constantes fracasos

El presidente valenciano intenta enmascarar bajo ese término su nula influencia nacional y frente a reivindicar los intereses regionales ante Pedro Sánchez

Los niños pequeños cuando hacen una trastada suelen tener varias etapas a la hora de escaquearse de asumir responsabilidades y culpas por aquello que han hecho. La primera es la de señalar a su hermano o hermana pequeño para que los padres le echen la bronca. La otra, ya cuando han comprobado que esa treta no funciona, es la de decir eso de «yo no he sido».

Se utilice de una forma u otra, el resultado no varía: los padres saben a la perfección lo que ha sucedido y el chaval no se libra de un castigo ejemplar y por partida doble: la jugarreta y mentir.

En el caso del presidente de la Comunidad Valenciana, el socialista Ximo Puig –que ya está crecido personal y políticamente hablando–, sigue llevando a cabo una estrategia similar a la de los chiquillos, apenas mejorada y siempre con los mismos efectos ante la opinión pública.

Aunque los casos de corrupción como Azud o las subvenciones a su propio hermano de manera presuntamente ilegal le acorralen, el jefe del Ejecutivo regional culpa a propios y a extraños de sus desaguisados a pesar de que es él el que sale apuntado como «X. Puig» en las libretas del considerado como cabecilla de una supuesta financiación ilegal del PSPV-PSOE.

El mandato de Puig se podría considerar como una colección de sonoros fracasos. Y no solo a nivel autonómico. Su poca relevancia también es una constante notable en la política nacional. Frente a ellos, cual chaval cuando rompe un jarrón, el presidente valenciano tiene donde escudarse. En este caso se trata de una palabra con muchos matices como es «diálogo».

Huelga en la Sanidad pública

Este término se está con convirtiendo en la tabla de salvación del barón socialista, a la par que ve cómo revalidar su cargo se le está esfumando a marchas forzadas por, precisamente, esa inacción en temas capitales para el porvenir de la Comunidad.

Uno de ellos es la Sanidad pública. Puig fue durante la pandemia uno de los dirigentes autonómicos más críticos con la gestión en la Comunidad por parte de Isabel Díaz Ayuso. Su 'madrileñofobia' no acabó con el covid-19, puesto que todavía a día de hoy sigue criticando a la popular a pesar de que en su territorio tiene al sector en una situación casi tercermundista.

De hecho, los médicos convocaron hace dos semanas una jornada de huelga. Ante ella, Puig se limitó a intentar deslegitimarla por un lado y, por otro, a repetir hasta la saciedad la necesidad de «dialogo» con los facultativos.

Si en el ámbito sanitario la ejecutoria de Puig y su tripartito de izquierdas tiene innumerables lagunas, no lo es menos en lo concerniente al agua. Fue Rodríguez Zapatero quien voló por los aires el Plan Hidrológico nacional para favorecer los intereses de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC).

Ximo Puig se está mostrandl incapaz de arrancarle a Sánchez el cambio en la financiación autonómica a pesar de que cada año presume de hacerlo

Ahora es Pedro Sánchez quien ha dado la estocada mortal al trasvase entre los ríos Tajo y Segura, condenando así a la denominada ‘huerta de Europa’ a la desaparición. Es cierto que Puig en un primer momento tuvo un arranque de valentía y se llegó a enfrentar a Sánchez, pero también es verdad que esa actitud no pasó de un mero ademán.

Aunque las alegaciones continúan en el Tribunal Supremo, el valenciano sigue arrodillado ante Sánchez y su decisión de recortar esta vital infraestructura hídrica. De nuevo, diálogo, diálogo y más diálogo frente a las posturas adoptadas por la Región de Murcia y la Junta de Andalucía.

En lugar de defender de manera activa los intereses de los regantes de la provincia de Alicante, Puig ha optado por no seguir confrontando con su jefe de filas y tener una campaña electoral sin sobresaltos ni riñas internas y en la que se juega su futuro político.

En contraposición a la supuesta actitud conciliadora del presidente de la Generalitat, el Gobierno no ha tenido piedad a la hora de consumar el recorte en el trasvase Tajo-Segura. Pero, a tenor de los hechos, eso no es obstáculo para que el socialista siga mendigando poco menos que la compasión de Sánchez, sabiendo de antemano cómo va a acabar la cosa.

Otra reivindicación histórica es la eterna reforma del modelo de financiación autonómica, que lejos de producirse, ni siquiera hay atisbo de una mínima intención de ello. Aún así, Puig sigue haciendo uso de su palabra fetiche. Sánchez lleva casi cinco años en la Moncloa, tantos como el valenciano lleva asegurando que su jefe va a modificar el reparto de los fondos regionales. Una mentira como tantas otras.

Pedro Sánchez y Ximo Puig, en La MoncloaEFE

Sea cual sea el ejercicio presupuestario que se tome como muestra, el discurso socialista es invariable: le hemos sacado el compromiso sobre la financiación. Nada más lejos de la realidad. La valenciana sigue siendo la comunidad más infrafinanciada y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por activa y pasiva ya ha dicho que no piensa tocar el sistema.

Eso sí, para contrarrestar esa cerrazón Puig tiene el bálsamo de fierabrás: «diálogo». Así todo lo va a curar, aunque la realidad pone negro sobre blanco que desde el Ejecutivo central siguen tomando al presidente valenciano como alguien sin influencia alguna, alguien de nuevo dócil al que pasarle la mano por el lomo para calmarle. No hay nada como el diálogo.

En el terreno político, fuentes del Partido Popular consultadas aseveran que la verdadera actitud de Puig está siendo la de «los anuncios y las palabras vacías» porque por mucho que lo proclame a los cuatro vientos la disposición, su posición es la de «nunca» estar dispuesto «a dialogar de verdad».

En el PP de la Comunidad insisten en que la formación le ha mostrado su «apoyo» de cara a defender los intereses «fundamentales» de la región, aunque siempre se han encontrado «la callada y el portazo por respuesta». Su resumen deja poco lugar a la interpretación: «Puig quiere imponer y no dialogar».

Opinión similar tiene la portavoz de Vox en las Cortes Valencianas, Ana Vega. Según indica, bajo la apariencia de «diálogo» se esconden «cortinas de humo porque nunca ha consensuado ninguna medida».

A su juicio, tras ocho años de mandato de PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem, los valencianos son «más pobres, las familias están más endeudadas, miles de autónomos se han arruinado, nos han quitado a los padres el derecho a educar a nuestros hijos… y así hasta el infinito».

Con este panorama, Puig tiene en pocas semanas una verdadera muestra de diálogo. Al igual que él con Pedro Sánchez, no tiene que hablar. En este caso, serán los valencianos el 28 de mayo los que alcen la voz y digan lo que realmente piensan.