El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con Ximo Puig y Sandra Gómez en un acto del PSOE en Valencia.EFE

Elecciones 23-J  La campaña más difícil para Ximo Puig: pérdida de poder, pensando en el Senado y sin relación con Sánchez

El presidente valenciano en funciones afronta las generales cediendo la Generalitat a Mazón y en la obligación de compartir escenario con el presidente del Gobierno, algo que le parece más incómodo que grato

No corren buenos tiempos para el presidente de la Comunidad Valenciana en funciones, Ximo Puig. Durante la jornada de reflexión de las pasadas elecciones autonómicas e incluso a lo largo del propio día de la votación, fuentes del equipo directo del socialista aseguraban a El Debate que la izquierda conseguiría casi sin despeinarse retener la Generalitat.

Sin embargo, la voluntad de los ciudadanos tronchó las expectativas creadas y el bloque de centro-derecha logró una holgada mayoría absoluta que permitirá el próximo jueves que el popular Carlos Mazón se convierta en el nuevo jefe del Ejecutivo regional. Una vez asumida la derrota en las urnas, Puig ya estaba diseñando un futuro alejado de la política, pero con Pedro Sánchez los sueños sueños son.

Como es bien sabido, a las 11 de la mañana del 29 de mayo el presidente del Gobierno convocó comicios generales para el 23 de julio y eso supuso un frenazo en seco a los planes del valenciano. Sin darle tiempo para que se enfriase, la maquinaria electoral se puso de nuevo en marcha y en ese contexto es impensable dar el paso atrás que Puig anhelaba. Por tanto, en estos días está viviendo su campaña más difícil.

Las principales instituciones, del PP

Lo es por varios motivos. El primero es el poco tiempo entre el 28-M y el 23-J. 54 días -por ahora van 41- que en ningún caso han servido para recuperarse del durísimo golpe que las elecciones autonómicas y municipales supusieron para el PSPV-PSOE. Con la pérdida de la Generalitat, los socialistas dicen adiós a la mayor plaza que gestionaban en toda España -con más de cinco millones de administrados-, pero no es la única, ya que también se han despedido de las alcaldías de Castellón o Elche y de la vicealcaldía de Valencia. Lo mismo sucede en el terreno provincial, con la Diputación castellonense ya en manos del PP y la de Valencia a escasos días de correr el mismo destino.

Otra razón por la que la campaña de las generales no va a serle fácil a Puig es por lo que hay en juego. En la de mayo, su implicación fue máxima porque era la reelección como presidente de la Generalitat lo que estaba sobre la mesa. Con el nuevo panorama tras la convocatoria de las generales y estando en la rampa de salida una vez Mazón sea nombrado su sucesor, el socialista ha bajado revoluciones políticamente hablando y está ya pensando en otras cosas, como su próxima marcha al Senado.

Fue el propio Puig quien lo anunció, asegurando que quiere ser «útil allá donde lo pueda ser». En este sentido, se escudó en que la «cuestión territorial» es un aspecto que ha defendido «siempre» para justificar que se vaya a postular como senador por designación autonómica cuando tras las elecciones de mayo insistió en que no iba a irse a la Cámara Alta: «Ahora puede ser el momento de defenderla -la cuestión territorial- también desde el Senado», sostiene.

Pedro Sánchez, junto a Ximo Puig y Sandra Gómez en un acto del PSOE en Valencia.PSOE

El tercer motivo por el que la campaña se le puede hacer cuesta arriba al líder del PSPV-PSOE es el hecho de tener que compartir escenario con Pedro Sánchez. Puig se podría aferrar a que el jefe del Ejecutivo ha dado un giro de 180 grados a su estrategia y está cambiando los mítines por entrevistas, incluso preguntándose a sí mismo y respondiendo desde la sede de Ferraz.

Sánchez da la puntilla a Puig

Sin embargo, como la relación entre ambos dirigentes es tan mala, aunque Sánchez vaya a hacer tan solo un acto de partido en Valencia -el próximo sábado- esas horas coincidiendo están más cerca de ser un suplicio que una grata compañía. Desde hace menos de un año, los desencuentros entre el presidente del Gobierno y Puig han sido tan constantes como sonoros. Dos son los que han destacado.

El primero tiene que ver con los impuestos. Nada más volver de las vacaciones de verano, el valenciano anunció por su cuenta y riesgo una rebaja del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) a los sueldos de hasta 60.000 euros. Esta medida no solo enojó tremendamente a Sánchez porque desobedecía la directriz de Moncloa de no bajar tributos, sino porque Puig se equiparó en este aspecto a Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso, que habían aprobado iniciativas similares.

El segundo gran punto de fricción ha sido a cuenta del agua y del recorte que el Ejecutivo central ha llevado a cabo en el trasvase Tajo-Segura. Aunque en un primer momento el barón socialista se abstuvo a la hora de votarlo en el Consejo Nacional del Agua (CNA), los cálculos electorales obligaron que virase su posición, llegando incluso a llevar al Gobierno ante el Tribunal Supremo. Si había una mínima esperanza de recomponer la confianza, ahí se dinamitó todo: fin a la relación Sánchez-Puig.

El valenciano no tendrá más remedio que sonreír y disimular en el escenario, pero la incomodidad respecto a su jefe de filas será más que evidente, más aún cuando hace unas semanas Ferraz, es decir, Sánchez, rectificó las listas del PSPV-PSOE al Congreso que había presentado la dirección de Puig.

Si ese golpe ya es lo suficientemente duro, lo que hizo el presidente del Gobierno fue aprobar las que propuso Carlos Martínez Bielsa, alcalde de la localidad valenciana de Mislata, secretario provincial de la formación y quien se va a presentar para liderar la federación valenciana y suceder a Puig. Un mensaje en toda regla.