Historia valenciana
El último pueblo que compraron los Templarios está en Castellón y es uno de los más bonitos de España
En la zona del Alto Maestrazgo se halla Culla, un pueblo medieval que esconde muchos secretos en su interior y una enorme historia
Castellón esconde un tesoro en el interior de la provincia, que no solo se trata de uno de los pueblos catalogados como más bonitos de España, sino que oculta una rica historia detrás. Se trata de Culla, situado en la zona del Alto Maestrazgo y de origen medieval, que además es uno de los últimos vestigios de los Templarios en la península.
La Leyenda de los Templarios es muy característica de Culla, donde todavía se pueden encontrar huellas en la arquitectura y patrimonio del pueblo. Antes de la desaparición del Orden del Temple en 1307, este rincón del interior de Castellón fue la última propiedad que adquirieron.
Última y más cara adquisición
El 27 de marzo de 1303, las tierras del Señorío de Culla (actuales términos municipales de Culla, Benasal, Atzaneta del Maestrazgo, Vistabella del Maestrazgo, La Torre d’En Besora, Benafigos y Vilar de Canes) pasaron a control templario. En el documento original, que aún se conserva en el Archivo Municipal, se pueden contemplar las firmas de Guillem d´Anglesola, antiguo Señor y nieto del noble aragonés Don Blasco de Alagón y líder de la reconquista cristiana de esas mismas tierras, y de Arnald de Banyuls, Comendador templario en Peñíscola, el cual firmó en nombre del último Gran Maestre de la Orden, Jaques de Molay.
Los templarios desembolsaron 500.000 sueldos valencianos en la compra de Culla, que curiosamente fue la última y más cara adquisición de la Orden del Temple en la Corona de Aragón. La adquisición fue estratégica para la época, ya que recorría toda la provincia, desde Peñíscola hasta Burriana.
Además de su ubicación geográfica, no hay una clara explicación de por qué los Templarios llegaron a desear tanto la posesión de Culla, ya que en aquel momento eran la organización más rica y poderosa de todo Occidente. Entre algunas de las curiosidades y teorías de la época, hay publicaciones que hablan de la práctica de la ciencia alquímica, ya que parece ser que las fuerzas telúricas confluyeron en Culla.
También se habla de terreno de evasión para instalar a los numerosos colectivos de cátaros, que desde mediados del siglo XIII, bajaban en maltrechas condiciones desde Occitania. Se establecieron por todo este territorio dedicándose a la comercialización de la lana. Las aguas termales de la población vecina de 'Benassalal' también podrían ser de interés para la organización. Aunque si por algo era importante la posesión de Culla era porque constituía la frontera entre Aragón y Valencia, un punto ideal para la expansión del Cristianismo.
Esta pequeña joya castellonense también fue de origen musulmán, al igual que otros rincones de la península Ibérica. Aunque sus orígenes se remontan a la prehistoria, un hecho conocido gracias a que ha podido probarse por los restos arqueológicos hallados y las pinturas rupestres del barranco de Santa Maria y Covarxa.
El Castillo de Culla, de origen árabe, es uno de los regalos que los templarios recibieron del rey Alfonso II en el año 1303. Hoy en día, esta fortaleza está en ruinas debido a la Primera Guerra Carlista.
Aunque, gracias a una rigurosa obra de restauración y rehabilitación, es posible visitar esta fortificación que fue pasando de manos por su privilegiada ubicación. Levantado sobre un espolón rocoso a más de mil metros sobre el nivel del mar, a esa altitud se llega a atisbar con toda claridad el Maestrazgo, el golfo de Valencia o el Parque Natural del Montgó, en Denia.
El castillo lo componen un total de cinco recintos que se adaptaron a la orografía del lugar. La antigua alcazaba, el patio de armas, la Torre del Homenaje, también llamada la torre de Fray Pere, símbolo del vasallaje y poder feudal de la época; El Perxet, un porche del siglo XIV o la prisión medieval son algunos de los puntos de interés, recuperados gracias a una cuidadosa obra de rehabilitación y restauración.
Hoy en día se puede acceder a visitar lo que queda del castillo, a través de una rampa de piedras sueltas, pero es necesario preguntar en el pueblo para que aporten indicaciones, ya que no es nada fácil llegar a las ruinas.
Otras joyas del pueblo
Culla, además de su castillo, esconde otras joyas en su paraje natural y sus callecitas medievales. Todo su casco histórico es digno de admirar y recorrer, repleto de callejuelas estrechas, pequeñas plazoletas y edificaciones de piedra en tonos de tierra. Entre estos rincones se esconde la Iglesia del Salvador, la plaza del Pardal, donde antiguamente se cobraba el diezmo y siglos después las parejas del pueblo se reunían para bailar al anochecer y el Arco de la Porta Nova, el acceso mejor conservado del conjunto amurallado a día de hoy, entre otras.
La Casa Abadía también es otro de los intereses turísticos del pueblo, ahora centro de recepción de visitantes. Otro edificio emblemático es el Antiguo Hospital, reconvertido en museo histórico, o el Centro de Interpretación Territorio Templario, ubicado en los edificios del Antiguo Ayuntamiento.
La pequeña localidad también cuenta con otros atractivos fuera de su casco histórico. El Parque Minero del Maestrazgo, situado en el paraje natural de la Fontanella, reúne las únicas minas de hierro visitables de la Comunidad Valenciana. Bajo el nombre de Victoria y Esperanza, se oculta un entramado de galerías longitudinales de más de cuatro kilómetros.
La naturaleza que rodea Culla también es uno de sus principales atractivos. Situada en el interior de la provincia de Castellón, su paisaje se extiende a través de numerosos desniveles en forma de cuevas, manantiales, barrancos y escarpadas montañas.
Un entorno de gran valor ecológico, donde la naturaleza convive con la fauna, donde se puede observar en sus tierras cabras hispánicas, buitres leonados y demás fauna local.
Y en medio de este paraje se encuentra la Carrasca de Culla, una majestuosa joya botánica que fue declarada árbol monumental de la Comunidad Valenciana. Desde el siglo XVI lleva observando el devenir de la villa y ha llegado a alcanzar los veinte metros de altura y un peso estimado de ochenta toneladas.