Los estragos de la DANA
La angustiosa búsqueda de los familiares: «Voy andando a llevar comida a mi suegro; no sé si sigue vivo»
La Comandancia de la Guardia Civil en Valencia fue este miércoles un goteo incesante de familiares y amigos de desaparecidos intentando saber dónde están los suyos
La calle Calamocha de Valencia, ubicada en el popular barrio de Patraix, suele tener una actividad bastante tranquilla, más allá de los negocios que allí están y algún vecino que disfruta de sus parques y zonas que permiten alejarse un tiempo del ruido de los coches propios de la tercera ciudad de España. Sin embargo, y por desgracia, lo que vivió este miércoles se aleja sobremanera de un día al uso en la zona.
El motivo es que allí se encuentra la Comandancia de la Guardia Civil, el lugar designado para que los familiares y amigos de los desaparecidos por la DANA que ha azotado la provincia levantina se acerquen a preguntar por ellos. A eso de las 15:30 horas apenas había llegado gente a tal efecto, pero según avanzaba la tarde y la noche el goteo era incesante, puesto que coincidía con la bajada de los caudales en multitud de municipios y con la angustia y prolongada espera por no saber nada de los suyos.
Se trata de una estrecha calle de un único carril que, por los estragos climáticos y sus consecuencias, vio cómo no pocos coches tenían que aparcar en doble fila. De ellos, con una desesperación de niveles siderales, bajaban personas cuya angustia ponía la piel de gallina a todos los presentes.
Furgones con cadáveres
Esta sensación se vio todavía, si cabe, acrecentada, cuando dichos familiares trataban sin éxito llamar o enviar un whatsapp a sus padres o hermanos mientras entraban varios furgones del Grupo de Identificación de la Benemérita, augurando muy mal destino dado que transportaban cadáveres.
Durante ese tiempo, El Debate pudo hablar con varios de los afectados. Independientemente de la localidad de la que procedían, el sentimiento de desolación era común en todos ellos. Poniendo nombres ficticios para preservar su intimidad, un ejemplo es el relatado entre lágrimas de María del Carmen:
«No tengo noticias de mi padre. Lo último que sé es que me dijo que bajaba a ver cómo estaba el coche y que al abrir la puerta le salió mucha agua. No puedo decir más», narra. Su progenitor, de la localidad valenciana de Paiporta, la zona cero de la DANA, tiene 72 años y vive solo: «La casa, si sigue en pie, tiene tres pisos. Espero que haya podido salir del garaje y subir, pero tampoco sé cómo estaría y si ha podido pasar la noche con tanta agua, estrés, frío y sin comida ni bebida», lamenta la hija.
Otro testimonio es el de Sara. En este caso, también se trata de su padre. De nuevo llorando, pierde poca esperanza: «A mi padre le arrastró la riada por un barranco en Massanassa. Sabemos (está con su hermano) que a mí madre la rescataron, pero no sé si mi padre seguirá vivo», afirma
Uno de los momentos más trágicos y desesperantes ha sido el vivido por Arturo y su pareja después de esperar en torno a media hora en las instalaciones de la Benemérita y detallar a este periódico que su padre salió de su casa para intentar salvaguardar su vehículo y que la última noticia suya fuera que «pasadas las diez de la noche» su madre vio que estaba encima de un coche en el sótano.
A esta familia, una vez notificada la desaparición, un guardia civil le ha llamado por teléfono y se han desplazado hasta la Ciudad de la Justicia, que es donde se ha instalado la morgue principal para identificar los cadáveres.
Lo de Pablo es digno de mención. Su suegro también se encuentra incomunicado desde la pasada madrugada. Él y su mujer creen que está bien porque ambos confían en que haya podido subir al tercer piso de su vivienda pese a la crecida del agua el Massalfassar. Aún con todo, su preocupación por que no tenga «comida, agua ni luz» va mucho más allá: «Voy a ir andando a llevarle comida y a saber si esta vivo. Esto es desolador y angustioso», subraya.
Cuando se producen este tipo catástrofes, la distancia hacia las posibles víctimas es aún mayor. Un caso es el de Juan, que se acercaba a hablar con el Instituto Armado «por indicación» de la hija de un desaparecido:
«Ella vive fuera de Valencia. Ha llamado al teléfono de desaparecidos. Le han dado un número de teléfono, pero he venido aquí para intentar hacer alguna gestión porque la última comunicación que tiene con él es a las 22:45 horas y había entrado agua a su casa», dice sobre un hombre que tiene 66 años y vive solo.
Por último, El Debate le ha preguntado a un agente de la Guardia Civil acerca de los tiempos previstos para el rescate y poder empezar a evaluar daños y su respuesta no ha sido nada alentadora: «Los cuatro o cinco días no los quita nadie… y a ver lo que nos encontramos», comenta compungido.