Catarroja

La incertidumbre de los niños que han vivido la DANA: «Mamá, ¿ahora vamos a ser pobres?»

Los más pequeños acompañan a sus padres en las labores de limpieza de los edificios en ruinas a la vez que tratan de ser niños y asimilan la catástrofe natural que les ha arrollado tan solo dos años después de la covid.

Los niños han cambiado los balones y los juguetes por cubos, fregonas y palas para ayudar a sus familias en las labores de limpieza. Sus calles, colegios, casas, tiendas y plazas están impregnados por barro. Hay huecos en los tabiques de las casas, desde donde se puede ver cómo los vecinos también se entregan para poder volver a la normalidad. Los niños están ahí para ayudar, para apoyar a todos sus seres queridos y aportar su granito de arena, desde la incomprensión y la inocencia propia de esas edades.

En lo que queda de calle próxima al barranco de Catarroja donde se desbordó y comenzó a correr con fuerza, los más pequeños están ahí al pie del cañón. En casa de Mari Carmen, está toda la familia ayudando. Se puede ver a su hija rascando en la pared para quitar los restos de pintura mezcladas con barro y también a su nieta.

Ella todavía es una niña que le ha tocado pasar, en poco tiempo, por una pandemia mundial y ahora, por un desastre natural que ha dejado a su abuela sin nada. Es consciente de la gravedad de la situación y, por eso, con una sonrisa en la boca y haciendo la vida más fácil a los que le rodean sin duda un segundo en coger un escobón, una mascarilla y un par de guantes y ponerse a limpiar todo el suelo empantanado de la casa

Eso sí, la sonrisa y la inocencia es lo último que se pierde. Después de todo, dentro de esta casa se respira esperanza y dan gracias por estar todos vivos. Aunque, la realidad es dura y reconocen que «lloran varias veces al día» porque cuesta «asimilar todo lo que ha ocurrido».

Niños ayudan a limpiar un bar en SedaviIranzu G. Vergara

La ingenuidad y la esperanza: las dos aliadas de los más pequeños

Los niños mantienen la esperanza y viven la catástrofe con preocupación porque ven cómo sus pueblos se han derruido y cómo sus familiares, amigos y vecinos sufren las consecuencias.

«Esto es una pesadilla, te levantas y no te explicas cómo ha pasado», cuenta la madre de Claudia y Pablo dos niños de Catarroja. Lamenta que sus hijos de 5 y unos 7 años, «tengan que ver todo esto» porque «es tercermundista», solloza.

«Mamá, ¿vamos a ser pobres?» , esta frase se la dijo Pablo a su madre cuando se dio cuenta como niño de cómo en un segundo su vida había cambiado por completo. Aunque, en el fondo siguen siendo niños y la inocencia es lo último que pierden.

Mientras caminan tienen que parar a unos voluntarios para pedirles unas botellas de agua, aunque es lo que más escasea: «Es para los niños, no paran de pedirla», explica esta madre.

Ahora los niños no tienen clase, están en casa con sus padres y «están viviendo un segundo revés después de la pandemia». Aunque, a pesar de todo ellos siguen siendo niños y también se ilusionan jugando juntos y evadiéndose de la desesperanza con cualquier cosa.

Una gran ayuda para su ´cole'

Los niños y niñas del colegio público Sant Blai no dudaron ni un segundo en acudir a su cole, a su casa, para ayudar a limpiar el patio y todos los juguetes que habían quedado llenos de barro y arrasados.

«Los niños vinieron enseguida y se metieron en el patio con el barro hasta la rodilla para ayudarnos», cuenta Ana una de las madres voluntarias que ocho días después continúa desinfectando y limpiando el colegio.

Recuerda que una de las escenas que más le conmocionó fue la de una niña que se sentó en el patio, «rodeada de barro por todos los sitios, con material escolar destrozado por el suelo y voluntarios ordenando el caos de la DANA» y ella estaba en su pequeño oasis, en mitad del caos, siendo simplemente una niña y pintando con rotuladores de colores: «¿Has visto cuántos colores tengo?», es la frase que a Ana se le ha quedado grabada.