Reaparece en Valencia el «pescao», la peligrosa droga sintética cien veces más potente que la marihuana
La Policía Nacional ha detenido en la capital a un grupo de narcotraficantes con medio kilo de una sustancia que ya puso en alerta a las autoridades hace más de un lustro
Dos operaciones antidroga de la Policía Nacional en Valencia han vuelto a sacar a la palestra al «pescao», una peligrosa droga sintética que no es marihuana, aunque su apariencia es similar y se consume como tal. Sus efectos, sin embargo, son cien veces más potentes y ya alarmaron a las autoridades españolas hace un lustro.
La Jefatura Superior de Policía informaba este jueves de que había detenido a una mujer y cinco hombres por tráfico de drogas que operaban en tres narcopisos de la ciudad del Turia. Además de marihuana y hachís, 7.770 euros, una pistola taser, una defensa extensible, una placa emblema simulada de Policía Nacional, tres básculas de precisión y botes de óxido nitroso, los agentes se han incautado de varios botes de un producto para impregnar hierbas y producir la denominada «marihuana sintética», que, como la cocaína rosa no es en realidad cocaína, tampoco supone ningún tipo de cannabinoide.
Policías de la comisaría de Patraix comprobaron cómo, en una de las viviendas, una pareja joven junto a sus tres hijos menores de edad vendían «pescao», que, como precisan desde el CNP, recibe este nombre «por el fuerte olor que produce en el momento de ser consumida». «Esta sustancia es conocida por causar un alto grado de drogodependencia entre los consumidores, pudiendo incluso causar problemas psiquiátricos debido a su alta toxicidad», añaden desde la Policía Nacional, desde donde indican que se intervinieron 580 gramos de esta sustancia.
Desde la entidad especializada en drogas Energy Control señalan que «a diferencia del cannabis, utilizado desde hace miles de años por el ser humano y con efectos y riesgos bien conocidos, la mayoría de los cannabinoides sintéticos sólo se han ensayado en laboratorio y nunca se han investigado en humanos, por lo que sus riesgos potenciales son mucho mayores». Desde esta organización apuntaban hace unos años a que el consumo de este estupefaciente «se trata de un fenómeno minoritario circunscrito a una zona geográfica concreta y del cual no existen datos que lleven a pensar que se da fuera de la misma», en alusión a la Comunidad Valenciana.
Sus estragos, sin embargo, ya se documentaron entonces. «Creía que me perseguían y que la gente podía leerme la mente», apuntaba un adolescente en 2019 tras romper un cristal de su clase, en una información publicada en Las Provincias ese año, en la que se refiere que, como otros consumidores, tuvo que tratarse los síntomas de agitación y el cuadro delirante.
Un documento informativo elaborado por los ayuntamientos valencianos de Bonrepós y Mirambell, Foyos, Meliana y Vinalesa indicaba que algunos de los síntomas de esta mal llamada «marihuana sintética» pasaban por «la gran somnolencia que produce, acompañado de un gran aletargamiento que puede durar hasta cuatro y seis horas».
«Los ojos rojos denotan también consumo, a la vez que la poca coordinación de movimientos, o las dificultades para hablar, hacen que tengamos que indicios de que haya habido un consumo», añadían. En el informe se alertaba, asimismo, de que «la adicción se genera muy rápido y el síndrome de abstinencia surge con rapidez. Por ello se pueden vivir situaciones desagradables con el entorno y de falta de seguridad para las propias personas que consumen».
Este tipo de «marihuanas sintéticas» se conocen en España, al menos, desde 2017, cuando entraron por el aeropuerto de Alicante-Elche más de 12 kilos camuflados en bolsas de café llenas de golosinas. Una cantidad que en el mercado podría haber alcanzado los 3,5 millones de euros. La Guardia Civil detuvo a dos hombres procedentes de Reino Unido, donde el consumo de este tipo de sustancias es más habitual que en España.
En la provincia de Valencia, sin embargo, no es infrecuente, saltando de vez en cuando a los titulares de los medios noticias relacionadas con la misma. Así, por ejemplo, el pasado junio, cinco pacientes de un centro de salud mental de Godella tuvieron que ser hospitalizados por intoxicación tras consumirla. En 2019, un joven de 26 años murió carbonizado al explotar el laboratorio en el que manipulaba los productos químicos necesarios para su elaboración.