
Protesta de la afición del Valencia en el estadio de Mestalla, exigiendo su dimisión.
'Nuevo' estadio y posibles venta y descenso: el Valencia, ante el año más crucial de su historia
La entidad che afronta lo que queda de temporada con una inestabilidad social, económica y financiera sin precedentes y a la espera de que Peter Lim pueda decidir desde Singapur
En el argot futbolístico, tan dado a adoptar expresiones de muchos otros ámbitos, hay una frase que se suele dar en los primeros meses de la temporada. Esta es la que suena así y se refiere, principalmente, a entrenadores: «No se come los turrones». Aunque el significado es fácil de deducir, para los no aficionados al balompié cabe decir que es el recurso manido para decir que cuando un equipo va francamente mal, su míster no llega a Navidad.
Este el caso de Rubén Baraja. Tras prácticamente dos años al frente del banquillo che, el pasado 23 de diciembre y pese a tener un año y medio de contrato por delante, el Valencia decidió prescindir de sus servicios como preparador del primer equipo dada la «dinámica de resultados durante esta temporada» y la necesidad de « revertir la situación y conseguir mejores resultados».
Cabe destacar que la entidad se encuentra inmersa en un contexto como no los que no ha sufrido en los últimos años. Ni siquiera en las últimas décadas. A un paso de un descenso que el grueso de su afición ve como algo tan seguro como irreparable, también suma una insostenible situación deportiva, social y económica. El cóctel perfecto para lo que la parroquia blanquinegra augura, pero no quiere que llegue a pesar de que el cambio de año le acerca un poco más a ese abismo.
'Bienvenido, Mister Marshall'
Si en lo deportivo, el Valencia ya no coquetea con el descenso, sino que es uno de los fijos en las tres posiciones que obligan a bajar a la Liga Hypermotion (Segunda División, de antaño), la comunión entre los socios y abonados y los propietarios no puede ser peor. Aunque años atrás Peter Lim llegara a la capital del Turia emulando a Bienvenido Mister Marshall, el panorama hoy es bien distinto: un dueño que apenas pisa la ciudad y que dirige el club desde Singapur mediante sus emisarios en MestallaEn este sentido, ello puede ser derivado de la multitudinaria campaña de la masa social valencianista contra el magnate y que se refleja en el ya archiconocido Lim Go Home (Lim, vete a casa, en inglés). La ruptura entre el palco y la grada es total y no existe ni el más mínimo viso para que algo de lo que hubo se pudiera volver a recoser.

El propietario del Valencia Club de Fútbol, Peter Lim, visitando las obras del Nuevo Mestalla, en una imagen de archivo
Como solución, no pocos socios llevan años planteando una palabra clave: venta. El problema es que los cientos de millones que en su día puso Lim no son nada fáciles de recaudar. No obstante, hay una fecha clave, más allá de la jornada 38, que puede determinar el futuro che. Esta no es otra que el próximo 12 de enero.
Ese día es clave para el devenir del Nuevo Mestalla, una obra que lleva parada desde febrero de 2009 y que sigue dejando una estructura a la intemperie, más propia de un monumento clásico de las épocas griega o romana. Cuando llegue la fecha, la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, ya ha avisado a Lim de que no permitirá más prórrogas. Hasta aquí. Dicho de otra manera, o se reanudan las obras o todo lo hecho quedará en nada.
Esa cita supondrá para el multimillonario un ultimatum. No el primero, pero aunque pudiera parecer un oxímoron, sí el último. Las malas lenguas sostienen que el asiático está aguardando a poder finalizar la operación urbanística con el futuro coliseo con tal de ultimar la venta del club. En cambio, con Lim cualquier pronóstico es más que arriesgado, más aún cuando el Valencia está en una situación límite y su futuro es, cuanto menos, incierto.