La marcha de GálvezAugusto Ferrer Dalmau

La Trinchera de la Historia

La batalla de Pensacola

  • Descubre un nuevo capítulo de la serie veraniega de El Debate sobre grandes batallas históricas

  • 'La Trinchera de la Historia' ofrece bajo estas líneas una recreación sonora en podcast que puedes disfrutar mientras lees el artículo​

Aunque el 4 de julio de 1776 se aprobó la declaración de independencia de los Estados Unidos de América, la guerra de independencia no había terminado aún. Gran Bretaña poseía trece colonias en el norte de América. Los territorios americanos eran fuente de riqueza para los británicos, que obtenían de estas tierras valiosas materias primas que les permitían estar a la altura de los avances que exigía la revolución industrial.

La Guerra de los Siete Años (1756-1763), que enfrentó a Inglaterra contra Francia, aunque supuso una victoria a los ingleses, fue también fuente de pérdidas para ellos. Una de las medidas para solventarlas fue el incremento coercitivo en las colonias americanas, así como la aparición de nuevas leyes que gravaban los productos de exportación procedentes de las colonias. La insatisfacción de los colonos no tardó en manifestarse en las primeras revueltas y motines. En 1775, Gran Bretaña declaró el estado de rebelión de Massachussets; ese mismo año inició la lucha entre los soldados del imperio británico y las trece colonias americanas que clamaban por su independencia. Francia, enemiga histórica de Inglaterra, acordó ofrecer su apoyo a los americanos. Más adelante, tampoco faltaría la intervención española, con importantes victorias en Baton Rouge, Mobila y Pensacola.

No será hasta el año 1783 cuando se dio por concluida definitivamente esta guerra con la firma del Tratado de París entre Gran Bretaña y los nuevos Estados Unidos de América. La victoria norteamericana marcó un antes y un después en la historia de este continente. La participación de España contribuyó en ello.

La presencia de España en La Florida

La bahía de Pensacola y territorios de La Florida habían sido explorados por expediciones españolas dirigidas por Pánfilo de Narváez (1528) y Hernando de Soto (1539-1543). No obstante, no fue hasta 1559 cuando se fundó el primer asentamiento español en La Florida (actualmente Pensacola). Será también él quien rebautice esta bahía que pasó a llamarse Bahía Filipina, en honor de Felipe II. Con todo, el terreno estuvo siempre amenazado por las pretensiones de los franceses, que ya controlaban La Louisiana.

El Tratado de París en 1763 había puesto fin a la Guerra de los Siete Años, pero implicó la superioridad inglesa y prusiana a la hora de las concesiones y repartos. Tanto Francia como España, se vieron bastante perjudicadas. Los españoles se vieron obligados a ceder a Gran Bretaña algunas colonias en torno al Mississipi y La Florida, que incluía la ciudad de Pensacola. A cambio, recibió Cuba y Filipinas, aunque más tarde las perderíamos definitivamente en 1898. Asimismo, tuvo de entregar Sacramento a Portugal y recibió La Louisiana de manos francesas. España aprovechó la inestabilidad generada a raíz de la independencia de los Estados Unidos de América para recuperar su papel en el territorio y reclamar los territorios que les habían pertenecido años atrás.

El medio para ello era ofrecer su apoyo a los enemigos de los británicos: los recién independizados americanos. Apoyo material y humano de nacionalidad española se pusieron en juego en esta ciudad de La Florida. Éstos no podían imaginarse lo útil que terminaría resultando la ayuda española y lo decisiva que sería la toma de Pensacola a la hora de consolidar su independencia y librarse de la presencia británica en el continente.

Bernardo de Gálvez

Malagueño de origen, Bernardo de Gálvez se abrió paso en el mundo militar desde niño y, muy joven, asumió ya importantes cargos de mando en Nueva España y en la península. Todos estos méritos le permitieron ascender hasta convertirse, con solo 30 años, en gobernador interino de la provincia de Louisiana. Ésta, con apenas ciudades y habitada por unos pocos criollos franceses y algunas tribus indias de dudosa lealtad, parecía un destino de segunda dentro de la inmensa monarquía española.

Aunque España no se había declarado oficialmente a favor de ninguno de los bandos, pues desde la península se temían las implicaciones que esto pudiera suponer, Gálvez ya mantenía relaciones secretas con los jefes americanos de la zona a los que suministraba desde pólvora hasta mantas. Además, su constante apoyo en armas y dinero fue fundamental para sostener el ejército de George Washington.

La situación se mantuvo así durante tres años, en los que el gobernador acometió nuevas fundaciones dentro del proceso colonizador español. Transcurrido este tiempo, el 21 de junio de 1779, Carlos III toma la resolución de declarar la guerra a Gran Bretaña, el escenario sería la bahía de Pensacola y la ribera del Mississipi.

A partir de entonces, España tomó parte activa en la contienda. Las sucesivas expediciones españolas sobre fuertes, ejércitos y fragatas británicas resultaron en victorias y en la consiguiente extensión del dominio español en la cuenca del bajo Mississippi. Los éxitos de Gálvez le fueron reconocidos con su ascenso a mariscal de campo. Pero, aún tenía en el horizonte un ambicioso objetivo: el golfo de México y las plazas de Mobila y Pensacola. Las campañas de Gálvez distrajeron esfuerzos esenciales de los británicos hacia el sur, ayudando a los rebeldes americanos. El asedio de Pensacola se alargó todavía unos meses entre duros combates de trincheras con los ingleses y sus aliados indios hasta que Campbell admitió la capitulación y entregó la ciudad a los españoles.

Las dificultades de Gálvez y falta de apoyo

No todo fueron facilidades para Bernardo de Gálvez. Aunque contaba con un gran número de hombres a su cargo, no siempre hubo absoluto consenso entre ellos. Ya en el Consejo de Guerra celebrado en La Habana previa a la expedición las dificultades que planteaba el acceso a Pensacola, tanto por la geografía como por la meteorología, fue motivo de discrepancias entre los presentes. La opinión se dividió: Gálvez no dudaba de que el ataque debía realizarse por mar con una flota potente; por su parte, Miguel de Goicoechea era partidario de acceder por vía terrestre. Al no conseguir de ellos apoyo ni recursos, Gálvez se vio obligado a pedir ayuda a Diego Navarro y al General Navia, con cuyos refuerzos pudo, finalmente emprender el avance.

Pero no terminaron aquí las disensiones. José Calvo de Irazábal estaba al mando de las fuerzas navales como comandante. Era reticente a avanzar más allá de la isla de Santa Rosa, pues las condiciones meteorológicas no eran prometedoras. De hecho, el San Ramón quedó encallado y hubo de quedar atrás para ser reparado. Gálvez animó a Calvo a continuar con él, pero este prefirió quedarse a bardo del San Carlos. Bernardo se vio obligado a continuar solo hacia Pensacola. No le afectaron los reproches de Calvo, que lo acusó de traidor, para luego retirarse a Cuba a bordo de San Ramón.

El general inglés John Campbell, que estaba al mando de la guarnición de Pensacola, tuvo conocimiento del desastre de la flota española y ordenó recuperar Mobile. Pero los ingleses se retiraron sin poder recuperarla. Meses después, con la flota fondeada en la bahía, Bernardo esperó la llegada de refuerzos de Mobile y de Nueva Orleans. Durante la espera el general inglés, John Campbell, ordenó la quema de edificios civiles de Pensacola, lo que produjo indignación a Bernardo por la falta de humanidad y mala fe del general inglés.

Desde que Carlos III emitió la declaración oficial de guerra a Gran Bretaña el 21 de junio de 1779, las tropas españolas se dispusieron a acometer lo mandado: «Todos los esfuerzos deben dirigirse a arrojar las armas inglesas de Pensacola, Mobila y demás puestos que ocupan sobre el río Mississippi».

Tras la caída de Mobila, los españoles ponen su atención en el golfo de México. Los ingleses se habían refugiado en Pensacola. Pese a las duras condiciones meteorológicas, Gálvez, enfrentándose a las reticencias del Consejo de Guerra, tomó la decisión de proseguir.

'Yo solo'

Desde La Habana, se dirigen a la isla de Santa Rosa desde donde iniciaron la marcha hacia Pensacola. El navío San Ramón encalla y una parte de la misión decidió mantenerse al margen de la marcha, que Gálvez hubo de proseguir solo a bordo del Galvestown, que entró en la bahía de Pensacola junto a un par de lanchas y una balandra. La exitosa entrada alentó al resto de la flota que había quedado atrás y que, a excepción del San Román, se decidió a seguirle hasta allí.

A la vista de semejante amenaza, Campbell, el general inglés al mando de Pensacola, pide refuerzos a Jamaica. Por su parte, los españoles comienzan a desembarcar y toman Port Royal el 4 de abril. Con todo, necesitaban más hombres, que llegaron desde La Habana, y a los que se unieron varias fragatas y soldados franceses. A lo largo del mes de abril, los españoles se dedicaron a levantar trincheras y preparar la artillería. Pese a que los ingleses tentaron un ataque, no tuvieron éxito. Sí lo tuvo la descarga española del 6 de mayo, que provocó la capitulación definitiva de los ingleses de Campbell el 10 de mayo.

El 20 de mayo el convoy español se retira victorioso y se pone fin al cerco de la bahía de México. Carlos III mandó que la bahía de Pensacola pasara a llamarse Bahía de Santa María de Gálvez y decretó que el protagonista incluyera en su escudo el bergantín Galvestown junto al lema «Yo solo».

Créditos | La batalla de Pensacola

Con solo treinta años Gálvez es nombrado gobernador de la Luisiana, tres años después, en 1779 España declara formalmente la guerra a Gran Bretaña ayudando así a los estadounidenses en el enfrentamiento por su independencia. Pese a la opinión contraria de la Junta de oficiales Gálvez comienza a preparar a sus hombres. Las fuerzas Británicas del General Campbell se encuentran en Pensacola, a donde se traslada el joven Gálvez con todos los pronósticos favorables en contra. El asedio de Pensacola se alargó meses hasta que Campbell admitió la capitulación y entregó la ciudad a los españoles. Con esta victoria, Gálvez se convirtió en el teniente general más joven del ejército.

  • Dirección y locución: María Sánchez Martínez
  • Guion: Jorge Álvarez Palomino
  • Producción y diseño sonoro: Carla Farrais