Fotomontaje del portaaviones Juan Carlos I

Fotomontaje del portaaviones Juan Carlos IPaula Andrade

Armada española  Portaaeronaves L-61 Juan Carlos I: a bordo de una colosal fortaleza flotante

«El que no sepa rezar, que vaya por esos mares y verá que pronto lo aprende sin enseñárselo nadie». Una hermosa talla de la Virgen del Carmen con el Niño Jesús preside junto a esta advocación el Puente de gobierno del portaaeronaves Juan Carlos I. Al lado de la talla, pegadas en la pared, hay otras dos estampas de la Virgen, formando un altar que guía a esta colosal fortaleza flotante en sus misiones allende los mares. Hay una incesante actividad en la sala, que recibe una tras otra las órdenes del Centro de Información y Combate (CIC). Es primera hora de una calurosa y despejada mañana, y el buque insignia de la Armada española enfila la salida de la base naval de Rota para adentrarse en alta mar. La maniobra requiere la máxima precisión. Cada uno ocupa su puesto.

Una talla de la Virgen del Carmen junto a una advocación marinera presiden el puente de mando del Juan Carlos I

Una talla de la Virgen del Carmen junto a una advocación marinera presiden el puente de gobierno del Juan Carlos IAlonso Palacios

Ante la Virgen del Carmen, Patrona de todos los navegantes, se dispone lo que a ojos extraños puede parecer una confusa escena: idas y venidas, monitores, cámaras flir, tanto infrarrojas como de televisión, radares... El lento movimiento del buque va sustituyendo esa caótica impresión inicial, y cada pieza va encajando en el puzle. El oficial ayudante de derrota coordina la labor del personal de maniobra y navegación. Una gran carta náutica en papel se extiende en una de las mesas y refleja la naturaleza del fondo marino, las elevaciones, la configuración y características de la costa... pero, por si acaso, hay también una carta náutica electrónica activada. Una joven militar controla desde una pantalla de navegación todos los contactos que se encuentran en las proximidades.

El cerebro del L-61 Juan Carlos I

El puente de gobierno del L-61 Juan Carlos I recibe información constante del Centro de Información y Combate (CIC)Alonso Palacios

El Juan Carlos I va dejando atrás la silueta de la costa gaditana. Con una capacidad de desplazamiento de 26.000 toneladas, una eslora de 231 metros y una manga de 32 metros, este gigante de los mares comienza su travesía. Desde un yate, que parece insignificante, alguien saluda. El viento resbala sobre las ametralladoras de 12,7 m/m., en guardia ante una posible amenaza cercana. Se denomina «Force protection», y son puestos que ofrecen protección ante, por ejemplo, la aproximación de una embarcación enemiga, drones de superficie... Los radares del buque funcionan a pleno rendimiento. La imponente torreta exhibe el radar de exploración aérea Lanza 3-D, que permite tener un control del espacio aéreo de hasta 180 millas. Poco a poco, el buque deja atrás la costa.

El imponente L-61 Juan Carlos I zarpa desde la base naval de Rota

El imponente L-61 Juan Carlos I zarpa desde la base naval de RotaAlonso Palacios

El potente radar Lanza permite  controlar el espacio aéreo en 180 millas

El radar Lanza de última generación permite controlar el espacio aéreo en 180 millasMiguel Pérez Sánchez

Mientras el buque prosigue su navegación, nos adentramos en sus tripas. El teniente de navío Sergio Amaya nos guía a través del intrincado laberinto de pasillos interiores, que conoce como su propia casa. Unas pesadas puertas estancas nos dan acceso a la gigantesca cubierta interior, destinada a los vehículos de menos de 20 toneladas. La capacidad de este garaje de enormes dimensiones permite transportar desde vehículos ligeros a blindados. Y cuenta con un «ascensor» de aeronaves que comunica el hangar y garaje de vehículos con la cubierta de vuelo. Dispone asimismo de un espectacular dique inundable en el garaje de la cubierta inferior, dividido en dos compartimentos denominados «playas». Cuando el gigantesco portón de popa se baja, el agua del mar entra a borbotones y los dos huecos se llenan, permitiendo desplegar las lanchas del Grupo Naval de Playa.

El impresionante dique inundable del portaaeronaves Juan Carlos I

Una de las «playas» del impresionante dique inundable del portaaeronaves Juan Carlos IMiguel Pérez Sánchez

Las dos "playas" del dique inundable del L-61 Juan Carlos I

Cuando el portón de popa del L-61 Juan Carlos I se abre, entra el agua del mar en el dique interiorAlonso Palacios

El Juan Carlos I es un buque multipropósito y el mayor buque de guerra construido en España. Su denominación OTAN es LHD (Landing Helicopter Dock). Se denomina multipropósito porque dispone de cuatro roles diferenciados. Es decir, puede efectuar cuatro tipos distintos de misión. La primera es la de buque anfibio: transportar a la Fuerza de Infantería de Marina para realizar un desembarco y apoyar las operaciones militares en tierra. Con el rol de buque logístico, está preparado para transportar fuerzas de cualquier rama del Ejército a cualquier escenario militar. En tercer lugar, puede operar con perfil de misión de portaaeronaves. Su capacidad aérea le permite transportar y operar hasta 30 aeronaves entre helicópteros medios y pesados; o bien entre 10 y 12 aviones de combate Harrier AV-8B+, más un número similar de helicópteros medios. Por último, el Juan Carlos I está listo para actuar en cualquier momento como buque para operaciones de apoyo humanitario, evacuación de personal de zonas de crisis, buque-hospital en zonas afectadas por catástrofes, etc.

Así es el L-61 Juan Carlos I

Así es el L-61 Juan Carlos IKindelán

Así es el L-61 Juan Carlos I

Así es el L-61 Juan Carlos IKindelán

Con una acreditada trayectoria, el comandante del portaaeronaves es Ricardo Gómez Delgado, quien afirma sin pestañear que su principal característica es la versatilidad. «El Juan Carlos I ofrece a la Armada española muchas capacidades y muchas herramientas para operar», subraya. Gómez Delgado es el responsable de que el barco cumpla la misión que se le asigne. «Pero soy también el responsable de que toda la dotación, y toda la gente que embarca, formen un equipo. Y también soy el responsable de los problemas y de las preocupaciones de cada una de las personas que forman el equipo», manifiesta.

Comandante del L-61 Juan Carlos I

El comandante del L-61 Juan Carlos I, Ricardo Gómez DelgadoMiguel Pérez Sánchez

El portaaeronaves Juan Calos I

El portaaeronaves Juan Carlos IArmada Española

A bordo, los días son largos, las semanas cortas. En un buque como este se suele dormir poco. «El café es el mejor amigo de los marinos». Las operaciones aéreas del día comienzan a planificarse ya desde la noche anterior. «Como decimos en la Armada, nos vamos preparando para lo que nos viene por la proa», comenta el teniente de navío Amaya con una sonrisa. Para salir a volar, los pilotos de los Harrier tienen que recibir tres briefings: uno sobre la misión propiamente dicha; otro sobre tráfico aéreo; y un tercero sobre la meteorología.

El teniente de navío Sergio Amaya

El teniente de navío Sergio AmayaMiguel Pérez Sánchez

Los Harrier pertenecen a la Novena Escuadrilla y son cazas capaces de despegar y aterrizar verticalmente o en pistas cortas. Dispone de armamento Aire-Aire y Aire-Suelo, con misiles de corto y medio alcance, así como de bombas de guiado láser. Antes de su despegue o el de un helicóptero, un grupo especializado «barre» la cubierta de vuelo para comprobar que está en condiciones óptimas de despegue. Un pequeño objeto puede ser letal en el siempre delicado momento del despegue. El caza saldrá a cubierta a través del ascensor; ocupará su puesto para el despegue; el piloto comprobará el aparato; los motores rugirán y saldrán disparados hacia el horizonte. Pero para que toda esa acción sea posible, es indispensable el minucioso trabajo previo de los operarios que deben dejar la pista como una patena.

Un grupo especializado revisa la cubierta de vuelo para comprobar que está en condiciones óptimas para el despegue de los Harrier

Exhaustiva revisión de la cubierta de vuelo antes del despegue de los HarrierMiguel Pérez Sánchez

Otro momento de la revisión de la pista de despegue y aterrizaje del L-61 Juan Carlos I

Otro momento de la revisión de la cubierta de vuelo del L-61 Juan Carlos IAlonso Palacios

Un caza de combate Harrier despega del portaaeronaves Juan Carlos I

Un caza de combate Harrier despega del portaaeronaves Juan Carlos IArmada Española

Dejamos la cubierta y regresamos al laberinto interior de pasillos. Llegamos al hospital, que nada tiene que envidiar a cualquier centro en tierra. El buque opera también como hospital flotante y barco para la evacuación de personal en zonas de crisis. De hecho, tiene posibilidades de realizar a bordo diagnóstico y tratamiento quirúrgico y hospitalización. Al frente se encuentra la capitan Fabiola Fernández, jefa de sanidad. Está compuesto por dos quirófanos, uno de cirugía general y otro de cirugía traumatológica, sala de rayos X y equipo de rayos X portátil, sala de esterilización, banco de sangre... Además, tiene un moderno sistema de conexión por telemedicina con el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla.

Capitán Fabiola Fernández, jefa de sanidad en el portaaeronaves Juan Carlos I

Capitán Fabiola Fernández, jefa de sanidad en el portaaeronaves Juan Carlos IMiguel Pérez Sánchez

Detalle del hospital del L-61 Juan Carlos I

Detalle del hospital del L-61 Juan Carlos IAlonso Palacios

Seguimos descubriendo las interioridades del buque y llegamos al comedor de la tropa de desembarco. «Siempre se dice que una comida mala te puede llevar a un motín», bromea el teniente Amaya. La cocina es, en este sentido, pieza clave del engranaje del día a día. Suele dar de comer a diario a entre 500 y 1.000 personas, según indica el marinero Jesús Pato Guerrero, cocinero, a quien sorprendemos entre la humareda de los fogones. Los tres turnos trabajan a destajo en una amplia variedad de menús; carne, pescado, patatas, guisos, verduras, ensaladas... hay un consenso generalizado en que la calidad es alta. A media mañana es fundamental un bocadillo para reponer fuerzas: tortilla de patatas, queso, chorizo... A las 7.15 hay diana, y hasta la hora de la comida, el bocadillo es un refuerzo indispensable en todos los buques de la Armada.

Marinero

Marinero Jesús Pato Guerrero, cocineroMiguel Pérez Sánchez

Un momento de la preparación de la comida a bordo del L-61 Juan Carlos I

Un momento de la preparación de la comida a bordo del L-61 Juan Carlos IAlonso Palacios

Un momento de la preparación del almuerzo en las cocinas del Juan Carlos I

Se preparan entre 500 y 1.000 comidas al día en las cocinas del Juan Carlos IMiguel Pérez Sánchez

Comedor de tropa de infantería

Comedor de fuerza de desembarcoMiguel Pérez Sánchez

¡Zafarrancho de combate!

De repente, suena una señal sonora. ¡Zafarrancho de combate! Como un resorte, la dotación se dirige a sus puestos. Ante la amenaza inminente de un ataque, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. El barco se divide en «trozos» de seguridad interior, es decir, equipos especializados para afrontar distintas contingencias, como pueden ser por ejemplo incendios, inundaciones o averías. El alférez de navío Carlos Hertfelder Chisbert es el responsable del «trozo» 5 de seguridad interior. Asegura que el equipo se adiestra diariamente y en la mar para afrontar cualquier contingencia. Comenzamos a zigzaguear entre pasillos. Cada mujer y hombre de la tripulación se encuentra en estado de máxima alerta, cada uno ocupa su lugar a la espera de acontecimientos. Los equipos trabajan con precisión. Muchos llevan puesto los trajes especiales y las máscaras antigases se encuentran preparadas. Tras unos momentos iniciales frenéticos, se entra en una fase de tensa expectación. Los minutos se hacen eternos. Diez, veinte... Una hora después la amenaza se ha disipado y la tripulación vuelve a sus quehaceres. Pero no es el único sobresalto.

Zafarrancho de combate en el L-61 Juan Carlos I. El responsable del "trozo 5",

Zafarrancho de combate. El responsable del «trozo 5», alférez de navío Carlos Hertfelder Chisbert, con una compañeraMiguel Pérez Sánchez

Máscaras antigases listas para ser utilizadas en el zafarrancho de combate

Máscaras antigases listas para ser utilizadas en el zafarrancho de combateAlonso Palacios

Otra alarma. Hay movimiento en la cubierta de vuelo, que queda despejada con gran rapidez. Se trata de una prueba de «wash down». Consiste en crear una gran burbuja con agua alrededor de toda la estructura del buque, no solo de la cubierta. ¿Para qué sirve? Imaginemos que se produce un ataque NBQR, químico, bacteriológico, o nuclear. La idea es dar protección al buque y reducir la huella infrarroja para evitar la detección de misiles. De esta manera se reduce también la temperatura de la cubierta de vuelo ante la posibilidad de incendios en el interior.

"Wash down" en la cubierta de vuelo del portaaeronaves Juan Carlos I

«Wash down» en la cubierta de vuelo del portaaeronaves Juan Carlos IMiguel Pérez Sánchez

Detalle del "Wash down" en el L-61 Juan Carlos I

Detalle del «Wash down» en el L-61 Juan Carlos IMiguel Pérez Sánchez

Mientras el agua sale a presión en el exterior, en la sala de oficiales, presidida por la bandera de España, el ambiente se relaja. La conversación deriva pronto hacia el Real Madrid y el nuevo Santiago Bernabéu. El Debate publicó una comparativa entre el estadio del equipo blanco y el buque insignia, y las dimensiones de ambos son apabullantes. En un ambiente más distendido, tras haber superado las principales pruebas del día, la navegación prosigue sin novedad, una jornada más.

Comparativa del L-61 Juan Carlos I con el estadio Santiago Bernabéu

Comparativa del L-61 Juan Carlos I con el estadio Santiago BernabéuKindelán

El Juan Carlos I afrontará pronto el cambio de su propulsión, un complejo operativo que lo mantendrá una larga temporada en el dique seco. Mientras, se prepara ya para realizar un nuevo despliegue del Grupo de Combate Expedicionario Dédalo-23 en el Mediterráneo. Los cientos de mujeres y hombres que trabajan cada día en el Juan Carlos I llevan a cabo una labor silenciosa, pero ingente. Cada salida pone a prueba su esfuerzo, cualificación y capacidad de trabajo. Y a diario demuestran su compromiso con España y con las Fuerzas Armadas. Como dice la oración marinera, que la Virgen del Carmen vele por aquellos que trabajan en el mar y enfrentan peligros diariamente.

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