Legionarios

Crónicas castizas

¡Pa chulo yo y que viva la Legión!

Los nuevos legionarios que llegaban a África en los 50 aprendían de memoria las frases que remachaban los espíritus del Credo Legionario

Los nuevos legionarios que llegaban a África en los 50 aprendían de memoria las frases que remachaban los espíritus del Credo Legionario. Veteranos, cabos instructores, con treinta años de Legión a su espalda enseñaban, repetían, machacaban:

– Legionario, ¿dónde está tu puesto?

– En vanguardia o donde más peligro haya.

– ¿Cuál es la principal misión del legionario?

– Confiar en su Jefe y seguirle, ser buen camarada, sembrar optimismo y, en caso de duda, obrar como manda el propio honor y espíritu.

– ¿Qué frases están prohibidas en el vocabulario legionario?

– En el vocabulario legionario están prohibidas las frases: no sé, no puedo y no quiero.

– ¿Qué debe hacer un legionario ante su superior?

– Exigirle con su obediencia.

Los oficiales de Infantería que llegaban a los Tercios se encontraban con una unidad que poco tenía que ver con los regimientos de «pistolillos» de la Península. Tenía una tropa muy veterana, con caras cinceladas en granito, y con más Legión «qué Franco».

Militares en un descanso sobre la marcha esperando órdenes

Los oficiales del Tercio al salir de servicio bajaban en autobús a Larache para tomar «unos refrescos». Corrían los años 50 y el norte de Marruecos ya no era protectorado español. El autobús paraba primero en Cuatro Caminos, para que se bajasen los oficiales que vivían en aquella zona, para luego seguir a la Plaza de España, frente al Casino Militar, y luego seguir hacía la residencia donde vivía la tenientada y el capellán.

Dos tenientes de academia, que se había quedado sin aperitivo, decidieron bajarse en el Casino Militar para tomarse unas angulas. Las angulas, a partir de la independencia de Marruecos, ya no llegaban a la Península, pudiendo saborearlas en exclusiva en la guarnición de Larache a 5 pesetas kilo. Los tenientes se pusieron hasta las botas, todo bien regado de cerveza y vino. En aquellos días el beber no estaba mal visto, sino más bien todo lo contrario. Después de las angulas los tenientes pasaron al brandy. Para terminar de echar la tarde cogieron el camino del puerto. Bajaron por la Calle Real, tras dejar atrás la Medina, con la camisa un botón más desabrochado, el gorrillo más ladeado y los guantes blancos en la mano golpeando el muslo mientras caminaban. Así llegaron a los bares del puerto, donde entablaron amistad con unos pescadores que les invitaron a ir con ellos a pescar, un trabajo de verdad duro, si es que se atrevían. Los dos tenientes de La Legión, sin dudarlo, aceptaron el reto. Sin saber muy bien lo que hacían se embarcaron en un vaporcillo, el Princesita del Lukus, de 25 metros y salieron a mar abierto.

La salida por el río Lukus resultó movida, el vaivén y el alcohol hizo estragos. Los dos tenientes mareados se echaron a dormir a la espera de llegar al caladero. Se despertaron a la ocho de la tarde y se pusieron a ayudar a la faena, como no podía ser menos, hasta la tres de la madrugada. Preguntaron al patrón cuando regresan a Larache, pues a la 8 de la mañana tenían que estar en el cuartel de Krimda. Les dijo que iban a faenar 3 días, luego irían a Cádiz para vender la pesca en La Lonja, para volver al mar a faenar y tres días después regresar a Larache.

Al día siguiente los tenientes no aparecen en formación. Los capitanes no saben nada de sus dos tenientes, que iban embalados y sin dormir en la residencia. No dicen nada a su comandante de Bandera preparándose para empaquetar en persona a sus subordinados. A la mañana siguiente tampoco están en formación.

Marruecos ya es independiente y se empieza a temer que les haya pasado algo grave. Un tabor de Regulares al completo había desertado. Se empezaba a temer lo peor.

El Princesita del Lukus llega a Cádiz con sus dos tenientes de La Legión con barba de cuatro días. Se dirigieron al Gobierno Militar para contar su aventura y pedir dinero. El comandante ayudante entiende que viene al CIR a captar voluntarios, pero cuando oye la historia no sale de su asombro. Pasa la papelea al General que inmediatamente telefonea al coronel del Tercio en Larache. Coge el teléfono el comandante ayudante Timón de Lara. El coronel respira, pues se estaba comiendo el «marrón» el sólo. Da orden al teniente coronel mayor para que organice «el rescate».

Cuando llegan los dos tenientes a Krinda el chorreo comienza. Primero por el capitán de su Compañía, luego el comandante de la Bandera, pasan al teniente coronel mayor y finalmente el coronel, que los mandó quince días de vacaciones al Hacho, el Castillo de Ceuta, donde purgan los legionarios y los que no son legionarios sus pecadillos.

No todos los jóvenes tenientes que llegaban al Tercio eran tan ingenuos. En un cuerpo de guardia, el corneta de servicio, veterano legionario, pidió permiso a un teniente recién salido de la General:

- Mi teniente, con su permiso ¿puedo tocar merienda al ganado?

El de la novatada, respondió:

-Sí, toca ahora delante de mí; después le dices al de cuadra que te prepare un bocadillo de paja con pan de cebada, cuando te lo hayas comido te presentas de nuevo a mí y charlaremos un rato. El vino ya lo pongo yo.