Armada española Réquiem por el arma submarina
Durante mi vida profesional me he sentido especialmente orgulloso de algunos de los logros alcanzados. Esta sensación pude disfrutarla cuando ingresé en la Armada, cuando logré formar parte del Arma Submarina de la Armada Española, cuando ingresé en la Escuela de Idiomas de las Fuerzas Armadas para estudiar ruso, cuando ingresé en el Centro Superior de la Defensa (CESID) y cuando, por decisión propia, abandoné el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para crear mi propia compañía de inteligencia privada, HSI Consulting. Pero debo reconocer que algo que llevo en mi corazón y que me marcó enormemente fue lograr pertenecer a ese club tan reducido, a esa familia de «los submarinistas», un grupo de militares muy específico y con unas cualidades muy definidas. Allí lo dan todo contando con poco, allí nos sirven a todos los españoles en el espacio más reducido.
La mañana en la que me vi delante de la puerta del Arsenal de Cartagena, lugar en el que se ubica la Escuela, Base y Flotilla de Submarinos, respiré profundamente y arranqué con paso firme para comenzar mi vida profesional en los submarinos. Cuando llegué a la Base de Submarinos pude ver, por primera vez en mi vida, aquellas impresionantes moles de color negro. Tengo que reconocer que estuve un rato observándolos y soñando con el momento en el que yo formaría parte de la dotación de uno de ellos.
En aquel momento nuestra flotilla de submarinos estaba compuesta por 8 unidades. El S31 «Almirante García de los Reyes», el S32 «Isaac Peral», el S34 «Cosme García» y el S35 «Narciso Monturiol». Estas cuatro unidades fueron adquiridas a la Armada de los Estados Unidos, por el módico precio de y se trataban de submarinos obsoletos pero que permitieron mantener viva el Arma Submarina Española y que no se perdiese el adiestramiento y preparación continua de sus tripulaciones, algo muy importante. Las otras cuatro unidades de submarinos eran de la clase Daphne. Estos eran submarinos de patrulla de patente francesa y eran la parte moderna de nuestra flotilla. Se denominaron Serie 60 y disponíamos del S61 «Delfin», S62 «Tonina», S63 «Marsopa» y S64 «Narval».
Ya en aquel tiempo, como marino aún muy joven, entendía que el proceso de renovación y modernización era permanente y que los que habían planificado este proceso ya habían establecido la muerte de los Guppy, para sustituirlo por la Serie 70, que a su vez serían sustituidos por la Serie 80, en un proceso continuo de renovación necesario para mantener una flotilla de submarinos adecuada a las necesidades de defensa de nuestro país. El proceso parecía claro, mientras que una serie de submarinos caminaba hacia su desaparición, surgía un nuevo proyecto para sustituirlos y así mantener la operatividad de 8 unidades submarinas, número que se establecía como necesario para cumplir con la misión encomendada de defensa de nuestras costas. Y así, exactamente así, fue produciéndose.
Un momento muy especial de aquel año, dentro del proceso de superación del Curso de Submarinos, fue el embarcar en prácticas en el S-62 (Tonina), realizar mi primera inmersión, mi bautismo de inmersión, y todas las enseñanzas que allí recibí de mis veteranos, de todas las categorías. Otro momento muy especial fue aquel en el que, al finalizar el curso y recibir el emblema de submarinos, ese que ya siempre luciría en mi pecho, me comunicaron que había sido elegido para formar parte de la dotación de quilla del S-71 (Galerna), el primer submarino de la Serie 70, realmente pasábamos a poner nuestro granito de arena en la historia del Arma Submarina.
Todo parecía marchar por una senda lógica y así, en el año 1981 fue botado el S-71, al año siguiente se botó el S-72 (Siroco) y causaron baja el S-31 y el S-34. En el año 1983 se botó el S-73 (Mistral) y al año siguiente fue botado el S-74 (Tramontana) y causaron baja el S-32 y el S-35. Y así quedó conformada una flotilla de ocho submarinos en la que los submarinos de la Serie 60 apuntaban ya a su sustitución por la nueva Serie 80.
Siguiendo las pautas marcadas de renovación, en el año 2003 fueron dados de baja el S-61 y S-64, en el año 2005 causó baja el S-62 y al año siguiente el S-63. Quedando conformada la Flotilla de Submarinos por cuatro submarinos de la Serie 70, de los cuales el primero de la serie, el Galerna, ya cumplía 25 años de vida, los años de vida útil para los que estaban pensados, alcanzaba ya la madurez y esperando la Serie 80 que les sustituyera. Pero parece que se estaba produciendo algún problema o alguna irresponsabilidad manifiesta y los sustitutos no llegaban.
El principal problema era el desarrollo de la Serie 80, cuya primera unidad se botaría en el año 2023, casi 20 años después de lo previsto inicialmente y, durante este período, causarían baja en 2012 el S-72, en 2021 el S-73 y un año después el S-74. Muchos fueron los problemas del proyecto, pero el más grave sin duda fue el anuncio de que se había detectado un exceso de peso que afectaba de forma considerable a la flotabilidad del submarino. Se tuvo que contratar una consultora estadounidense, Electric Boat, que determinó que se habían producido algunos «errorcillos» de ingeniería. La solución que se propuso y se llevó a cabo fue el aumento de la eslora en unos 7 metros, lo que significó un rediseño del buque para asumir esta diferencia de eslora y la redistribución de lastres y equipos, entre otras cuestiones y un retraso de años en la entrega a la Armada, además de un lastre para el objetivo de su venta en el exterior.
Pero lo más preocupante, en mi humilde opinión, es la situación actual en la que se encuentra nuestra Flotilla de Submarinos, compuesta por dos unidades, el S-71, absolutamente inoperativo con más de 40 años y el nuevo S-81 (Isaac Peral), botado con limitaciones, por no disponer del Sistema de Propulsión Independiente del Aire (AIP) que le aporta características que le permiten permanecer un mayor tiempo en inmersión. A todo ello debemos sumar que ya se han anunciado los retrasos en la entrega de los siguientes de la Serie 80, el S-82 en 2026, el S-83 en 2028 y el S-84 en 2029.
Capacidades operativas
La realidad, la triste realidad, es que está muy bien presumir de que somos uno de los ocho o diez países del mundo capaces de construir un submarino, algo que no debiera asombrarnos ya que fuimos capaces de construir el primero de la historia, pero mucho más importante es tener la capacidad de construir los submarinos que necesitamos, con las capacidades operativas que se requieren y, sobre todo, en el número necesario y en el tiempo adecuado.
Un país como el nuestro, con miles de kilómetros de costa y con una Armada con capacidad de proyección de fuerza fuera de nuestras fronteras necesita una flota de submarinos adecuada a sus necesidades.
Espero que todos estos errores que nos han llevado a la situación en la que estamos se puedan corregir y, por el bien de todos los españoles, podamos contar con las unidades necesarias y en el tiempo adecuado, cosa que se me antoja muy compleja.
Ahora, como submarinista muy veterano, miro aquel emblema que luce en mi uniforme y no siento las mismas sensaciones que cuando me incorporé a aquella familia. En aquel momento sentí asombro y orgullo por incorporarme a la vida en submarinos y ahora siento cierta pena por las nuevas generaciones de marinos, compañeros a los que no se les ha dotado de las herramientas adecuadas. ¿Quién ha cometido los errores? A lo mejor nadie y seguramente todos. Los políticos con sus planes, los militares, los ingenieros, no sé, seguramente hay que aplicar aquello de «Entre todos la mataron y ella sola se murió». Lo único que les pido a todos, desde mi humilde posición de marino veterano, es que se esfuercen para solucionar esto porque su país lo necesita, los españoles que les pagan sus sueldos lo necesitan y no estamos precisamente en un período de la historia donde tengamos mucho tiempo para corregir errores.