El Leopardo 2E durante un ejercicio en la base de El Goloso (Madrid)
Ejército de Tierra | Ejercicio militar en la base de El Goloso Así se vive una maniobra de combate en «zona de muerte» desde la torre de un Leopardo 2E
Tierra, polvo, agrestes desniveles. Una gran extensión árida, seca, rodeada de matojos. Los arbustos y árboles diseminados por la zona ofrecen una engañosa sensación de refugio en este hostil paraje del campo de maniobras de El Goloso. Desde la torre de un carro de combate Leopardo se divisan con nitidez los polvorientos vericuetos. El motor ruge. El carro de combate Leopardo 2E, un monstruo de 62 toneladas, arranca y lanza su enorme potencia por un desértico camino. De repente gira a la derecha y desciende por un pronunciado terraplén sin el más mínimo problema. Avanza velozmente devorando los obstáculos, con una estabilidad impresionante. Esta auténtica fortaleza sobre ruedas dirige su cañón de 120 mm hacia un montículo que se encuentra a unos 500 metros.
La situación es muy arriesgada. Hay indicios de que puede haber una posición enemiga, seguramente un pelotón, aunque aún no hay confirmación. Los vehículos de combate de infantería van avanzando, en primer lugar un Pizarro. De repente, detecta minas anticarro en superficie. Automáticamente, el vehículo se detiene y retrocede; esa es la indicación para que el Leopardo, que viene detrás, tome conciencia de que por delante se extiende un letal campo minado. El Leopardo toma una posición dominante para vigilar; mientras, el Pizarro se mueve para no ser fijado por el fuego enemigo. Un tercer vehículo, el Castor, se sale de la columna y avanza sin dudar hacia el campo de minas. Varios de sus efectivos desembarcan, acotan con banderas la zona de peligro y abren una «brecha» en medio del fuego cruzado. Se viven los momentos más críticos del combate. Una vez que el camino está libre, lanzan un bote de humo verde. Entonces, el Castor se adelanta ligeramente e informa de presencia enemiga en las proximidades de una rampa. Desde su posición, y con la ametralladora, apoya la entrada del Pizarro. Hasta ahora no se ha detectado la amenaza de ningún misil contracarro. Por ello, el Leopardo sobrepasa la zona que está atacando el Pizarro y va a buscar una posición dominante para evitar «sorpresas» del enemigo. Puede ser una trampa, un «canal» abierto por el enemigo para conducirlos a una «zona de muerte». Se valora pedir apoyo aéreo, pero finalmente se descarta.
Fortaleza en la confusión
Los soldados se despliegan, cubiertos por los carros, en medio de la polvareda. Toman posiciones en el secarral. Algunos se encuentran cuerpo a tierra, en máxima alerta, con el ojo adosado a la mira telescópica. El despliegue es rápido y se agazapan entre la maleza, avanzando palmo a palmo del terreno. Pese a la confusión de la situación de combate, la tónica es la precisión. Desde la torreta del Leopardo hay una visión panorámica. La maniobra transcurre ante nuestros ojos a gran velocidad. Los constantes vaivenes del terreno son amortiguados por la inmensa mole, que avanza firme sobre sus cadenas con 7 ruedas de rodajes a cada lado. Las gafas militares evitan las ráfagas de polvo, que se pega al cuerpo. En esos momentos se toma conciencia de la profesionalidad de los tripulantes. El Leopardo es uno de los grandes activos del Ejército de Tierra, pero hay que tener una gran preparación para su manejo. En el campo de batalla se esconden innumerables amenazas e imprevistos, y hay que tener sin duda una pasta especial para poder dirigir estos «mamuts» militares. El grupo de combate cumple al milímetro el plan de maniobras del día y logra consolidar el terreno disputado por el enemigo. Esta es una labor que exige preparación constante, día a día. Los militares de la base de El Goloso están constantemente adiestrándose en maniobras como esta para poder afrontar las misiones, tanto nacionales como internacionales, que les son encomendadas. Si el ejercicio sale a la perfección es gracias a ese entrenamiento sin tregua que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte en una acción militar.
A bordo del Leopardo te rodea una sensación de fortaleza en la que se mezcla la protección, la movilidad y la potencia de fuego. Si hay algo que llama la atención es su imponente cañón de ánima lisa de 120 mm, desarrollado por Rheinmetall. Esa agilidad con la que se mueve en el campo de batalla para seleccionar su objetivo se complementa con su potencia de fuego. Sus avanzados sistemas de control de tiro le permiten identificar y abatir objetivos con gran precisión, incluso en movimiento y en condiciones adversas. Su suspensión hidroneumática es una de las bazas que explican esa estabilidad en terrenos difíciles, facilitando la rápida reubicación en combate.
Brigada Guadarrama XII
(Fuente: Ministerio de Defensa)
El interior del Leopard 2E está diseñado para que la tripulación obtenga la máxima eficiencia operativa. Sus cuatro miembros son el comandante, el artillero, el cargador y el conductor. Los sofisticados sistemas de comunicación interna y externa permiten una coordinación permanente y fiable durante las operaciones. Los sistemas de visión diurna y nocturna, además de los sensores infrarrojos, son claves en las operaciones nocturnas o con visibilidad reducida.
Hacia la modernización
Hay que señalar que el pasado mes de diciembre de 2023, el Ministerio de Defensa adjudicó a General Dynamics-Santa Bárbara Sistemas el acuerdo marco para el mantenimiento de los tanques de la familia Leopardo del Ejército de Tierra por un importe de 126 millones de euros (impuestos incluidos), según figura en el portal de contratación del Estado.
El contrato público se divide en dos lotes, uno de 105 millones de euros ligado al mantenimiento preventivo y correctivo, así como al suministro de repuestos, para los vehículos de combate de la familia Leopardo 2E, mientras que el otro, de 21 millones de euros, está vinculado a los de la vertiente Leopard 2A4.