La ofensiva yihadista en Siria vista a ojos de dron
De entre la ingente cantidad de imágenes e información publicada en los últimos días, llama poderosamente la atención la progresión exponencial en el empleo de los drones comerciales letalizados por parte de los grupos yihadistas
La meteórica caída del régimen de Bashar Háfez al-Asad en Siria, a mano de una amalgama de grupos yihadistas, ha sorprendido a propios y extraños por inesperada. Más allá de la información de la que puedan disponer actores con claros intereses en el conflicto como Turquía, Estados Unidos o Israel, de momento solo se puede intentar realizar un primer análisis gracias a la proliferación de información que los actores concernidos están publicando en diversas redes sociales.
De entre la ingente cantidad de imágenes e información publicada en estas redes durante los últimos días, llama poderosamente la atención la progresión exponencial en el empleo de los drones comerciales letalizados por parte de los grupos yihadistas que se enfrentaban a las fuerzas del régimen de Bashar al-Asad. Un sistema, el de los drones comerciales letalizados, que tal y como se puede apreciar en los vídeos que han difundido, ha conferido una ventaja táctica a la hora de enfrentarse a las fuerzas de seguridad del régimen, proporcionándoles elementos de vigilancia y observación en tiempo real, así como de ataque contra determinados objetivos.
Esta percepción se ha visto confirmada por la narración de un bloguero ruso, conocido con el nombre de Fighterbomber, que al narrar durante los últimos días la difícil situación que vivían las fuerzas rusas presentes en las dos bases de este país en suelo sirio decía: «Todavía es difícil hacer predicciones sobre la situación en Siria, pero podemos afirmar que la situación se ha vuelto más o menos la misma que en 2015, excepto por un factor. El factor de la aparición de los drones. Drones, contra los que nadie en ningún lugar ha aprendido a luchar de forma fiable. Todas las demás armas de los islamistas no difieren mucho en calidad y cantidad de las que tenían en 2015».
La amenaza que supone el empleo de los drones comerciales por actores no estatales no es nueva ni nace durante el conflicto entre Ucrania y Rusia, aunque es este sin duda el campo de batalla que más ha contribuido a su desarrollo como elemento disruptivo.
En 1994, la secta japonesa Aum Shinrikyo intentó dispersar gas sarín en la ciudad de Tokio utilizando un helicóptero teledirigido, un antecedente de lo que hoy conocemos como drones. Años más tarde, Al Qaeda también mostró interés en el empleo de drones cuando planeó el asesinato del presidente estadounidense durante la cumbre del G8 en 2001, utilizar ántrax transportado por un dron para atacar la Cámara de los Comunes en Londres en 2002 o utilizar un dron con explosivos para atacar un avión comercial. Sin embargo, el primer empleo con éxito documentado no llegaría hasta el año 2014, cuando el grupo terrorista Hizbulá mató a varios combatientes del Frente al-Nusra en el mismo campo de batalla que analizamos hoy, Siria. Un tipo de empleo que se repetiría exitosamente con la muerte en 2018 de un grupo de líderes militares yemeníes durante una parada militar.
Con posterioridad, el uso de estas aeronaves ha ido aumentando en frecuencia, complejidad y alcance. Así, el grupo terrorista Daesh, inspirador de alguno de los grupos que hoy luchan en Siria utilizando estos artefactos, llegó a disponer de hasta 32 modelos diferentes de drones que no solo realizaban misiones de reconocimiento, sino que fueron integrados de forma ofensiva en una táctica de armas combinadas llegando a utilizar simultáneamente grupos de 10 a 20 drones para simultanear ataques coordinados con otras acciones tácticas, como ataques suicidas, que mostraron gran efectividad. De facto, la organización terrorista Daesh en lugar de utilizar una plataforma a medida para ataques concretos llevó a cabo un programa de vehículos aéreos no tripulados a escala industrial sobre la base de modelos comerciales modificados que fueron utilizados con un alcance limitado y fundamentalmente para obtener información.
Crimen organizado
También las organizaciones de crimen organizado los utilizan. Así en 2002, las fuerzas armadas colombianas capturaron nueve drones al grupo narcoguerrillero colombiano de las FARC, una capacidad que también ha sido utilizada por las organizaciones de tráfico de estupefacientes en México para identificar, vigilar y atentar contra unidades de seguridad pública o contra cárteles rivales.
Las acciones con drones en el continente americano han alcanzado un nivel preocupante en 2024, tanto en Colombia como en México. Una situación que, como en el resto de las zonas en conflicto, ha venido precedida de innumerables indicios que no fueron correctamente identificados y que no solo se circunscriben a estos dos países, sino que en menor medida se extienden por el resto de los países latinoamericanos.
Más conocidas, sin duda, son las consecuencias económicas que el empleo malicioso de estos artefactos puede tener y que alcanza consecuencias a escala global, como quedó patente con los ataques realizados a las instalaciones petrolíferas en Arabia Saudí en 2019. Más allá de la utilización por actores no estatales de carácter violento, su uso sin respetar la legislación vigente también ha provocado incidentes de mayor o menor importancia. Así, en 2014, se produjeron varios vuelos no autorizados sobre centrales nucleares en Francia. Más tarde, en julio de 2018, el aeropuerto de Abu Dabi se vio afectado por la presencia de drones, afectación que se repitió en el aeropuerto de Dubái al mes siguiente, incidentes que adquirieron notoriedad internacional con lo sucedido en el aeropuerto de Gatwick en diciembre de ese mismo año, provocando un caos que afectó al tráfico aéreo en Europa.
El auge de estos artefactos, que han conformado lo que se conoce como segunda ola drónica, se debe a tres factores. En primer lugar, su pequeño tamaño dificulta enormemente su detección; en segundo lugar, su reducido coste y limitada sofisticación ha reducido el umbral de acceso a esta capacidad hasta límites accesibles a gran número de actores, estatales y no estatales; y, en tercer lugar, debido al incremento exponencial de posibilidades que implica su integración en las capacidades de cualquier actor. Estos tres elementos han modificado de forma definitiva las condiciones que existían durante la primera ola drónica que fue exclusiva de países con un elevado nivel tecnológico y que se caracterizaba por la necesidad de costosos sistemas de mando y control soportados por avanzadas infraestructuras de comunicaciones.
Pero volvamos la vista al conflicto sirio y al inexplicable desarrollo de las capacidades en el empleo de los drones comerciales letalizados por parte de los grupos yihadistas opositores. Según la publicación en línea Clash Report, las autoridades ucranianas habrían colaborado con personal en el adiestramiento de los equipos de drones de estos grupos yihadistas.
De acuerdo con las declaraciones de uno de estos líderes de equipos de drones, los ucranianos les suministraron archivos de impresión 3D para componentes clave como portabombas, así como de colas y ojivas para los proyectiles, lo que les permitió producir, ensamblar y adaptar sus drones de forma independiente. Otro operador de drones señaló a la misma publicación que gracias al conocimiento proporcionado por los ucranianos se mejoró el alcance y la eficiencia operativa de los drones al resolver problemas de energía y señalización; también se establecieron talleres para drones de ala fija más grandes y se adoptó el uso de impresoras 3D para la producción de piezas de precisión.
Entrenamiento ucraniano
Estas declaraciones confirmarían el importante papel del entrenamiento proporcionando por las autoridades ucranianas en el manejo de drones comerciales letalizados. Un apoyo que en esta ocasión se ha limitado a la capacitación y orientación a grupos yihadistas en conocimiento avanzado sobre el manejo de drones comerciales letalizados, sin participación directa en operaciones sobre el terreno.
Una salvaguarda que operadores de la misma nacionalidad no tuvieron durante el pasado mes de julio en Malí cuando apoyaron sobre el terreno con el empleo de drones a grupos insurgentes malienses contra elementos de la compañía de seguridad privada Wagner que actuaba en apoyo de las autoridades del país. Este apoyo de las fuerzas armadas ucranianas a elementos insurgentes en Malí fue confirmado por el portavoz de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa ucraniano, Andréi Yúsov, afirmando que "los rebeldes recibieron la información necesaria, y no solo la información, que les permitió llevar a cabo una exitosa operación militar contra los criminales de guerra rusos”.
Tal y como afirma el doctor Juan Chulilla, CEO de la empresa Red Team Shield y el mayor experto español en drones comerciales letalizados, los grupos yihadistas en Siria presentan un salto en sus capacidades impresionante que tiene un importante potencial disruptivo para las operaciones actuales. Según este experto, el empleo masivo de drones ha sido crucial para permitir a estos grupos obtener una clara ventaja en la transparencia del campo de batalla. Además, también habrían empleado aviones no tripulados «suicidas» en tal número que han sido capaces de detener eficazmente los contraataques e interrumpir el movimiento de las fuerzas de seguridad sirias, impidiendo reacciones oportunas a los avances rebeldes.
Esta difusión del conocimiento en operaciones con drones que irresponsablemente realiza Ucrania de forma oficial es susceptible de que se repita de modo privado no solo en favor de actores estatales de carácter violento, sino también de grupos de crimen organizado. Una tendencia denunciada recientemente por el diario mexicano El Universal, al constatar que mercenarios colombianos estaban adiestrando a los cárteles de Jalisco Nueva Generación y Sinaloa en el empleo de drones comerciales letalizados. España tampoco es inmune a esta dinámica. Hace solo unos días el Cuerpo Nacional de Policía desmanteló una red de narcotraficantes en el estrecho que utilizaba drones fabricados en Ucrania y que eran pilotados por ciudadanos de países del este de Europa.
Desprotección
Como podemos ver, nos enfrentamos a una amenaza que lleva años entre nosotros y que solo una lectura errónea de los diferentes indicios nos ha llevado a estar absolutamente desprotegidos en la actualidad. Porque la protección en la mayoría de los casos no alcanza un 60% de eficacia y solo frente a aquellos actores que utilizan drones en las frecuencias legalmente establecidas, un tipo de protección que difícilmente puede hacer frente al conocimiento que se exporta desde Ucrania tras años enfrentándose a una de las mayores potencias en guerra electrónica en la actualidad, Rusia.
La mayoría de los sistemas contra drones utilizados en Occidente por las fuerzas de seguridad siguen basándose en la detección que proporciona un sistema concreto fabricado por una empresa de origen chino u orientan su mitigación contra los drones que vuelan en las frecuencias autorizadas legalmente. El auge de los drones guiados por fibra óptica, la utilización de frecuencias ilegales para su guiado, la inclusión de la inteligencia artificial en su dirección o los nuevos sistemas de transmisión de video a bajas frecuencias, anulan la capacidad de estos sistemas y hace necesario la realización de un verdadero análisis de riesgos, una actuación integral y la compresión de que no existe un único sistema eficaz, sino un sistema de sistemas.
La amenaza que representan para las sociedades occidentales los drones comerciales letalizados se define por su sencillez, su bajo coste y su velocidad de actualización. Una amenaza que incrementa su alcance gracias a la irresponsable difusión del conocimiento que llevan a cabo las autoridades ucranianas, nuestros teóricos aliados, entre actores no estatales de carácter violento y para la que en términos generales no estamos preparados. Es necesario el establecimiento de una verdadera estrategia integral que, respetando las enormes capacidades de desarrollo económico que pueden aportar estos artefactos, también permita a las fuerzas de seguridad proteger a las sociedades contra su uso malicioso.