Imagen difundida por el Ministerio de Defensa de un F-18 en ele ejercicio Atalante 25
Adaptación de las Fuerzas Armadas españolas al nuevo entorno estratégico
La red de seguridad de nuestras alianzas no es suficiente ante los «cisnes negros» del sur que con carácter híbrido pueden amenazar desde la seguridad pública hasta la integridad nacional
El actual y futuro entorno estratégico obliga a un proceso de adaptación de nuestras fuerzas armadas (FAS) que obtenga y mantenga unas capacidades de combate creíbles y suficientes para hacer frente a nuestros riesgos y amenazas. El proceso de adaptación no es para mañana, era para ayer y cada día de retraso supone un aumento de las brechas en la seguridad nacional.
Las FAS consideran la adaptación necesaria «de tal calado y velocidad que puede no ser suficiente en áreas concretas, debiendo adoptar decisiones que supongan una auténtica transformación». La adaptación, transformación o revolución de los asuntos militares necesaria es más compleja que un mero proceso de rearme y compromiso presupuestario. La adaptación debe realizarse de arriba abajo y la voluntad y cooperación política entre los dos partidos políticos principales (política de estado) es necesaria.
La situación político-estratégica se caracteriza por ser volátil, incierta y quebradiza, enmallada en una red de riesgos y amenazas, de carácter regional y global, interconectados, multifuncionales y multidominio. La probabilidad de «cisnes negros», las situaciones menos probables, pero más peligrosas, en el ámbito político-estratégico ha aumentado de forma significativa. Esto obliga a estar siempre listos y a mantener una capacidad creíble de disuasión, prevención y acción, integrada y sostenible, con indicadores permanentes de alerta, nacionales y aliados.
Tenemos que ser fuertes en el ámbito de nuestras alianzas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE), y el derivado de nuestra situación geográfica que impacta sobre nuestra política y estrategia (geopolítica y geoestrategia) desde el eje sur. La adaptación debe desarrollarse en un entorno operativo multifunción, dentro del sistema de seguridad nacional (diplomacia, seguridad pública y defensa), y multidominio, integrado y distribuido, en los teatros de tierra, mar, aire, y espacios exterior, cibernético, electromagnético y cognitivo.
La red de seguridad de nuestras alianzas no es suficiente ante los «cisnes negros» del sur que con carácter híbrido pueden amenazar desde la seguridad pública hasta la integridad nacional. La prioridad, urgente, es asegurar que los medios actuales de las FAS están listos y certificados para el combate durante, al menos, dos meses.
La falta de una «gran estrategia nacional» y de una ley de programación y financiación de la defensa impide mantener un rumbo, la transparencia y menoscaba la cultura de defensa en nuestra sociedad. El cuello de botella del cambio está en la necesidad de liderazgo, coraje y capacidad de gestión.
El mayor desafío es sincronizar el cambio en las diferentes áreas que las FAS identifican en su programa de valoración operativa «MIRADO+i»: Material, Infraestructura, Recursos humanos, Adiestramiento, Doctrina, Organización e innovación. En el área del material hay que conseguir que las unidades existentes, ya, estén listas para el combate de acuerdo con su estado de alistamiento.
Simultáneamente, hay que priorizar la obtención y mantenimiento de las capacidades de munición estratégica, vehículos autónomos y de control remoto, sistemas integrados y distribuidos de mando y control y defensa aérea, cibernética y electromagnética.
Se echa de menos: un proceso, transparente y agresivo, de producción y obtención masiva, de la munición y pertrechos necesarios para la fuerza actual, y de un objetivo de fuerza conjunto, a medio y largo plazo junto con la modificación de los procesos de obtención, sostenimiento y gestión de obsolescencias de armamento y material, complejos, lentos, politizados y poco transparentes. El planeamiento de fuerza (qué tenemos que obtener) parece cautivo de los intereses de las grandes empresas de armamento, de la propaganda política y del reparto proporcional inter ejércitos y Armada a la vez que descolgado del planeamiento operativo (qué necesitamos).
La adaptación de la infraestructura debería provocar la selección e integración distribuida de la multitud de infraestructura del Ministerio de Defensa. Las FAS, declaran que: «… las deficiencias en el mantenimiento de muchas de las infraestructuras son manifiestas y, en algunas ocasiones, críticas. Además de disponer de la financiación necesaria, convendría adoptar medidas para mantener adecuadamente las infraestructuras que se consideren imprescindibles, optimizando al máximo su utilización.»
En el área de los recursos humanos, como en el del material, hay que conseguir que las unidades estén listas para el combate, es decir con las plantillas cubiertas al cien por cien en cantidad y calidad. Las FAS dicen: «A pesar del aparente protagonismo de la tecnología, el recurso humano [los valores] seguirá siendo el más crítico. Resultará fundamental poner en marcha medidas para obtener el máximo rendimiento del personal disponible y flexibilizar su distribución en función de las capacidades que las FAS necesiten…». Es urgente mejorar las condiciones de vida y conciliación familiar de los militares y asegurar un mayor y más dinámico flujo de personal entre las FAS y la sociedad con una reserva voluntaria integrada en calidad y cantidad en las plantillas de la FAS. La ley de la carrera militar está bloqueada y nos centramos en un aumento de personal sin una definición clara de las plantillas necesarias para el nuevo entorno estratégico con las descripciones individuales de los puestos de trabajo. Es necesaria una modificación profunda de la estructura de recursos humanos y gestión de personal de las FAS buscando la integración, la eficiencia y la excelencia en la gestión del talento.
La formación y el adiestramiento debe ser integral, con prioridad al cultivo de los valores que se recogen en las Reales Ordenanzas de las FAS. Su adaptación está en marcha, pero arrastra lastres culturales y burocráticos de necesaria eliminación. La capacidad de liderazgo aumenta su valor en el nuevo entorno estratégico donde la velocidad de mando y la iniciativa son características imprescindibles. Debe redefinirse el concepto de liderazgo táctico y profundizar en la capacidad de liderazgo estratégico en los distintos niveles de la milicia. Hay que priorizar el uso de simuladores y elementos de realidad virtual «con especial atención al desarrollo de ejercicios integrados en el multidominio».
La generación de doctrina, desde las lecciones aprendidas hasta el establecimiento de tácticas experimentales y doctrina funciona con eficacia en el seno de la OTAN y en el ámbito nacional. La doctrina común, integrada, constituye la base de la iniciativa y de la resiliencia de la fuerza, hay que dar mayor protagonismo a la doctrina multidominio en los niveles operacional y estratégico en un entorno donde la evolución es vertiginosa.
La organización de las FAS y del Ministerio de Defensa necesita una verdadera revolución. Declaran la FAS: «En lo que respecta al cambio organizativo, en instituciones como las FAS, con un gran bagaje histórico, gran tamaño, una cierta inercia, y sometidas a una prolija normativa estatal que genera servidumbres burocráticas, la velocidad de adaptación puede no adaptarse a los cambios necesarios…». Hay que cambiar una organización rígida que condiciona las estructuras de mando y de fuerza, por una organización ágil al servicio de las estructuras de mando y de fuerza.
La innovación tecnológica debe asegurar la ventaja en el combate y la interoperabilidad con nuestros aliados y con el sistema de seguridad nacional. Así lo ven las FAS: «…la ventaja tecnológica… es decisiva. Estas tecnologías abarcan la inteligencia artificial, la computación cuántica, la gestión de la información, los sistemas aeroespaciales, el armamento de energía dirigida, la nube de combate, la integración operativa de vehículos tripulados y no tripulados, las armas cibernéticas, los macrodatos, la robótica, la generación y almacenamiento de energía, los metamateriales y técnicas de fabricación avanzada, las capacidades no letales, etc.». Desde mi punto de vista, el proceso de adaptación es insuficiente. Se definen iniciativas desconectadas entre sí, pero se navega en «avante poca» y los riegos que produce esta lentitud no se asumen en el nivel político.
Estamos ejecutando el proceso de adaptación de las FAS al nuevo entorno estratégico a ritmo de caracol, «avance lento, mirada corta y cabeza escondida». Hace tres años decían las FAS: «La velocidad del cambio en el entorno de seguridad… exige una aplicación de los cambios necesarios que no admite demora». El proceso de adaptación tiene que generarse de arriba abajo con un liderazgo político-estratégico que defina los intereses nacionales, nuestra ”gran estrategia” (política) y nuestra estrategia (militar). La adaptación de las FAS al nuevo entorno estratégico no es un proceso autónomo, sino que tiene que estar integrado en el proceso de adaptación de la seguridad nacional.
Nuestra prioridad geoestratégica, el sur, nos exige una capacidad de disuasión integral, influencia, prevención y acción militar con autonomía estratégica, a pesar del apoyo de nuestros aliados. Y esta adaptación ¿para qué?: para asegurar nuestra libertad, nuestra democracia, nuestros valores constitucionales, nuestro nivel y estilo de vida. Nuestra seguridad, bien común, se verá comprometida si no se toman medidas urgentes y agresivas, en este entorno volátil e incierto.
- Fernando García Sánchez es almirante general (retirado) y miembro del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria