Ensayo ruso con misiles balísticos con ojivas nucleares

Fuerzas Armadas  ¿Y si la solución rusa no estuviera en la tierra?

Dentro de poco se cumplirán dos años desde que la «bota rusa» pisó territorio ucraniano con la intención de realizar una «operación militar especial», en un fatal error de cálculo, y hacer caer al gobierno ucraniano de Volodimir Zelensky. Desde aquellas intenciones de hacer ondear la bandera rusa en el palacio presidencial de Kiev, hemos llegado a una guerra de desgaste, algo absolutamente diferente, que ha obligado a las dos partes en conflicto, y a sus aliados, a cambiar sus estrategias para asumir esta nueva situación y buscar la victoria de otro modo.

Vladimir Putin seguro que en alguno de sus sueños visualizó la imagen de Zelensky, eliminado o detenido, y su viaje a Kiev para alojarse en el Palacio Mariyínski, para después entrar triunfante en la Rada Suprema de Ucrania y anunciar al mundo que su Gran Rusia había vuelto como un actor importante al escenario geopolítico mundial. Pero la cosa no ha ido bien, los planes no se han desarrollado como esperaba y parece que eso tendrá que esperar, si algún día se produce. Pero, ¿y si este no fuese el objetivo real y Ucrania no fuese tan importante?

El presidente ruso Vladimir Putin en MoscúAFP

Lo que no podemos negar es que su ataque a Ucrania ha producido un efecto muy importante en gran parte de la población mundial, y por ende en sus gobernantes, alojar la sensación de miedo en sus cerebros. Establecer una sensación general de vulnerabilidad, de inseguridad, son objetivos primordiales en las operaciones en las que se busca persuadir y manipular a las sociedades, y no debemos olvidar que los rusos siempre han sido maestros en el arte del engaño, el arte de hacernos fijar nuestra atención en objetivos que no son los prioritarios.

Todos estamos ya convencidos de que el escenario es de enfrentamiento global, de choque entre dos modelos de entender la sociedad, la política, la economía y la misma vida. Y en este enfrentamiento entre dos bloques, el comandado por China y sus aliados (Rusia, Irán, Corea del Norte y otros), parecen seguir una estrategia definida que es la de generar conflictos en varios puntos del globo para así obligar a los Estados Unidos y sus aliados, entre los que nos encontramos nosotros, la Unión Europea, a diversificar esfuerzos y debilitarnos.

Además de los enfrentamientos bélicos en Ucrania o Israel, también hemos podido observar la proliferación de golpes de estado en el Sahel, el resurgir de viejos conflictos en los Balcanes, la posibilidad de un nuevo enfrentamiento entre Azerbaidzhan y Armenia, las fricciones entre Marruecos y Argelia, el ataque de los huties de Yemen al tráfico de buques mercantes en el Mar Rojo. Pero también se han producido ciberataques masivos procedentes de nuestros enemigos y, paralelamente a todo ello, grandes campañas de desinformación y propaganda. Todo vale en esta guerra que libran los regímenes dictatoriales contra nosotros, los denominados «occidentales». Se está desarrollando una nueva Guerra Fría pero esta vez con fronteras indefinidas.

Este nuevo escenario mundial de enfrentamiento ha generado una sensación de que la única solución es aumentar nuestras capacidades militares para así evitar que nos ataquen, y si no lo conseguimos, y finalmente nos atacan, estar preparados para defendernos. Para ello debemos dedicar mayores partidas presupuestarias a la Defensa, debemos aumentar el número de carros de combate, de piezas de artillería, de buques de guerra, de aviones de combate, de los revolucionarios drones e incluso debemos pensar en volver a instaurar el servicio militar obligatorio, para así poder disponer de un número de soldados suficiente. En una era en la que la revolución tecnológica marca nuestras vidas buscamos soluciones del siglo XX a problemas del siglo XXI.

Pero de repente nos hemos despertado con un nuevo susto, otro frente abierto, el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Mike Turner, advirtió de que existe «una grave amenaza para la seguridad nacional». Esta amenaza consiste en la supuesta capacidad rusa para ubicar misiles con carga nuclear en el espacio ultraterrestre y disponer así de la capacidad para lanzar un ataque contra los satélites de comunicaciones enemigos. Un ataque de estas características afectaría gravemente a las capacidades militares de Estados Unidos y de todo el resto de sus aliados. Algo que es aún más preocupante es el reconocimiento por parte de EE.UU. de que no disponen de capacidad de defensa ante un ataque de este tipo.

Sistema ruso de lanzamiento de misiles de largo alcance RS-24 Yars, con capacidad nuclearAFP

No es nada novedoso pensar que cualquiera que tenga como objetivo convertirse en una potencia mundial debe disponer de la capacidad de controlar los global commons (espacios comunes), tales como el mar, el aire, el espacio ultraterrestre y el ciberespacio. El problema de todo ello es que algunos elementos, que discurren o están ubicados en los global commons, son tremendamente vulnerables (cables de comunicaciones submarinos, gaseoductos, oleoductos, tendidos eléctricos submarinos, satélites y otros). Nuestras guerras y nuestra propia vida están basadas en que estos satélites funcionen y si fallasen el resultado sería desastroso.

EE.UU. ha diseñado un sistema económico para el que el transporte de mercancías aéreo y marítimo han resultado elementos vitales y, por supuesto, su protección un elemento imprescindible para poder mantener su poder. En el espacio ultraterrestre también han mostrado su supremacía al colocar sistemas de satélites y dominar las comunicaciones de la mayor parte del mundo, pero parece que se han olvidado de la capacidad de defenderlos, algo que puede resultar dramático.

Rusia lanza una oleada de misiles y drones contra Odesa

Rusia parece que ha tomado una posición más ofensiva en este asunto y ha descubierto que la solución de sus problemas puede que no proceda de la tierra sino del espacio, pero no la solución de sus problemas en Ucrania, sino la solución del pulso con su eterno enemigo, los EE.UU., pudiendo asestarle un golpe mortal a él y a todos sus aliados.

Con la dependencia de la OTAN, y de todo el mundo occidental, de los sistemas de comunicaciones estadounidenses, si lograsen los rusos dañarlos, total o parcialmente, lograrían afectar gravemente la operatividad de todos esos carros, aviones, buques, lanzadores de misiles y otros sistemas con los que hemos reforzado nuestros sistemas de defensa. Parece que Rusia está apuntando al punto más vulnerable de nuestro bloque.