Con las cosas del comer, no se juega
La vicepresidenta Díaz no dudó en acercarse a su tierra natal a tomarse unas oportunas fotografías recogiendo alguna que otra bolita. Mientras, los profesionales del mar temen la alarma creada
El pasado 8 de diciembre, seis contenedores cayeron al mar desde un buque de nombre Toconao. Lo hicieron –aunque esto parece olvidarse– en aguas portuguesas. De esos contenedores salieron, entre otras cosas, pélets. ‘Lágrimas’ lo llaman algunos para dar a lo ocurrido una connotación aún más sentimental.
Los sacos perdidos acabaron por aquí y por allá. Aparecieron en las costas gallegas y, además, –esto también se tiende a olvidar– en las playas de Asturias y Cantabria. En el País Vasco llegaron, incluso, a analizar pélets encontrados en algunas de sus orillas. Resultó que no pertenecían al Toconao, pero eso es ya otro cantar.
En Galicia, las batidas de recogida han llenado el doble de sacos de plásticos procedentes de la porquería vertida en las playas y el mar, que de las dichosas bolitas. Concretamente, los medios puestos a disposición por la Xunta recogieron desde comienzos de mes, el equivalente a 92 sacos de 25 kilos de pélets. O lo que es lo mismo, 2.300 kilos. Únicamente desde el martes, los plásticos retirados procedentes de residuos urbanos rondan ya los 4.200 kilos.
Sin embargo, la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se enfundó un jersey no tan 'chic' como de costumbre, y se acercó a una de las playas de su comunidad autónoma natal a tomarse unas oportunas fotografías recogiendo unas cuantas bolitas. Desde Madrid, el ministro de Transporte, Óscar Puente, se concentraba en escribir una retahíla de mensajes en redes sociales aprovechando la ocasión para atizar al Ejecutivo regional. Obviando, eso sí, que las competencias del agua pertenecen a su Gobierno.
Mientras, los gallegos siguen saliendo al mar. Hartos de una alarma social interesada para unos pocos que perjudica a otros muchos. Porque como bien comentaba a este medio uno los profesionales de este sector, «con las cosas de comer, no se juega». Y no debe hacerse, y mucho menos, por un puñado de votos.