Bota del Peregrino en el Cabo de Finisterre

Bota del Peregrino en el Cabo de FinisterreWikimedia Commons

Finisterre se llena de basura por el empeño de los peregrinos en depositar 'recuerdos' de su camino

Junto a las tradiciones milenarias del Camino de Santiago han surgido prácticas que han ganado popularidad entre los caminantes y suponen un impacto negativo en el medio ambiente

El Camino de Santiago ha jugado un papel fundamental en el incremento de la popularidad de Galicia como un destino turístico de renombre. Miles de personas realizan las diversas rutas de peregrinación que, desde hace unos años, finalizan en el ‘fin del mundo’, es decir Finisterre, y no en Santiago de Compostela como era lo más habitual.

Esta peregrinación se ha ido enriqueciendo con tradiciones, ritos y costumbres y que se han ido consolidando a lo largo de los siglos. Sin embargo, junto con estas tradiciones milenarias, también han surgido otro tipo de prácticas que ya se han hecho populares entre los caminantes a pesar del impacto negativo en el medio ambiente.

Una de estas prácticas es abandonar los enseres personales en lugares específicos del camino, como rito que simboliza el fin de un viaje. No obstante, estas prácticas no solo carecen de un verdadero fundamento histórico, sino que también perjudican el entorno natural y cultural del Camino de Santiago. El abandono de objetos personales contribuye a la acumulación de basura, afectando la estética y la integridad del paisaje.

Dejar atrás lo viejo y dar paso a lo nuevo

Finisterre es un lugar cargado de simbolismo y misticismo cuyo atractivo turístico ha ido aumentando con el paso de los años a la vez que han crecido algunas prácticas peregrinas que han supuesto una agresión medioambiental en este entorno paradisíaco.

No hace muchos años, al llegar a Finisterre muchos caminantes quemaban sus botas o alguna prenda con la que habían realizado el Camino para simbolizar un nuevo comienzo tras dejar atrás lo viejo. Una práctica que, en 2022, erradicó la administración local por el impacto negativo tanto sobre el medioambiente como a la propia imagen del Camino, además del riesgo de incendio que conllevaba este ritual.

Si bien esta fea acostumbre parece haberse atajado, los peregrinos han instaurado otro hábito que, nuevamente, se ha convertido en ritual entre los visitantes: Dejar prendas de ropa y otros objetos personales en ese entorno a modo de recuerdo.

Como resultado, la alambrada del recinto de uno de los faros más emblemáticos de Galicia está llena de objetos de todo tipo lo que afea y contamina el paisaje. Una vez más, el Ejecutivo local ha expresado su indignación y apela al civismo de la gente para no se degrade de esta manera el entorno natural del Faro. Además, con el fuerte viento que pega en la zona, muchos de estos objetos terminan el mar con las consecuencias que ello acarrea.

Falta de concienciación

A priori, parece complicado y lo es, frenar una conducta que está muy arraigada entre los peregrinos que llegan a Finisterre. Sin embargo, el Ayuntamiento coruñés erradicó la tradición de la quemar la botas, en el lugar donde ahora 'lucen' los enseres de los peregrinos, con una campaña en redes sociales bajo el lema «Buen camino, buen final» con la que acabó con aquella dudosa tradición.

En esta ocasión, el consistorio ha colocado avisos en los albergues, ha apelado al civismo de la gente en la prensa y ha puesto a las autoridades locales a multar a los que pillan «in fraganti», pero aún así estas medidas parecen insuficientes.

Por ello, es fundamental que los peregrinos y turistas sean conscientes de la importancia de respetar y preservar el entorno del Camino de Santiago. Porque fomentar prácticas sostenibles y respetuosas no solo asegura la conservación del patrimonio natural y cultural de Galicia, sino que también enriquece la experiencia de la peregrinación, manteniendo vivas las auténticas tradiciones que hacen del Camino de Santiago una experiencia única.

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