El Versalles español está en Galicia

Solemos pensar que, viajando a Italia, Gran Bretaña o Francia encontraremos grandes villas con jardines renacentistas que nos trasladen a épocas remotas de siglos pasados. Sin embargo, desconocemos que, en muchas ocasiones, no hace falta traspasar fronteras para encontrar verdaderas maravillas arquitectónicas que representan el carácter palaciego tan común en estas regiones.

Hablamos, por supuesto, de los pazos gallegos, vestigios monumentales de las familias señoriales de la zona que hacían construir casas que son un auténtico deleite para los sentidos. Por lo general, cuentan siempre con la misma estructura, formada por una gran mansión solariega de piedra rodeada por jardines y cuidados terrenos verdes al que se unen edificaciones religiosas. A su alrededor, vivían los aldeanos que trabajaban las tierras de los dueños.

Entre todos los pazos que pueblan Galicia, quizás, el más destacado por su belleza y distinción es el Pazo de Oca. Representativo por su riqueza arquitectónica y botánica, está situado en el concello de A Estrada. Actualmente pertenece a los duques de Medinaceli y está declarado Bien de Interés Cultural.

Por su carácter barroco y sus espectaculares jardines es conocido comúnmente como el Versalles gallego. Y no nos extraña, porque una sola visita a este palacio, construido en el siglo XV sobre los restos de una antigua construcción militar, bastan para ver que es una auténtica obra maestra gallega que va más allá del estereotipo literario que hemos podido ver en Emilia Pardo Bazán o Valle Inclán.

En su plaza principal, un cruceiro invita a visitar el palacio, la construcción más monumental de la zona que destaca por su chimenea de carácter puntiagudo y sus torres almenadas, y la capilla de San Antonio de Padua, donde se aprecia el carácter barroco de todo el conjunto.

Sin embargo, el pazo de Oca tiene una unión indisociable con sus jardines, que esconden un elegante tesoro. Como si fueran una reinterpretación paisajística francesa, su extensión supera las siete hectáreas en las que caben parterres, invernaderos y laberintos.

La mejor vista del enclave se obtiene desde los dos estanques. El juego de perspectivas creado por el fluir del agua, las hortensias y camelias de sus orillas y la isleta pétrea en forma de barca crean una panorámica magnífica digna de fotografiar.