La riada que inundó el estadio El Arcángel
El Guadalquivir llegó a tener un caudal de 5.400 metros cúbicos por segundo
Aquel invierno de 1963 vino cerrado en agua sobre Córdoba. Las lluvias eran una constante durante unos meses en los que apenas se llegó a ver el sol. En la capital, como suele ocurrir, los barandales de la Ribera fueron el punto de concentración de quienes veían cómo día a día subía el nivel del Guadalquivir. En la provincia aparecía el agua a cada recodo, donde arroyos, cunetas y barrancas dejaban fluir lo que con generosidad caía de cielo.
Como todo en la vida, aquel temporal tuvo un límite, que sucedió entre los días 17 y 18 de febrero, hace ahora precisamente 60 años. La lluvia arreció de tal manera que las alertas saltaron tanto en la capital como en la provincia, donde varias localidades sufrieron también los estragos de una riada que arrasó con lo que se le puso por delante.
En los pueblos
El primer pueblo en tener problemas fue Castro del Río, donde todas las viviendas de la zona baja de la localidad se vieron inundadas por una capa de 1,10 metros de agua y lodos. De forma inmediata, Puente Genil también comenzó a tener problemas. Una sexta parte de la localidad se vio afectada por el desbordamiento, por lo que se evacuaron a alrededor de 600 personas de sus viviendas y fueron realojadas en unos locales provisionales.
Los cordobeses no se perdían el espectáculo de ver el río como no lo habían conocido. Llegó a tener un caudal de 5.400 metros cúbicos por segundo, lo que supuso un nivel máximo de siete metros sobre la cota habitual, que se alcanzó entre las 20:00 y las 21:00 del día 18.
Las causas
Los expertos achacaron esta riada a una serie de factores. Por una parte, unos ríos jiennenses generalmente secos, como el Jandulilla, el Guadalbullón y el Guadiana Menor se vieron saturados tanto por las persistentes lluvias como por la licuación de las nieves en las cumbres de Sierra Morena. Además, la sierra de Cazorla tuvo una pluviosidad espectacularmente alta, lo que hizo que el nivel del Guadalquivir subiera considerablemente.
En la capital, donde más afectó la subida del Guadalquivir fue en el entorno del estadio El Arcángel, junto al arroyo de las Piedras, también crecido, y el Campo de la Verdad, con unos efectos que no fueron tan dañinos gracias al muro de contención que se había construido años antes.
Aún así, en el Campo de la Verdad, que de otra manera se hubiera convertido en un lago, se evacuaron 300 familias y otras 171 de Villarrubia. Además, en toda la capital se vieron afectadas 334 viviendas, de las que 150 fueron derrumbadas por la lluvia y el resto quedaron en ruina. El obispo, Manuel Fernández-Conde, se puso en contacto con el alcalde y ofreció el Palacio Episcopal para alojarlos y a través de Cáritas Diocesana y de Acción Católica se entregaron colchones, mantas y ropa a los afectados.
Una víctima
Lo peor de estas dos jornadas fue el hundimiento de una chabola en el Zumbacón donde murió un recién nacido de tan sólo 15 días. En el mismo suceso resultaron heridos dos familiares de 41 y dos años de edad.
La situación de desamparo en que quedaron numerosas familias fue la que forzó al Gobierno de la nación a buscarles un alojamiento rápido y para ello se hicieron las conocidas como casitas portátiles, cuya provisionalidad se prolongó por espacio de tres décadas.
Las imágenes menos dramáticas pero sí más espectaculares fueron las que ofreció el estadio El Arcángel, que quedó anegado en todo el terreno de juego y sólo sobresalían del agua una cuarta de las porterías. La causa estuvo en el desbordamiento del arroyo de las Piedras, actualmente canalizado, y que ha sido el que históricamente ha inundado el santuario de la Virgen de la Fuensanta, como queda constancia en numerosos registros en su fachada. El agua entró a través de un desagüe situado junto a la zona de vestuarios que no había sido taponado, como los demás que había en el estadio.
El partido del Córdoba CF
En los dos días de riada estaba previsto un partido de liga en El Arcángel. El Córdoba CF se enfrentaba el 18 de febrero al Zaragoza, en un interesante duelo de la Primera División. En la víspera, visitaron el estadio el árbitro, el colegiado De Luis Quel, y los presidentes de ambos equipos, Marco Waldo y José Salinas. Lo que vieron no admitía otra solución que suspender el encuentro.
El aplazamiento del partido fue un duro golpe a las arcas del club cordobesista. Al tenerse que jugar en día laborable, la taquilla no sería tan abundante como en una tarde de domingo. Además, la legislación de la época obligaba al equipo local en caso de suspensión a indemnizar a la escuadra visitante, con traslados, alojamientos y dietas.