Alfredo Asensi, radiofonista
«A la radio local se le debería dar más tiempo y más espacio, porque todo pasa por Madrid»
Hablamos con el locutor sobre su reciente libro Memorias de un micrófono (Diputación de Córdoba, 2023)
En la terraza donde transcurre esta entrevista no estamos ante un ser humano sino ante un micrófono. O un aparato de radio, de los de antes de los móviles. Alfredo Asensi Díaz (Málaga, 1940) está hablando y uno no ve solo a la persona sino a la radio toda. No hace falta cerrar los ojos: la radio está ahí. Con el pelo más blanco y con las señales típicas del paso de los años, esas que los cursis tratan de disfrazar con ácido hialurónico, en Asensi son medallas. Las condecoraciones del locutor son los años al pie del cañón, del micrófono que es cilíndrico como un arma pero que se puede utilizar para la lírica, para la información o para disparar canciones italianas de los años 60, cuando Alfredo marchaba a San Remo a retransmitir el festival musical por excelencia de una Italia y una Europa mucho más bellas y decentes que las actuales. Y sin medios digitales, con aparatos imposibles que se calentaban y que requerían del locutor un ejercicio de funambulismo que solo el oficio y la vocación permiten.
Alfredo Asensi ha hablado de libros, de toros, de fútbol, de la vida. La ha contado casi hasta el punto de perderla. Ahora recopila y ordena recuerdos y sus memorias - la memoria siempre personal, subjetiva e íntima- salen a la luz en un libro que en breve será presentado de manera oficial. Escribió o dijo Marshall McLuhan que «la radio afecta a la gente de una forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre el escritor-locutor y el oyente». Memorias de un micrófono es un libro que suena de manera silenciosa en la cabeza del lector, que encontrará en él voces y músicas que quizá recuerde como un aroma de juventud o saboree por primera vez en esta época tan ruidosa, en la que Asensi continua siendo un locutor de voz calma y pluma precisa.
- ¿Periodista, locutor o radiofonista?
- Radiofonista locutor o locutor radiofonista (ríe). Es lo que he sido. Yo entré en la radio en el año 1966 como locutor superior en Radio Popular. Y toda la vida he sido locutor y guionista, y no me he considerado periodista. Si existiera sería periodista de radio, pero no periodista, porque ellos son de otra rama. Soy locutor, guionista y escritor, pero siempre centrado en el mundo de la radio.
- Ha hablado de la figura del ‘locutor superior’ que hay que decir, para el que no lo sepa, que es una categoría laboral.
- Sí, exactamente. está el locutor, el locutor de primera y el superior. Lo que pasa es que yo fui locutor superior no por mis méritos sino porque directamente así lo decidió la dirección de Radio Popular. Cuando Radio Popular se vino a Córdoba, yo había hecho pinitos en Puente Genil, en la emisora parroquial, aunque yo llegué de Málaga, porque estudiando magisterio allí recitaba en el conservatorio poemas, entre otros, de Machado. A Antonio Carmona, que entonces era el Luis del Olmo de Málaga, le encantó mi tono de voz y mi acento (yo venía de Castilla) y me anticipó que acabaría en la radio. Con él llegué a Radio Nacional e hice también mis pinitos, y con ese argumento de haber venido de Málaga y haber estado en Radio Nacional, el entonces director Luis Alemán Mur consideró que debía entrar como locutor superior.
- ¿Las memorias tratan de explicar una vida a los demás o a sí mismo?
- Más bien a los demás. Ahí cito una frase de Borges que dice que las memorias son cristalitos que tenemos y que de vez en cuando se van encendiendo, y nos van lógicamente recordando nuestro pasado y nuestro ayer. Las memorias entraban dentro y tenían que salir. Y no únicamente por mí, por mis recuerdos íntimos, sino por todas esas personas que aún te recuerdan, que alguna vez estuvieron en la emisora, que te escuchaban. Cientos de personas a las que de alguna forma aún les debes una proyección de lo que llevas dentro. Gente que de alguna manera te demanda el escribir, el contar. Así surgió este libro de memorias. Por un lado te quedas tranquilo al escribirlo, pero también intranquilo al ver que no has sacado todo.
- Sin embargo, usted se convierte en micrófono para contar los recuerdos vividos. No es Alfredo Asensi.
- Sí, soy un micrófono, exactamente. Es el micrófono el que habla. El micrófono es que ha recogido absolutamente todo, el que ha entrevistado a gente muy importante y a gente que no lo es. El micrófono no entiende de ojos verdes, ni de pelo cano ni de voz ronca, ni de campesinos o millonarios. El micrófono recoge sensaciones. Lo que sí es cierto es que yo tengo una gran complicidad con ese micrófono. Es mi forma de ser, de entender la vida y la profesión. Lo mismo entrevisto a un chaval incipiente que quiere ser cantautor que a Nino Bravo, a quien tuve la fortuna de entrevistar, o Cecilia, por citarte dos monstruos de la música ambos fallecidos en accidente de tráfico.
- Son casi 450 páginas para resumir distintas etapas profesionales. ¿Cuál recuerda con más cariño?
- Con cariño y quizás nostalgia, la etapa primera en Radio Popular, porque fue el inicio, el descubrir el mundo de la radio desde el compromiso profesional de crearlo diariamente. Aquella etapa de ‘Club juvenil’, con dos horas de musical por la mañana, de 10 a 12, es algo que ahora resulta asombroso. Atendíamos las peticiones de los oyentes. No discos dedicados peró sí cartas solicitando selecciones musicales. O aquellos programas que hacía de madrugada, de los que tengo en el libro algunos testimonios de los oyentes, algo que me produjo en su momento una emoción especial. Y todo ello a pesar de la censura, porque yo me atrevía en aquella época a citar mucho a Lorca, Alberti o Penagos y eso podía ser un poco complicado. A las 12 de la noche , que era la hora del programa, desperté no pocas vocaciones poéticas. En el libro hablo de algunos de esos portadores de emociones, como por ejemplo Manolo Romero, Alfredo Jurado o Alfonso Toledano. Son personas que me han mandado comunicaciones dando a entender lo que la radio para ellos supuso y especialmente el trabajo y la elaboración de programas por parte mía.
El micrófono no entiende de ojos verdes, ni de pelo cano ni de voz ronca, ni de campesinos o millonarios.
- También tuvo la oportunidad de estar en el inicio de un proyecto histórico, que en su momento supuso una nueva etapa en la radio española, como fue Antena 3 ¿Se marchó dolido de Radio Popular porque entendió que no le supieron valorar?
- Absolutamente sí. Cuando llegó el momento de Antena 3 anduvieron por Córdoba personajes del despacho de Manolo Martín Ferrand. Recabaron la atención de mi compañero José Serrano, que hacía la información en el exterior y estaba al tanto de todo lo que acontecía. Él fue el que me dijo que Martín Ferrand me había escuchado, que necesitaba alguien al micrófono y que pensó que podía ser yo. Al poco Martín Ferrand me llamó, me hizo una proposición realmente buena y yo no dije nada. Corrió por Radio Popular la noticia de que Pepe Serrano se iba a Antena 3. De mí nadie sabía absolutamente nada. Fue el director quien me comunicó que se iba Serrano, que «nadie era imprescindible» y que yo me quedaría con los informativos. Eso suponía estar en la calle mañana, tarde y noche, atendiendo ruedas de prensa y actos. ¿ Y qué hacía yo con el programa cultural Caleidoscopio, de dos horas por la tarde? ¿Y con el musical de la mañana, las tonadas, las retransmisiones deportivas y la información taurina? Todo eso hacía yo. El director me dijo, sencillamente, que ya saldríamos adelante. No me sentí valorado, como es lógico. Además teníamos programas musicales a nivel nacional que yo coordinaba desde Córdoba. Me dio mucha pena. Ví que acabaría reventado, porque esa era la realidad. Y me fui a Antena 3.
- En aquella Antena 3 sufrió un infarto, que narra en el libro. Estuvo a punto de morir con las botas puestas. ¿La radio es una profesión que exige mucho?
-Sí. El infarto es un problema en la profesión periodística. Y más en el mundo de la radio. Tuve suerte y lo cuento porque ese fue otro capítulo mío en la radio. Y lo escribo con pelos y señales. También pretendo que los infartados que lo lean sepan que se sale perfectamente de algo así. Me ocurrió preparando un programa taurino, con Ángel Mendieta. Yo estaba perfectamente en mi casa antes de ir a la radio, llevé andando a mi hija al conservatorio y a las siete menos diez me visitó la muerte. Descrito está ahí como fue.
- Ha comentado antes que este libro se lo debía a la gente, los oyentes que le recuerdan, pero otra de las cosas que tiene la radio son los colaboradores que pasan por ella y que acaban convirtiéndose en amigos. También les dedica un capítulo.
- El colaborador es un personaje muy valioso para el radiofonista, que tiene la responsabilidad de hacer un programa diario, en el que hay que meter información cultural o política, y temas de todo tipo. De alguna manera hay que saber de todo, pero eso no es posible, y tienes que buscar apoyos. Yo he tenido la suerte de encontrar a una serie de personas que son las que destaco, con el temor de haberme dejado alguna atrás. Ha sido una amplia nómina de colaboradores con los que he podido hacer grandes programas de radio. Por lo menos, creo que buenos programas.
- Otro de los grandes hitos en la carrera de Alfredo Asensi ha sido recuperar la radionovela. Ahora está de moda, curiosamente, gracias a los pódcasts. Pero en 1997, cuando se embarca en la radionovela sobre Manolete, era un género radiofónico completamente abandonado.
- Cierto. Durante el cincuentenario de la muerte de Manolete hubo homenajes en la prensa, en la televisión y en casi todas partes, menos en la radio. Y se me ocurrió hacer la radionovela. Escribí unos cuantos capítulos y se lo dije al entonces director de Radio Córdoba, Tomás García, que le pareció muy vendible. Por aquel entonces en el homenaje a Manolete coincidí con Tico Medina, y se lo comenté, le enseñé algunos guiones que ya tenía escritos y me animó enormemente. De hecho me sugirió que me lo narrase Matías Prats. Contacté con él y también le gustó muchísimo. Yo tenía miedo porque cuando me puse a escribir ahí había un montón de personajes y mi intención era hacer una radionovela de unos 20 o 25 capítulos, pero mira por dónde conocía a Luis Navas, el gran rapsoda, que me presentó a un señor llamado Francisco Madueño. Quedé con él para hacer el papel de El Pipo y en ese momento me dí cuenta de que tenía que ampliar los guiones. Me fui a sesenta capítulos. Y efectivamente, tienes razón, la radionovela en ese momento estaba muerta. Tan muerta que causó sensación. Tomás García me dijo que la presentaría al premio Ondas, y estuvo nominada aunque finalmente no resultó ganadora. Pero no sé quién en El País tomó interés y solicitó un DVD con algunos capítulos, porque les interesaba ofrecerlo con el periódico, con la particularidad de que había que quitar algunas músicas de los episodios por derechos de autor. Y yo me negué, porque el montaje fue impresionante y me tirá hora miendo y colocando sintonías. Pero lo comento porque fueron ellos los que se percataron de la importancia de la telenovela, de que era un género que había que recuperar. En la de Manolete participaron 220 personas y 230 en la de Julio Romero de Torres. Hice también la de Machaquito, la de Lagartijo y finalmente la del Cordobés, en la que el propio Manuel Benítez ha participado como protagonista también.
Con la telenovela de Manolete tenía miedo porque cuando me puse a escribir ahí había un montón de personajes y mi intención era hacer una radionovela de unos 20 o 25 capítulos. Acabé haciendo 70.
- Los capítulos del libro están presentados a modo de guión radiofónico.
- Es que el guión radiofónico es la esencia de lo que es la radionovela, con la música que debe arroparlo y con los personajes que hablan y comentan. El guión radiofónico supone una documentación importantísima, de primera.
- ¿Qué momento está viviendo ahora mismo la radio, en su opinión?
- No puedo contestar a esa pregunta porque ahora no estoy dentro de la profesión. Pero creo que está en un buen momento y que hay audiencia. Veo que hay mucho mensaje comercial, luego si los comerciantes acuden a la radio es por algo. Es porque tienen respuesta al depósito que han hecho en cuñas o programas patrocinados. Lo que sí veo es la penuria de la radio local, que prácticamente está muerta. Y no porque no haya grandes profesionales, sino por falta de tiempo, de espacio. Para que funcionara el tema de la radionovela hubo que consultarlo a Madrid, porque no nos dejaban más de 15 minutos. Para la alternativa de Finito, en Antena 3, nos pidieron desde Madrid como mínimo millón y medio de pesetas en publicidad [mayo de 1991] y solo nos concedían dos horas. Ese es el problema que yo le veo a la radio actualmente y es que la información local y la proyección del radiofonista local están muy limitadas.
Ahora, la radio en sí, como medio, creo que goza de buena salud.
- Le ha publicado el libro la Diputación de Córdoba.
- Yo con la Diputación tengo lo que no sé si se puede llamar deuda de gratitud, porque anteriormente a este libro hice, en base a los guiones de la radionovela que escribí sobre Julio Romero de Torres, « Pasión y Belleza.Julio Romero de Torres y Cordoba» un libro no solo sobre el pintor sino sobre la Córdoba de su época. Era un libro muy caro, tanto que en la Feria del Libro se está vendiendo a 55 euros. Alguien me aconsejó que lo presentara a la Diputación, por su imprenta y porque edita muy bien, y podía publicar un tipo de libro así. Entonces cuando acabé las memorias no pensé en ninguna editorial de Córdoba, sinceramente, sino en la Diputación, toda vez que allí quedaron gratificados con el de Julio Romero. Otro motivo fue el buen talante y la excelente profesionalidad de Antonio Bautista, maquetador y diseñador del Departamento de Ediciones y Publicaciones.