Recogida de naranjas en el Patio de los NaranjosM. Estévez

Naranjas en el suelo

Camarón de la Isla quiso mojar su prodigiosa voz en la historia y la belleza de la Fuente del Olivo

Mientras voy esquivando las naranjas que pueblan nuestras aceras, me viene a la memoria un día de 2014 en el que tuve la suerte de cruzarme en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral con un conocido, Rafael Prieto, «alma mater» de lo que fue en Córdoba Flores Santa Marta. Esta empresa fue la cuidadora durante muchos años de este excepcional «jardín» que es posiblemente, según el propio Prieto, el más antiguo de España.

Aparte del Patio de los Naranjos también estuvieron encargados del mantenimiento de la finca Buenavista en El Carpio, de la familia Alba. Rafael me dijo que allí fue testigo del encuentro entre el ex-jesuita Jesús Aguirre, marido consorte de la Duquesa, y el poeta Pablo García Baena, donde aquél le prometió intentar convencer a Dámaso Alonso para que le ayudara, como miembro del jurado, en la votación del premio Príncipe de Asturias. La mayoría de los componentes del tribunal ya estaban convencidos de los méritos de su gran obra, y sólo faltaba el voto del hombre que estuvo en el Archivo de la Catedral estudiando a fondo la poesía y la vida de Luis de Góngora en las décadas de los años 1950 y 60, tarea que hoy continúa con gran erudición la joven profesora Amelia de Paz Castro.

Volviendo a hablar del Patio de los Naranjos, donde nos encontrábamos, le pregunté por Juanmi, su cuidador diario, y me comentó que se había jubilado, y que ya se le echaba de menos. Este gran trabajador conservaba en su cuarto de utensilios, ubicado justo debajo de la torre, todas las informaciones que aparecían en los periódicos sobre el patio, que colocaba a modo de murales colgados en la pared. Entre todos estos recortes guardaba de forma muy especial aquella noticia del «Diario Córdoba» sobre los esquejes y semillas de naranjos del patio que iban a ser trasplantados en las ciudad japonesa de Hiroshima.

Semillas y esquejes para Hiroshima

En el Archivo de la Catedral existe copia de todas aquellas cartas que se cruzaron entre el Ayuntamiento de Córdoba y la embajada y consulado del Japón. El tema surgió con motivo de una visita que en el verano de 1957 hizo a la Catedral de Córdoba el obispo jesuita monseñor Aloysius Ogihara. Al visitar el Patio de los Naranjos quedó maravillado, y quiso llevarse unos esquejes y semillas de los naranjos para reproducir en la ciudad que sufrió el primer bombardeo atómico una especie de «hábitat-patio» como símbolo de la Paz en mayúsculas.

En esta idea se implicó de lleno el Ayuntamiento de Córdoba, que fue quien se encargó de enviar finalmente los esquejes y semillas a Japón, en un cofre de cuero repujado con el escudo de Córdoba y una perspectiva de la Mezquita-Catedral. En la parte interior llevaba adherido un pergamino cuyo mensaje es el siguiente: «Semillas de los naranjos de la Mezquita de Córdoba, vais a Hiroshima en misión de amor, de paz... a nacer allí donde la muerte se prodigó. Al florecer, ofrendad a Dios vuestro perfume, pidiendo la inteligencia entre los hombres».

Siguiendo con Rafael Prieto y la charla que manteníamos ese día pudimos presenciar cómo, justo en ese momento, unos operarios estaban recogiendo las naranjas de los noventa y seis naranjos que existen actualmente en el Patio, de los que, según sus curiosas anotaciones, en los años buenos se podían coger unos 32.000 kilos de naranjas, si bien sólo tres árboles daban naranjas «buenas para comer», porque los noventa y tres restantes son naranjos amargos. Y, además, de estas comestibles siempre dieron buena cuenta enseguida los campaneros de la familia Soriano.

Evidentemente, el aspecto del Patio con sus naranjos que nos ha llegado no coincide en nada con el patio original que tuvo la Mezquita tras sus ampliaciones, del que aún se duda si es obra de Abderramán II o, como parece más probable, de Abderramán III. Pocos años después de la reconquista cristiana, una alta palmera ya aparecía en los sellos capitulares del siglo XIII. Respecto a los naranjos, en el Archivo de la Catedral hay algunos documentos poco conocidos (en el Cajón N, Legajo nº 8, del Catálogo de Diego Ramírez de Xerez) que prueban que había plantados árboles de esta especie a finales del siglo XV, y que todas sus naranjas eran comestibles. Se arrendaba el conjunto de los naranjos a un particular, de nombre Juan Sánchez, según documento firmado en 13 de febrero de 1460 ante Pedro Martínez del Barrio, en el que se recoge que Juan Sánchez pagaba un importe por el derecho de recolectar las naranjas, teniéndose que encargar del cuidado de los árboles. Poco más tarde aparecen documentos de 1512 que hablan ya expresamente del «corral de los naranjos». Y Ambrosio de Morales, en 1581, citará también el «huerto de naranjos del patio de la Catedral».

En 1698 se llevó a cabo una renovación de cipreses y se plantaron rosales, y Tomás Fernández comentará que en el «ameno patio» hay 80 naranjos, 12 cipreses, tres palmeras y varios cinamomos. Hay también un único olivo, plantado en 1741. De este mismo año se cuenta con un primoroso y elegante plano donde se pueden contemplar los árboles que había sembrados en esa fecha. También el Archivo de la Catedral guarda documentos.

La visita de Camarón de la Isla

Tras esta digresión histórica, Rafael Prieto sacó a relucir recuerdos de fechas mucho más recientes, como aquel año 1955, cuando por el mes de mayo el Ayuntamiento trajo al músico José Iturbi para que diese un concierto en el mismo Patio de los Naranjos. Y yo comenté lo que mi añorado amigo, el gran astrónomo aficionado Manuel Flamil Cañete, me diría sobre el gran Camarón de la Isla, que estuvo también en el Patio de los Naranjos un día de 1976. El célebre cantaor quiso mojar su prodigiosa voz en la historia y la belleza de la Fuente del Olivo. Me comentó Flamil que le acompañaba en esa ocasión Paco Ruiz, amigo de El Rincón del Cante, así como el atento y solicito Ortega, aquel eficiente guía con una voz tan ronca que no tuvo más remedio que escuchar el comentario que le dirigió Camarón, admirado: «Tiene usted voz de fragua».

Después de beber agua, Camarón y sus acompañantes accedieron al interior de la Mezquita-Catedral, donde admiraron su imponente majestuosidad. Posteriormente, por la tarde, fueron al bar de Pepe de la Judería. Camarón, paseando sin prisas por aquellas calles estrechas de cal blanca, entonces aún con vida y vecinos, seguramente iba recordando su ambiente natal en el humilde barrio de la Callejuela. Comiendo en el bar, confirmaría lo a gusto que estaba ese día con una frase solemne: "Para cantar a borbotones hay que venir a Córdoba, beber su agua y su vino de Montilla, que es el complemento ideal para esta japuta adobada”. Y es que el dueño del bar, Pepe, parece que ese día se doctoró aún más en preparar aquella japuta, su plato típico.

Rafael Prieto me siguió hablando de su pasión por las plantas, del patio de la calle Marroquíes, que le encantaba al televisivo Padre Mundina por su variedad de flores, de los naranjos adosados a la pared del Palacio de Viana, de los jardineros que cuidaban tan primorosamente los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, ya que fue él quien de alguna manera había propuesto a Joaquín Soler como responsable...

Esa mañana de 2014, terminada la charla, era una gozada contemplar a los japoneses, turistas tan habituales en nuestra ciudad, disfrutando al ver la forma en la que los operarios cogían las naranjas de los árboles y aquellas que rodaban por el suelo. Dentro de lo comedido de su carácter, se les veía disfrutar como auténticos niños, admirando la escena como reflejo de un pueblo que trata y cuida como pocos a sus árboles. De esto hace ya casi diez años, y lo recuerdo mientras miro para abajo en una acera cualquiera, tratando de esquivar el peligro de las naranjas caídas que, parece ser, nadie recoge ni tiene intención de ello.