Ilustración publicada en Nuevo Mundo (1907)

Recordando el 'tren botijo'

Qué decir de los escándalos con el VAR, ese engendro que acaba de descender al Español, posiblemente por tener la osadía de llamarse Español

Cuando empecé a interesarme por el fútbol, en aquellos lejanos años de 1950-60, el Atlético de Bilbao (como se decía entonces) tenía como fieles «forofos» a gran parte de los trabajadores de «mono azul» de todos los pueblos de España, especialmente en aquellas localidades sin equipo en Primera.

Así, la generación de mi padre, que trabajó durante cuarenta años en la Electro Mecánicas, sentía una afición especial por el Atlético de Bilbao. La «Letro» era un hervidero de apoyo a este equipo, tanto por el grueso de los obreros como por los mandos e ingenieros, muchos de ellos de origen vizcaíno. En mi barrio de San Lorenzo estos aficionados al equipo rojiblanco se concentraban en la taberna Casa Miguel Cosano. Recuerdo a Barrilero, Espejo, Fimia, Estévez, Ríos, «Parrita», Villatoro, «El Salvori», «Manolillo», Morales, Luque, Soler, Páez, Zamorano... y tantos más que me sería imposible recordar. Lógicamente, todos, por razón de edad, ya hace tiempo que se nos fueron.

Había algunos identificados tanto con su equipo que, incluso, se colocaban la clásica boina en forma «achapelada», sobre todo cuando ganaban. Todavía recuerdo aquella final de Copa del Generalísimo del 24 de junio de 1956, en la que el Atlético de Bilbao le ganó al Atlético de Madrid, por 2 a 1, remontando el gol inicial de Molina. Aquello fue una «feria» en San Lorenzo, y cualquiera de los que salieron a celebrarlo podía citar de carrerilla aquella alineación de Carmelo, Orúe, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Gaínza.

A ver fútbol en tren

Muchos de estos aficionados, con todas las dificultades del mundo, se apuntaban a los 'Trenes Botijo' que montaba Renfe cuando el Bilbao bajaba a Andalucía a jugar a Sevilla, Jaén o Granada, que eran las localidades con equipos en Primera. Allí iba todo el que podía conseguir 30 pesetas, para pagar las 15 que valía el viaje de ida y vuelta, más el precio de la entrada al estadio y los pastelillos de cidra, que casi siempre los «botijeros» solían comprar para sus sufridas mujeres a la vuelta.

Ir a estos desplazamientos en el 'Tren Botijo' implicaba madrugar bastante para montarse en un tren lentísimo, muy parecido al célebre «Carreta» que hacía el recorrido Córdoba-Madrid en casi 20 horas. Lo del «botijo» se dice que es porque éste era prácticamente el único «cacharro» que se permitía subir como equipaje, en aquel tren donde la gente iba apelotonada hasta en los pasillos. Otra cosa que no faltaba era la caja de zapatos amarrada que llevaba dentro, por lo general, una tortilla de patatas, algún filete empanado y, con suerte, una naranja, como comida del viajante. Esta misma caja servía para traer los pastelillos de cidra a la vuelta.

Pero, lamentablemente, ese tiempo pasó. La política y los acontecimientos se sucedieron en el País Vasco con los crímenes de ETA (hoy representados por Bildu y sus secuaces), muriendo asesinados gran número de inocentes. Esto produjo en muchos españoles un instintivo acto de repulsa hacia todo lo «vasco», generalizando de forma injusta. Y encima, en el País Vasco algunos malnacidos quisieron tomar a sus equipos de fútbol como vehículo de propaganda para sus «ideales». El resultado fue que, con el paso del tiempo, cambiaron muchos sentimientos de los aficionados del resto de España. Ya no era fácil ser del Bilbao. Mi padre, que murió joven, no llegó a conocer estos momentos trágicos de crimen y muerte que produjo ETA. Pero, sin duda, como gran aficionado del Bilbao, se hubiera escandalizado con estos comportamientos y con el silencio cómplice de tantos.

Los valores del deporte

Afortunadamente, ni son cómplices todos los de allí ni la afición del Athletic ha perdido su fama de señorío. Como ejemplo, qué bonito es recordar cuando en 2018 el público de San Mamés aplaudió a Joaquín, ese singular futbolista gaditano, que con su gracejo y buenas maneras futbolísticas los había conquistado. Con ello nos hizo recordar a aquella generación de los «Trenes Botijos», cuando la gente aficionada al fútbol de verdad reconocía los valores tradicionales de lucha y entrega del equipo vasco así como el saber estar y respeto al rival de su hinchada.

Por desgracia, este detalle de la afición bilbaína, no tan lejano en el tiempo, está muy lejos de lo que ocurre hoy día, donde comentaristas de determinados medios de comunicación están convirtiendo el desarrollo de las competiciones deportivas en un caudal de intereses larvados, ajenos al propio sentido del deporte.

En este periodismo deportivo abundan los que viven de azuzar y estimular el odio, deformando la realidad. Entre otras cosas porque de ello es de lo que viven, ya que les genera audiencia. Para estos bellacos el fútbol es otra rama (como la disputa política, como los ataques a la religión...) donde incitar las más bajas pasiones.

Tenía razón el periodista José María García cuando decía: «Son tan malos los comentaristas de televisión, que a la mayoría les pagan con »vales del Corte Inglés« y que ellos luego los cambian por la mitad de su importe para obtener la liquidez que necesitan».

El VAR

Así, en el campo del Valencia han tenido lugar recientemente unos desagradables acontecimientos que aún colean. Para ciertos medios de información ha sido la culminación explosiva de una campaña orquestada a través del odio y la mentira, donde encima de todo se ha mezclado el tema del racismo, siempre a mano para los demagogos. Y esto en una temporada donde salen a la luz unos pagos al árbitro catalán Enríquez Negreira y otros más durante veinte años por parte del Barcelona, sin explicación convincente de su motivo. O qué decir de los escándalos con el VAR, ese engendro que acaba de descender al Español, posiblemente por tener la osadía de llamarse Español, en un sitio en donde hay políticos que le tienen un gran odio a España. Pero en este país, España, no nos puede extrañar nada, porque si hablamos de la «Verdad de la Democracia», cual es la participación ciudadana con su voto, el gobierno de Pedro Sánchez convoca a unas Elecciones Generales en plena campaña de vacaciones, con el fin de que la ausencia por vacaciones le pueda favorecer.

Y siguiendo con el VAR diremos que, parece, existen cámaras que sólo enfocan aquí o allá según interese, organizado bajo el tinglado empresarial del ínclito Jaime Roures, socio del Barcelona y amigo personal del señor Laporta (lo que alguna duda sobre su «imparcialidad» debería arrojar) y además descarado separatista catalán de ultraizquierda, rozando siempre el límite de la convivencia política, como cuando fue detenido en los 80 por colaboración con el terrorismo de ETA. Y este hombre lo mismo es productor de programas en TV3, donde se mofan de las devociones andaluzas, que de otros programas en Canal Sur, donde el presentador tiene que dar el «toque oficial» de chistoso andaluz.

Este tipo de personajes, ambiciosos, sin escrúpulos, son los que pululan hoy por el fútbol español, convertido en un negocio con mala pinta. Y eso sin hablar de los grandes capitales que compran equipos extranjeros y mueven millones de euros como si tal cosa, de origen y finalidad muchas veces turbios. Probablemente siempre ha habido aprovechados que se beneficiaban a costa del sincero amor a unos colores de los simples aficionados. Pero es que ahora estos sujetos indeseables son ya legión, y para ellos el fútbol es lo de menos frente a otros intereses, pocas veces confesados. ¡Qué alejado está el fútbol actual de aquel que recuerdo donde los esforzados obreros de la «Letro» se tiraban casi un día en el «Tren Botijo» para poder ver a «su» Atlético de Bilbao!