Foto antigua de la cantera con el sistema de extracción del pozo o cazoleta. (1949)La Voz

La primera piedra caliza

Para ir a bañarnos al Lago Azul no teníamos más remedio que pasar por debajo del canal, donde estaba la humilde morada de Antonio Carrasco Martín

Cuando íbamos de excursión o de perol hacia el arroyo Pedroches, en especial el día de la Candelaria, lo más habitual era tomar el llamado desde tiempos inmemoriales Camino Viejo, lo que hoy es aproximadamente la calle Cinco Caballeros. En esta zona, de ejido, huertas y olivares, se juntaban dos arroyos, el de las Piedras y el del Camello, también llamado Hormiguita.

En la unión de estos dos arroyos, ya desaparecidos, se encontraba una antigua y tosca cruz de piedra que se identificó siempre como la Cruz del Padre Roelas, erigida en torno a 1650, pocos años después de la muerte de este venerable sacerdote (1587), y que hacía alusión a su encuentro, justo en ese mismo sitio, con el Arcángel San Rafael en compañía de cuatro mártires de Córdoba, todos ellos ataviados como caballeros. Este momento trascendental de nuestra historia local está reflejado, entre otros, en dos bellos cuadros, uno en el Ayuntamiento y otro en la iglesia de San Rafael.

El padre Roelas

El sacerdote Andrés de las Roelas, hijo de Gerónimo de las Roelas y nieto de García de las Roelas, nació en Córdoba en 1525 y murió en 1587. Su testamento está en la iglesia de San Pedro y sus restos en la capilla de San Roque. Fue capellán del Convento de las Dueñas y vivió en una pequeña casa de la calle que se llamaría luego, en su honor, Roelas. Tras su fallecimiento, esta casa sería utilizada inicialmente como una pequeña ermita o iglesia dedicada al culto de San Rafael, y hoy forma parte de la sacristía de la posterior iglesia del Juramento, que se construyó con la adquisición de solares anexos y se terminó completamente en 1806.

El Padre Roelas dio conocimiento sólo a los teólogos de las apariciones (tanto el encuentro reseñado como otras revelaciones nocturnas), y tuvieron que pasar 25 años para que éstos se confirmasen tras un detenido examen. En una de estas revelaciones el Arcángel le indicó el lugar en donde se encontraban los restos de los mártires de Córdoba, y en otra se le presentó como Custodio de la ciudad.

Cuando se caminaba por este Camino Viejo prácticamente todo cordobés recordaba estos acontecimientos, que los mayores no dejaban de contar a los más pequeños. Tras terminar lo que sería la calle Cinco Caballeros nuestro camino se empinaba más y subíamos una acusada pendiente (más o menos por la actual avenida Blas Infante) que nos llevaba a una planicie en la cual quedaba a la derecha la antigua prisión provincial y el pequeño barrio de Miraflores, y en la esquina de la izquierda un ventorrillo, que por los años cincuenta regentaba un tal Edelmiro Gascón.

Antes de cruzar el caminillo que iba al ventorrillo existía una cantera de piedra caliza. El material lo subían desde el fondo de la cantera por un ascensor o cazoleta que se deslizaba ascendiendo por una torre metálica. Al llegar a una altura se volcaba la piedra caliza en una tolva de madera, que por un plano inclinado era dirigida al camión de carga.

El Lago Azul

Enfrente de la cantera había una alcubilla o depósito de agua de considerable dimensión. Esta era una zona rica en aguas subterráneas y veneros, pues por allí nacían tanto el venero de Pedroches (o la Palma) como el de la Hormiguita o Camello. Por ello no es de extrañar que cuando se empezó la construcción de la avenida de Carlos III, horadando el terreno, en 1959 se interceptase una de estas venas de agua y aflorase una gran cantidad de ésta a la altura de una cantera abandonada de Asland situada detrás del canal que trae a Córdoba el agua del pantano y que algunos, con no mucha imaginación, llamaron el Lago Azul.

Para ir a bañarnos al Lago Azul no teníamos más remedio que pasar por debajo del citado canal, donde estaba la humilde morada de Antonio Carrasco Martín, natural de Linares, al que todos conocíamos como 'Marchena el de la arena', porque recorría sin descanso las calles de Córdoba vendiendo su arena que obtenía de las cuevas que hay a la derecha del Puente de Hierro, por la Palomera enfrente de la Huerta de Don Marcos.

El simpático Marchena, sabedor de que por su 'vivienda' tenían que pasar los bañistas que iban a aquel Lago Azul, improvisó un puesto para la venta de tabaco. Montaba su tenderete donde vendía cigarrillos individuales sobre un bidón vacío de aquellos de la leche en polvo americana.

El atentado de ETA

Entonces, como decimos, no existía la avenida de Carlos III, y el camino de la calle Cinco Caballeros se prolongaba hasta coronar la avenida de Blas Infante. Muchos años después, en 1996, por esa zona, los criminales de ETA asesinaron a primeras horas de la mañana al sargento Miguel Ángel Ayllón, granadino, cuando esperaba al autobús militar que debía trasladarle a la base de Cerro Muriano. La bomba estaba escondida en un contenedor y provocó heridas a cuatro personas más, un capitán y un alférez, y un matrimonio de mediana edad que paseaba por allí.

El atentado pudo provocar una masacre mayor, pues al lado había dos coches estacionados que ETA había dejado con 380 kilos de amosal. En su investigación del crimen la policía, sin saberlo, los estuvo moviendo de un lado para otro ajenos a la carga asesina que llevaban dentro. Parece ser que el detonador estaba roto, porque lo normal era que con esos movimientos hubiesen estallado, reduciendo a cenizas el cercano bloque 11 de Carlos III. Al descubrirse que llevaban matrículas falsas sospecharon al fin de esos coches y descubrieron los explosivos. Los hicieron detonar de forma controlada ya al final de la tarde, y aún así aquello originó un gran estruendo que se oyó en gran parte de Córdoba.

Entonces todos los políticos, y la prensa, eran un clamor contra estos criminales. Basta comprobar la hemeroteca.

…pero hoy, por desgracia, políticos y medios 'progresistas' ven totalmente normal el negociar con el brazo político de estos asesinos, que nunca ha condenados sus crímenes, que los justifica, y que aún jalea a los asesinos cuando salen de la cárcel. Separatistas catalanes y antiguos terroristas de ETA son claves en estos momentos para obtener el poder, y por eso Otegui es un reconocido 'líder progresista', según determinados medios a los que no se les cae la cara de vergüenza. Porque hoy ya no existe ni la Cruz del Padre Roelas, ni el Camino Viejo ni las mayoría de las canteras de entonces. Pero subsiste la piedra, de hormigón armado al menos, con la que se adorna la cara de esta gente.