Mujer con albornoz secándose el peloLa Voz

El albornoz

«Mi madre creyó que se trataba de una prenda de contrabando de las que entraban por Algeciras y mi vecina Carmela dijo que se trataba de una toalla con mangas»

Dicen que el albornoz es una prenda de vestir de origen árabe. Por la calles populares de los países del norte de África se pueden ver a muchos viandantes con esta prenda de lana y sin costuras. Pero aquí en España quienes lo utilizaban mayoritariamente eran las bañistas que iban a las playas de La Concha o de El Sardinero, a tomar el sol y a lucir palmito entre charla y charla en aquellos sillones-jaulas de mimbre que aumenta el status de la instantánea estival.

Entenderán por tanto que sin apenas esperarlo y menos aún poderlo imaginar, la mayoría de los jóvenes que entramos al final de los años 50 a la Universidad Laboral de Córdoba quedamos sorprendidos cuando nos entregaron una prenda de esas, objeto que veíamos especial por muchas razones, todas alejadas de nuestra vida hasta entonces.

Más allá de la escena veraniega que comentábamos al principio, muchos de nosotros reconocíamos la prenda de verla en el NODO siempre que Matías Prats nos relataba algo sobre algún combate de boxeo. Todavía recuerdo la extrañeza de mi madre cuando llegué a casa con esa prenda y que ella creyó que se trataba de una prenda de contrabando de aquellas que entraban por Algeciras; mi vecina Carmela la jeringuera de la calle Montero, que al parecer había ido alguna vez a la playa de Málaga, dijo que se trataba de una toalla con mangas.

El boxeo

Hablando de boxeo tenemos que recordar al fallecido Fernando Vadillo, aquel crítico de Boxeo de eternas gafas oscuras. Fernando Vadillo Ortiz de Guzmán (1923-2001), además de un gran entendedor del pugilismo escribió bastantes libros sobre los periplos de la División Azul y fue gran amigo del laureado director de cine Luis García Berlanga (1921-2010), al que acompañó precisamente en aquella contienda en que fueron a luchar en el frente ruso. Posteriormente, fue fundador del periódico deportivo AS y que acabó con el tiempo formando parte del Grupo Editorial Prisa, quien lo diría, sobre todo por el contraste entre su pasado en la División Azul y la evolución ideológica que tomó la editorial Prisa, a la que el periodista José María García llegaría a distinguir como «El Monopolio».

Allí en la Universidad Laboral, y en la sala de juegos del Colegio Gran Capitán, que solían estar a cargo de Antonio Arjona Vázquez -que luego sería Secretario General de la UGT en Córdoba- , se solían montar algunas tertulias en torno a la portada del Diario Marca, que por aquellos tiempos llegaba a Córdoba los martes. Y sería el bibliotecario, el simpático Manzano, un gran aficionado a la bicicleta, el que nos habló del combate entre el toledano Exuperancio Galiana Díaz (1931-2005) «rebautizado» como Fred Galiana 'El toreador del ring', y el canario Juan Albornoz Hernández 'Sombrita' (1932-1993).

Aquel célebre combate lo ganaría Fred Galiana, y el público canario aceptó con resignación la superioridad del púgil toledano, el cual al ser entrevistado en el vestuario diría: «Nunca llegué a imaginar que existiera en Tenerife un público tan numeroso, tan cordial y tan cariñoso. Fue un espectáculo de grandes capitales». Y en cuanto a 'Sombrita' también opinó: “Un chaval noble, con mucha talla y madera de campeón. Pero no hay que precipitar su carrera".

Manuel Alcántara

Hubo varias crónicas sobre aquel combate de Tenerife, pero quizás la mejor fue la que hizo un escritor de tan buena pluma como Manuel Alcántara. Manuel Porras Alcántara (1928-2019), malagueño del Rincón de la Victoria, hizo bueno el escribir ayudado siempre por su eterno Whiski que agradaba la inspiración. Por cierto que el Paseo marítimo de Torre del Mar está llena de retazos y poemas del insigne Manuel.

En su crónica del Diario Marca describía a Fred Galiana como una figura rutilante de la noche madrileña. Nos explicó en sus líneas que fueron los franceses los que a raíz de su victoria ante Roy Famechon en el mes de noviembre de 1955 quienes le pusieron el apodo de 'Fred', influenciados por la fama que tenía Federico Martín Bahamontes (su paisano de Toledo), el mejor escalador que posiblemente tuvo el Tour de Francia y archipresente en aquella época en la ronda gala. Fred Galiana quiso ser torero pero el traslado de su familia a la localidad de Mataró lo involucró en el Boxeo y serían Joaquín Alis y posteriormente Jules Avernin los que le encauzaron hacía la fama.

Retirado del Boxeo «se quitó el albornoz» para dedicarse a la noche del espectáculo en donde incluso llegaría a cantar en algún que otro escenario. Con distinta suerte transcurrió su vida hasta que falleció en la zona de Orihuela (Alicante) a la edad de 74 años de neumonía, sin recordar nada de su gloria como boxeador víctima de la enfermedad de alzheimer que le acompañó y le «robó» con intereses los últimos años de su vida.

Eran años en donde Fred Galiana compartía portadas de popularidad con el torero Mario Cabré Esteve (1916-1990), personaje que era objeto de deseo de muchas mujeres fascinantes. Tal fue el caso de la mismísima Ava Gardner – «el animal más bello del mundo» en palabras de Hemingway-, de quien se llegó a decir que le «tiraba los tejos» al insigne espada que luego llegó a ser el presentador del programa estrella de Televisión Española 'Reina por un Día' junto a José Luis Barcelona (1932-2017). Siempre recordaremos aquella entrevista que hicieron en televisión a un taxista de nombre Ángel Durán, que guardaba como oro en paño el albornoz que utilizó la diva norteamericana en su estancia en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla.

Y hablando del programa de 'Reina por un día' todavía recordamos aquél programa cuyo protagonista fue Juan de Avalos, el famoso escultor del Valle de los Caídos, y pudimos ver en aquél programa a Vicente Crespo Martínez, que fue entrevistado recordando aquellos tiempos de delineación en Cenemesa (Madrid), en donde llegaron a coincidir Juan de Avalos y Manuel Ocaña Jiménez, además del entrevistado Vicente Crespo. Tengo que decir que Vicente Crespo Martínez fue el suegro del jugador de fútbol cordobés Rafael Gómez Amaro (1935-2020), y ya que hemos hablado de fútbol diremos que Vicente Crespo siempre guardó como oro en paño su título de socio no abonado del Real Madrid.

El autobús azul

Y siguiendo con el albornoz diremos que los que ingresamos en la Universidad Laboral en aquel segundo año de su inauguración de 1957, siempre recordaremos cuando llegamos a aquel autobús Pegaso de color azul y un tanto especial, aparcado en la puerta del Instituto Góngora de la plaza de José Antonio. Nos sorprendió que las puertas se abrían de forma automática mediante aire comprimido, y venía un ordenanza para acompañarnos.

Mi grupo, con apenas 14 años, éramos: Julián Contreras, Rafael Nogueras, Antonio Unquiles, Daniel Navas, Rafael Cantarero, Miguel Luque... y todos íbamos pasando por distintas mesas de reconocimiento y filiación. Éramos todos muy bajitos, pues la mayoría no superábamos los 1.54 metros de estatura; cosa que felizmente se corrigió afortunadamente cuando aquellas comidas tan equilibradas y ordenadas, y la actividad física cayeron como una bendición sobre nuestra fisiología de adolescente.

Terminada la filiación y reconocimiento nos entregaron un lote abundante de ropa de vestir, mudas interiores, zapatos, botas, prendas y calzado deportivo, incluso hasta una gabardina, pero con todo lo que más nos sorprendió fue el albornoz, uno por cabeza. Curiosamente cada uno era de un color, y aquello nos llamó mucho la atención.

Aquellas instalaciones, con sus brillantes pasillos, sus jardines, las propias oficinas y el trato que en todo momento se nos dio... no dejo de recordarlo como un todo gratificante. Pero sigue siendo la mayor sorpresa aquel albornoz tan vistoso. A la vuelta a nuestras casas, algunas madres no sabían exactamente de qué se trataba y qué uso tenía. Ya conté antes que mi madre pensó que era contrabandista. Sin llegar a un caso tan extremo, Rafael Ojeda Amate fue un excelente compañero, que como un gran tornero que se hizo se colocaría en Talleres Rotini en Madrid, ciudad donde acabaría viviendo durante la mayor parte de su vida y donde se casó a principios de los años 70. Pues bien, me contaba Rafael que con motivo de su boda, su madre, Carmen Amate Pantoja, decidió ir a Madrid para llevarle el ajuar de novio, lo que incluía con especial mimo en como iba envuelto el albornoz, el mismo que le dieron en la Universidad Laboral en el año 1956. Tal estima le tenía su madre a dicha prenda.

Fue un día del año 2006 cuando Rafael Ojeda Amate, que al jubilarse se volvió a su Córdoba cuando sentado en la cafetería que hay en la plaza de San Agustín donde me contó la citada anécdota de su albornoz. Tengo que decir que dicha cafetería pone sus veladores de terraza en donde estuviera el quiosco de periódicos de Paco Figueroa, enfrente de donde empezaría la singular Modesta a vender las primeras flores de plástico y utensilios del mismo material que se vendían en Córdoba.