El portalón de San Lorenzo
Algo de historia del número 40
Estos hombres han quedado en el olvido de todo el mundo porque no plantearon encierros, huelgas o manifestaciones
El número 40 es un número diríamos que mágico en la Sagrada Biblia, el libro del pueblo Hebreo, uno de los más antiguos de la historia y que aún hoy en día conserva su lengua y su religión. En este libro el número cuarenta es citado en más de cien veces, Así por ejemplo, es la cantidad de días y noches que duró el diluvio universal. El éxodo duró 40 años. Moisés estuvo 40 días y 40 noches en el monte Sinaí. Los reinados de Davis, Saúl y Salomón duraron 40 años.
Luego, en el Nuevo Testamento, tenemos que Jesús fue presentado en el Templo a los 40 días de su nacimiento. También después de su bautismo Jesús se marchó al desierto durante 40 días y 40 noches para ser tentado por el demonio. Después de su crucifixión Jesús se apareció a los apóstoles a los 40 días.
Podíamos resumir que fue el tiempo en que la tierra se purificó con el diluvio para tener una tierra nueva. Fue el tiempo de purificación del pueblo de Israel para encontrar la tierra prometida. Es el tiempo de prueba de Cristo en el desierto para comenzar su vida pública.
La célebre torre Eiffel inaugurada en 1889 fue durante 40 años el edificio más alto del mundo.
El número 40 en la fábrica de Westinghouse de Córdoba
En febrero de 1971, la prensa publicaba que la empresa Westinghouse, había entregado unos premios de «permanencia» a unos trabajadores que llevaban 40 años en la fábrica. El premio consistía en la entrega de una insignia de oro con el anagrama de la empresa y un premio en metálico equivalente al 50% de su nómina anual. Estos trabajadores fueron: Francisco Cañizares Rodríguez (1912-1989); José Murillo Rubio (1910-1987); Antonio Vélez Vargas (1905-1990); Fernando Mora León (1911-1980); Alfonso Rodríguez Díaz (1910-1989); José Maroto Molina (1907-1978); Martín García Jurado (1915-1977).
Pero es justo recordar aquí que este «Premio de Permanencia» además de la «jornada de 40 horas semanales» fue conseguido para los trabajadores por aquél grupo de delegados sindicales formado por Blas Pérez, Rafael Conejo, Antonio Galindo, Emilio Fernández, Rafael Caballero y Rafael Díaz, entre otros, que sin tener culpa alguna de la guerra del 1936, o de la implantación de cualquier dictadura supieron defender a sus compañeros como delegados sindicales con toda la honradez del mundo. Y fueron muchas las ventajas que consiguieron para los trabajadores, pero estos hombres han quedado en el olvido de todo el mundo porque no plantearon encierros, huelgas o manifestaciones. Curiosamente, para muchos de aquellos periodistas, lo único que existió fue Comisiones Obreras, aquel sindicato que en la transición trabajó más a los dictados del PCE que para los propios trabajadores.
Los 40 ingenieros
A pesar de la tranquilidad que aparentaba el patio central de Westinghouse, en el despacho de Dirección se desarrollaba una tensa reunión, entre el director don Cristóbal Sánchez Mayendía, y su grupo inmediato de colaboradores. Y quiero entresacar aquí la frase más solemne que allí pronunció: «No se puede consentir que en una fábrica que tiene a cuarenta ingenieros en nómina ocurran estas cosas».
No engañaba el director, pues en aquellos tiempos entre don Tomás López Mezquita, que era el ingeniero más antiguo, y el ingeniero Díaz Gallardo, que podría ser el más joven, había 40 ingenieros en fábrica.
El motivo de aquella reunión fue planteado por una oferta sobre un cuadro de cabinas de corriente continua que presentó la fábrica de Aparellaje, y ya que estaba entregada la oferta en «sobre cerrado» el ingeniero que había elaborado y entregado la oferta, al oír comentar a los distintos proveedores que habían concurrido al concurso hablar sobre la cantidad de material de importación que llevaba dicho cuadro, éste caería en la cuenta de que se había dejado sin meter en su oferta todo el material (como diodos y otros elementos relacionados), y que en el conjunto de la oferta podía suponer un 30% del total.
Al advertir este tremendo error, precipitó su regreso a Córdoba y le comunicó de inmediato este error a su jefe, información que llegaría a oídos del director que inmediatamente convocó una reunión con las partes implicadas, y reprimió de forma verbal y duramente al joven ingeniero que había cometido aquella lamentable omisión. El joven ingeniero muy afectado por este hecho se marcharía de la fábrica unas semanas después.
Hace 40 años
También podemos decir que ahora en el 2024, se cumplían 40 años de que en 1984, se produjeron en la fábrica otros acontecimientos también muy importantes.
En primer lugar tenemos que decir que se destituyó como director de fábrica a don Mateo González Robledo, un hombre que había sustituido en el cargo al legendario don Cristóbal Sánchez Mayendía. Sin duda don Mateo fue elegido para el puesto por el mismo Señor Mayendía, que reconocía así la importante labor que don Mateo González había realizado en la fábrica de Transformadores como jefe de fabricación, pues modernizó la fábrica y la hizo ágil y eficaz. Se consideró como la fábrica más moderna de Europa. En esta labor le ayudaría de forma importante el ingeniero Eduardo Alonso Luna.
Don Mateo fue el ingeniero cercano, que todos los viernes visitaba el taller, embebido en una cazadora tipo bervetón, por lo que se ganó el apodo de: «El hombre del bervetón», y se recorría todas las secciones de talleres y hablaba con maestros y todo el mundo que fuera necesario. Su preocupación por el buen funcionamiento fue siempre su obsesión.
Pero este gran ingeniero no tuvo suerte en aquél puesto de director que le habían encomendado. En primer lugar tenemos que citar los problemas sociales y políticos que se solían dar en aquella época de la Transición. En primer lugar se topó con Comisiones Obreras, que al principio, además de luchar por los intereses de los trabajadores, también seguía los dictados políticos que le marcaba el PCE. Y por ello se planteaban situaciones muy difíciles y ajenas a la fábrica. En segundo lugar, la presión que desde Madrid ejercían los americanos, sobre todo a la hora de obtener la «plantilla equivalente» a la cartera de pedidos. Y en tercer lugar, la fábrica pasó de una situación en donde los clientes «esperaban el plazo que fuera» para conseguir un transformador, a la situación de un mercado muy mermado por las circunstancias económicas que se derivaron de la crisis del petróleo y de la famosa guerra del «Yom Kipur», crisis que aunque llegaría a España años más tarde, afectó de forma muy importante.
Con estos problemas se encontró este hombre que desde que entrara en el cargo de director quiso dar ejemplo a sus compañeros ingenieros, empezando por el tema de la puntualidad a fábrica, en donde había un sector de ingenieros que llegaban habitualmente tarde a su trabajo.
En el plano social hizo extensible a toda la plantilla la Bolsa de Navidad que solo se le entregaba a los jubilados. Pero este proyecto de la Bolsa de Navidad se lo chafó el Comité de Empresa que no quería que nadie se colgara medallas.
Los americanos en su presión constante por el tema de reducir la plantilla de fábrica, pidieron un expediente de suspensiones de 318 trabajadores en 1978, y aquello dio mucha guerra con los agentes sociales. Los americanos lo plantearon como un ultimátum para la supervivencia de la fábrica de Córdoba. Después de huelgas, encierros y manifestaciones el Comité de Empresa aceptó la posibilidad de tal expediente de 318 trabajadores, pero puso tres condiciones: 1º.- Serían siempre «temporales» (18 meses), 2º.- Se aplicarán criterios objetivos para designar el personal del expediente. 3º.-Se les concedería una indemnización a los que fueran en el expediente que oscilaría entre 200.000 y 300.000 pesetas, según cada trabajador.
Pero aquel expediente y los restantes que pudo haber, los americanos no entendían para nada el porqué la gente volvía, cosa que en su país nunca era así. Lo que demostraba a las claras que nunca entendieron nuestra Reglamentación Laboral, y todo lo achacaban a incapacidad del nuevo director.
A todo aquel disgusto de los americanos porque la gente volvía se uniría a unos problemas que surgieron con unos transformadores que se fabricaron para el Brasil, (en donde la disputa entre técnicos de la central de Porto Alegre, por venir o no a Córdoba, lo motivó todo). La cosa llegaría a mayores, interviniendo incluso los americanos de Pittsburgh (Pensilvania), Todo este marrón y el hecho de que los americanos habían pensado que don Mateo era incompetente para resolver el problema de plantilla, sirvió para que lo «engancharan» en este asunto de Brasil, (cuando era un problema propio del Jefe de División de Transformadores). Lo cierto es que lo mandaron al Brasil, y aprovecharon para que a su vuelta y al intentar entrar a su despacho de fábrica, se encontrara en su mesa a un americano de nombre Mr. Scorgie, que con el descaro de tener los pies encima de su mesa, de forma casi insultante y despótica le decía: «Usted ya no es el director de esta fábrica, ahora soy yo».
Hay que decir que el Comité de Empresa tan solidario con tantas cosas en aquella época, en donde con frecuencia organizaban viajes en contra de los americanos Rota, no movieran ni un solo un dedo en defensa del director por el trato que recibió de aquellos americanos.
Y, casualidades de la vida, cuando don Mateo entró a trabajar en fábrica allá por el 1956, el premio Gordo de la Lotería Nacional terminaría en 40 (15.640). Pero es que cuando fue ascendido a director en 1978, se volvió a repetir en el Gordo de Navidad el mismo número (15.640) y por la tanto la misma terminación 40.