Altar de la Virgen de los Faroles a comienzos del siglo XX

Las tres Vírgenes de los Faroles

En el último siglo siglo han sido tres los lienzos que han presidido este altar de la Mezquita Catedral

La llegada del ecuador de agosto supone la celebración festiva de la Asunción de la Virgen en el barrio de San Basilio y en el entorno de la Mezquita Catedral. En este segundo punto se trata de una verbena que actualmente organiza la Federación de Peñas en el Triunfo de San Rafael pero que tiene unas raíces más profundas que entroncan con la devoción de los antiguos vecinos de la zona, como es la imagen de la Virgen de los Faroles, a la que se le rinde culto en un altar situado en la calle Cardenal Herrero.

En el mismo está situado un lienzo que muchos visitantes y no pocos cordobeses identifican plenamente con la estética de Julio Romero de Torres, algo que es cierto aunque la obra que está colgada en el muro lleve la firma de su hijo, Rafael Romero de Torres Pellicer. Este cuadro es el tercero, que se sepa, que preside este singular altar.

La verbena

Ahora llegan sus días grandes y se repite la celebración de la verbena que, con altibajos, se viene celebrando desde 1850. Fue un trabajador de la Catedral, llamado Rafael Aguilar Morales, perteneciente a toda una dinastía de empleados del Cabildo, quien como vecino de la zona echaba en falta que no hubiese celebración popular alguna cada 15 de agosto, el día en el que se celebra a la titular de la Catedral.

A Aguilar le cogieron el relevo la familia de farmacéuticos que tenía su establecimiento casi frente al altar. Ellos se encargaron de la organización de la verbena durante un buen número de años hasta que luego pasó a una comisión organizadora compuesta por vecinos del entorno.

Primitivo cuadro de la Virgen de los Faroles

La verbena sólo tenía una noche de duración, la del 14 de agosto. El epicentro de la misma estaba en el altar de la Virgen de los Faroles y en torno al mismo se desarrollaban las más diversas actividades en las que no faltaban los actos religiosos, los conciertos de la banda municipal, la cucaña, la tómbola, representaciones de autos sacramentales y concursos literarios, de historia o de fotografía artística.

En aquellos años finales del siglo XIX, cuando esta verbena a la Virgen de los Faroles estaba en todo su apogeo inició una polémica Enrique Romero de Torres con un artículo en el ‘Diario de Córdoba’ en el que se cuestionaba que porqué se festejaba a esta imagen mariana en el día de la Asunción cuando iconográficamente es una Inmaculada Concepción.

El segundo cuadro

Aquel cuadro de la Purísima no es el que ha llegado a la actualidad. La primitiva obra, de la que apenas quedan referencias y algunos atribuían a Pompeyo y otros a Álvarez Torrado, quedó destruida a causa de un fortuito suceso. En la noche del 17 de noviembre de 1927 el viento tumbó una vela, que estaba encendida y fue a topar con el marco. Al rato surgieron las llamas en la moldura de madera y el calor hizo saltar el cristal que protegía la pintura.

Este incidente, ocurrido de madrugada, sin testigos, llenó de pesar a los vecinos del barrio. Inmediatamente, el alcalde, José Cruz Conde, anunció que el Ayuntamiento encargaría un nuevo lienzo nada menos que a Julio Romero de Torres, como así fue.

Altar de la Virgen de los Faroles

El 14 de agosto del año siguiente estaba listo el cuadro y fue bendecido el día de la verbena por el vicario de la Diócesis Rafael García. En esta ocasión, el óleo sí representa a la Virgen saliendo del sepulcro camino del cielo, «cumplido su ciclo terrenal», donde es recibida por dos ángeles. La modelo fue la mexicana Carmen Gabucio y a los pies una monja y una mujer de mantilla reproducen la dualidad sagrado/profano, que tan frecuente es en la obra de Romero de Torres.

La obra fue todo un éxito e inmediatamente hizo olvidar al cuadro destruido en el incendio. Esta segunda Virgen de los Faroles se asentó con solidez y desde ese momento era ya difícil imaginarse este rincón cordobés con otra imagen.

En la Guerra Civil, para evitar que el lienzo fuese destruido, como con desgraciada frecuencia ocurrió en numerosos lugares de España sobre el patrimonio histórico y artístico español, se decidió sustituirlo por una copia, para así evitar cualquier tipo de riesgos.

El tercer cuadro

Ya en julio de 1936 se encargó a Rafael Romero de Torres con el deseo expreso de que reprodujera con fidelidad la imagen pintada por su padre ocho años antes. El 14 de agosto de ese año se bendijo el nuevo cuadro, en este caso el tercero, por el canónigo Mariano Ruiz-Calero, y el lienzo original, propiedad del Ayuntamiento, que lo había pagado, se depositó en el museo de la plaza del Potro, donde se puede admirar por haberse salvado de una posible destrucción.