Julio Romero de TorresLa Venus de la poesía, 1913

Julio Romero de Torres: Musas y mujeres

La mujer es una de las principales figuras que protagoniza la obra pictórica del pintor

La figura femenina está presente casi en exclusiva en toda la obra de Julio Romero de Torres, y analizar su presencia, como han apuntado algunos estudiosos del artista, sería detenerse en la casi totalidad de su producción. Una mujer que en los lienzos de Romero de Torres es plasmada con el signo del tiempo que le tocó vivir al pintor, entre finales del siglo XIX y principios del XX, un periodo marcado artística y literariamente por el Modernismo y el Simbolismo, uno aderezando la realidad con una estética bella, alejada de lo vulgar, y otro que la plasma y trata de explicar con metáforas, símbolos y alegorías.

Durante esos periodos se desarrolla la trayectoria artística de Julio Romero con un denominador común: la mujer, musa pero también objeto artístico tanto para explicar temas como el amor y la muerte o para embellecer lo vulgarmente cotidiano.

Sobre la figura femenina se ha reflexionado y escrito mucho aunque hay quienes echan en falta una mirada más actual sobre ello, principalmente con análisis realizados desde el concepto del género. No obstante lo publicado hasta la fecha no adolece de valor académico y un trabajo serio al respecto. Solo por nombrar algunos ejemplos, se podrían destacar los artículos de Dionisio Ortiz Juárez, «El tema de la mujer en la obra de Julio Romero de Torres» (1980), «El concepto janiano de la mujer en la pintura de Julio Romero de Torres», de Mercedes Valverde Candil (1997) o el libro de Carmelo Casaño «El simbolismo crítico de Julio Romero de Torres», (Centro Andaluz del Libro, 2002), en el que además se aborda de manera más específica la figura de la mujer y sus arquetipos en la obra del pintor.

Musas gitanas

En esta ocasión nos detendremos en dos publicaciones que analizan precisamente a las mujeres que formaron parte de la vida y obra de Julio Romero de Torres, una centrada en la etnia gitana y la presencia y protagonismo que esta tuvo en la trayectoria artística del pintor, y otra algo más ambiciosa que examina los arquetipos femeninos en la obra del cordobés.

El primer artículo vio la luz en agosto de 2010 en el número 6 de la revista ‘Cuadernos gitanos’, publicada por el Instituto de Cultura Gitana, dependiente del Ministerio de Cultura. Lo firma Gracia Jiménez Lérida, doctora en Medicina y colaboradora del Área de Mujer del Instituto de Cultura Gitana. Así, «Las Gitanas de Julio Romero de Torres» rinde homenaje a las mujeres gitanas que inspiraron las icónicas pinturas del célebre artista cordobés.

Julio Romero de Torres, caracterizado por su estilo distintivo que reflejaba la vida andaluza de su época, capturó en sus lienzos a mujeres que simbolizaban la esencia del arte y el flamenco, aunque su belleza escapaba de los cánones convencionales de entonces. Estas mujeres fueron, en palabras de Jiménez Lérida, una mezcla de «aristocracia y melancolía», protagonistas de una historia visual que les confería una atemporalidad casi mística.

Jiménez Lérida nos presenta figuras como Custodia Cortés, «La Venus de Bronce», famosa bailaora y modelo en «San Rafael», que posó para el pintor en su juventud. Amalia Fernández, «Amalia la Gitana», fue una de las modelos recurrentes de Romero, quien la inmortalizó en obras como «Las niñas de la Ribera» y «La consagración de la copla», elevándola a la categoría de icono. Pastora Imperio, bailaora de gran renombre y figura representativa de «La consagración de la copla», fue otra musa del pintor, quien admiraba tanto su arte como su enigmática belleza. La lista de figuras femeninas incluye a Carmen Casena, inspiradora de «Nuestra Señora de Andalucía», y Ana López, modelo de «Musa Gitana» y «Carmen (Cordobesa)», cuya rebeldía y espíritu libre cautivaron a Romero.

La musa gitana, 1907Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Romero de Torres también encontró inspiración en Julia Borrull, destacada en «Alegrías», y en Natalia Castro, quien fue inmortalizada en el cartel para la Unión Española de Explosivos y posiblemente en billetes de 100 pesetas de la época. Estas mujeres, que provenían de distintos rincones de España y de trayectorias diversas, comparten en la obra de Romero de Torres una representación simbólica de la pasión y autenticidad de la cultura gitana.

'Mujer con pistola', 1925Museo Julio Romero de Torres

El artículo de Jiménez Lérida subraya la valentía y trascendencia de estas mujeres, algunas de ellas adelantadas a su tiempo. Lejos de limitarse al papel de modelos, sus vidas y personalidades complejas hicieron de ellas protagonistas perdurables de una narrativa artística que fusiona el arte con el espíritu andaluz más arquetípico.

Arquetipos femeninos

No menos interesante es el trabajo del catedrático sevillano José Raya Téllez, un artículo publicado en 2008 en la revista del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y titulado «Modelos de mujer. Arquetipos femeninos en la pintura de Julio Romero de Torres», donde el autor analiza la construcción de la imagen femenina en la obra del pintor cordobés, destacando su carga simbólica y las tensiones entre sensualidad e idealización. Romero de Torres, conocido por su estilo simbolista, crea figuras femeninas que parecen liberar un erotismo latente y desafiar parcialmente las normas sociales de su época. Sin embargo, como subraya el autor, estas representaciones están condicionadas por los prejuicios de la España finisecular, oscilando entre el deseo platónico y una sensualidad contenida.

El artículo revisa diferentes arquetipos en la obra de Romero de Torres, especialmente en figuras marginales como las prostitutas y cortesanas, cuya representación ofrece un «cuadro desolador». Las obras «Vividoras del amor» (1906) y «Nocturno» (1929) son ejemplos del tratamiento de la prostitución, un tema tabú que ya había generado controversia en el arte europeo. En «Vividoras del amor», el pintor retrata un burdel, donde las mujeres interactúan visualmente con el espectador, en una escena que evoca obras de artistas como Manet. «Nocturno», por su parte, presenta a siete prostitutas en un espacio urbano, generando un paralelismo con la obra de Solana, y aborda la tensión entre degradación y una belleza aún no consumida por la marginalidad.

Vividoras del amor, 1906Fondos de Arte de la Caja de Las Palmas de Gran Canaria

El autor también se detiene el arquetipo de la cortesana, en quien Romero de Torres captura un ideal de sofisticación y sensualidad, asociándola al mundo del espectáculo. Obras como «El pecado» y «La gracia» ejemplifican esta visión, en las que la cortesana aparece rodeada de símbolos como la manzana y el espejo, evocando temas de vanidad y deseo. Además, Raya Téllez resalta los elementos fetichistas recurrentes, como el calzado, símbolo de seducción en el simbolismo de la época.

En otro apartado, el artículo analiza las figuras religiosas en la pintura de Romero de Torres, en particular las monjas y místicas. Las primeras son representadas con solemnidad y respeto, en tanto que las místicas reciben un tratamiento crítico. Estas figuras religiosas, en comparación con las femme fatales del simbolismo europeo, encarnan una dualidad entre devoción y sensualidad. El autor vincula figuras bíblicas como Salomé o Judith con esta dualidad, que muestra el temor y el deseo masculinos hacia las mujeres de poder en la iconografía religiosa.

Las hermanas de Santa Marina (1915), entra las «chiquitas buenas»

Por último, el texto examina a las «chiquitas buenas», figuras de belleza doméstica y serena, que en la obra de Romero de Torres simbolizan la pureza y la tranquilidad. Esta representación, más alejada de la femme fatale o la mística, ofrece un retrato menos complejo y una visión limitada de la feminidad. Así, Raya Téllez concluye que Romero de Torres proyecta una liberación sexual superficial en sus «mujeres modernas», atrapadas en los estereotipos impuestos por el simbolismo y las expectativas de la sociedad. .