La escritora Elisa Vázquez de Gey, biógrafa de Anita DelgadoCGM

Anita Delgado: La modelo que nunca posó para Julio Romero de Torres

Elisa Vázquez de Gey ha dedicado gran parte de su vida a desentrañar la figura de la humilde malagueña que llegó a ser princesa de Kapurthala

La figura de Julio Romero de Torres se ha analizado desde todos los puntos de vista: como artista, como intelectual que frecuentó a las mentes más preclaras de la Generación del 98, como destacado participante en tertulias de escritores y artistas, pero faltaba por confirmar una relación con personaje de alta alcurnia y humildes orígenes: Anita Delgado, que se convertiría en la princesa de Kapurthala, un principado de la India Británica. Hablamos con Elisa Vázquez de Gey (Lugo, 1955) poeta, biógrafa y escritora de novela histórica, que tuvo en 1988, un encuentro casual con una mujer que dijo ser la sobrina de la maharaní de Kapurthala, lo que la hace descubrir la historia de Anita Delgado, sumergirse en casi un siglo de diarios y memorias, bucear en hemerotecas y librerías, viajar al Punjab y conocer los lugares donde transcurrió la vida de la malagueña. El resultado es Anita Delgado, Maharaní de Kapurthala, basada en la increíble trayectoria de una mujer española a la que el destino deparó una vida excepcional. Desde entonces, ha publicado seis libros dedicados a este personaje, y, merced a la digitalización por parte del Archivo Histórico Provincial de Córdoba del archivo personal y profesional de la familia Romero de Torres, ha desvelado uno de los misterios de su vida, su prolongada amistad con Enrique y Julio. Aunque el artista cordobés jamás llegó a pintarla.

Postal dedicada de Anita DelgadoLa Voz

-Cuénteme, Elisa, cómo llega a la confirmación de esa relación entre Julio Romero y Anita Delgado, quien llegaría a ser la princesa de Kapurthala?

Desde el primer momento en que empecé mis investigaciones, en el año 1998, que es la época en que publiqué mi primer libro, solamente tenía una nota oral de la familia que me decía que Anita y Julio habían sido muy amigos, pero no tenía ninguna documentación, nunca vi ninguna foto de ellos dos juntos ni nunca apareció ningún documento que me lo pudiera confirmar. Años después, encontré los libros de Ricardo Baroja y él sí vuelve a decir que Anita y Julio eran amigos, pero yo seguía sin tener fuentes fidedignas que me dijesen que esto era así. Cuando, en el año 2019, se digitaliza el archivo personal y fotográfico de la familia Romero de Torres en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba, de repente me avisan de que aquí hay un montón de fotografías, hay doce fotografías de Anita Delgado dedicadas a Julio Romero de Torres y a Enrique Romero de Torres. Yo me quedo asombrada ¿cómo no había aparecido eso antes? Claro, non había aparecido porque se estaba catalogando el archivo que compró la Junta de Andalucía años antes. Entonces, me pongo en contacto con el Archivo y me empiezan a enseñar las fotografías que llevaban 120 años pegadas en su estudio con chinchetas; esas 12 fotografías, cuyas copias ya tengo en mi archivo privado en buena resolución, eran la clave.

La amistad se mantuvo durante casi 20 años entre Anita y Julio, con envío de fotos, postales y cartas al menos entre 1905 y 1919, pero lo curioso es que Anita nunca posó para Julio. Posó para muchísimos, muchísimos pintores, pero nunca posó para Julio. En primer lugar, las fuentes de la documentación permiten asegurar que existió esa amistad de 20 años de amistad, no solamente de Anita con Julio, sino con toda la familia Romero de Torres. Ella venía a Córdoba y se quedaba en su casa, con sus padres también.

oto original de Anita Delgado dedicada y postal editada con dicha fotoLa Voz

-¿Cómo se conocieron Julio y Anita?

Tanto Julio como Enrique, acompañados de Anselmo Nieto, dedicaban las mañanas a ir a todas las academias de baile, en la época en que vivían en Madrid, para hacer bocetos de los pies, de las manos, de los brazos de las bailarinas. Ahí es donde conocen a Anita Delgado, que asistía a unas clases de baile, y le dice, «señorita, me gustaría pintar su bonita cabeza, porque tiene una hermosa estructura. Y ella dice, estructura, estructura, ¿qué estructura? ¿Qué me está diciendo este hombre de estructura?» Y no le dejó pintarla. Sí lo hizo Nieto en 1905. Podemos decir entonces que fue una de las mujeres que marcó la vida de Julio Romero de Torres. Como una amistad familiar; de hecho se conserva una carta que es interesantísima, que ella escribe a la familia, en particular a Enrique, y en una carta a él dirigida, le dice, «he estado en Córdoba, mucho sentido verles, por favor, cuando vengan a París, no dejen de llamarme» (sic), y les hace un encargo que es curiosísimo, porque una mujer en los albores del siglo XX en Córdoba le hace a Julio el encargo de que le compre con una mercería situada detrás del Hotel Suizo de Córdoba una docena de pares de medias, y que se las lleve a París. O sea que la amistad era importantísima, porque ninguna mujer se atrevería a decirle eso a un hombre en esa época. Esta documentación de la amistad es lo que tiene valor y por eso yo he venido a Córdoba, ya que tenía una deuda de honor con el Archivo, porque me facilitaron todas las imágenes de las fotografías dedicadas y esa carta en particular. Gracias a eso he podido documentar algo que solo lo tenía por fuentes orales.

-¿Cuál es la importancia y la relevancia de Anita Delgado, que de ser una muchacha que estudiaba para bailar, acaba como princesa en India?

Pues porque llega a Madrid en la fecha de las vísperas de la boda del rey Alfonso XIII con Victoria de Eugenia de Wattenberg. En el séquito de la novia, que era inglesa, venía un marajá de la India. Y el marajá y Anita se cruzan en la calle y se miran, y de vista y sin palabras, es como nace el amor verdadero. Se vuelven a encontrar después, se entera de que ella baila en el Central Kursaal, junto a su hermana Victoria bajo el nombre artístico de Las Camelias, y entonces reserva un palco, y desde el palco son las palmas del marajá las únicas que suenan cuando Anita acaba de bailar, porque lo hacía rematadamente mal. Y a partir de ahí hay todo un intríngulis con la intervención los habituales de la tertulia del Nuevo Café de Levante; Ricardo Baroja, Valle Inclán, Leandro Oroz y Anselmo Miguel Nieto, Julio y Enrique Romero de Torres, todos pintores y literatos, que quieren que la niña se case con el marajá, y entonces hacen un poco de celestinos, porque Anita escribe unas cartas muy infantiles y ellos guardan esas cartas y escriben «una inflamada carta de amor» aceptando el casorio y que entrega el propio Oroz. Entonces el marajá, que se enamoró de la mirada y del cuerpo de Anita, porque poco sabía de baile, se enamoró de las plumas, de las mejores plumas de las letras españolas sin saberlo. Ella se casa con el marajá el 28 de enero de 1908, se convierte en princesa y tiene un papel predominante, ya que ella conocía a todos los reyes, a todos los príncipes, a los magnates, recorrió los cuatro continentes, creaba tendencia en la moda, convirtiéndose en una influencer de la época y en una embajadora de su reino de Khapurtala. Luego se separaron de común acuerdo, y siguió siendo majarani toda su vida, recorriendo el mundo sin olvidar nunca pasar estancias en su Málaga natal. Está enterrada en Madrid y en la tumba pone Majarani de Kapurthala, o sea, cuando murió seguía ostentando el título, aunque ya era viuda. Llevó una vida muy discreta, fue una española universal, la única española que fue princesa en la India. Y, siendo una amiga que mantuvo contacto con Julio y Enrique Romero al menos durante veinte años, nunca fue retratada por el pintor cordobés.