Cabalgata de Reyes Magos de Córdoba de 1980Archivo Municipal/Ricardo

El portalón de San Lorenzo

Los altibajos de la Cabalgata de Reyes

Un grupo numeroso de asistentes no coreaba ni a Melchor, ni a Gaspar, ni a Baltasar, gritaba «¡¡Pavo, Pavo!!», o «Echa caramelos, campeón»

En el 'Diario de Córdoba' del 5 de enero de 1925, ilustrado con fotografías de Garzón, casi media página relataba la primera Cabalgata de Reyes organizada en Córdoba o 'Cabalgata del barrio del Potro', que es como se la llamó en realidad. Era nuestra primera cabalgata y, como en tantas otras cosas, Sevilla ya nos llevaba la delantera desde varios años antes. Sin embargo, aun con su modestia, para los cordobeses lo relevante de ese día fue el cariño que le pusieron todos los que colaboraron en su organización, y en especial su impulsor, el párroco de San Francisco, don Carlos Romero Berral (1886-1945).

Carlos Romero era hijo de un zapatero de la calle García Lovera, y este humilde origen le marcó con una huella social muy profunda. Había cantado su primera misa en la iglesia de San Rafael el 29 de septiembre de 1910, estando en la presidencia del acto don Marcial López Criado (1868-1932), cordobés de la Piedra Escrita (Dormitorio nº 5) que fue capellán de dicha iglesia del Juramento de San Rafael, además de canónigo lectoral del Cabildo de Córdoba e incluso obispo de Cádiz desde 1918. La buena relación de don Marcial López Criado con la Hermandad del Esparraguero, hizo que esta hermandad del Cristo de Gracia solicitara del Ayuntamiento que se le dedicara a este eclesiástico la calle en donde nació del Dormitorio cerca de la Piedra Escrita, con el nombre de Obispo López Criado. (1918). Este gran personaje también estuvo presente en la inauguración de la iglesia de María Auxiliadora (1923), era hijo de Francisco López Ruiz y María Dolores Criado Enríquez.

También asistieron a la primera misa de don Carlos Romero Berral, don José Serrano Aguilera, don Antonio Campos González y don Faustino Mateo Imaz, como sacerdotes de la parroquia de San Lorenzo a la que pertenecía la Iglesia de San Rafael.

Aquella primera Cabalgata

Esa primera cabalgata, lógicamente, no fue de la categoría y lujo que tenía ya la de Sevilla, pero sí que estuvo repleta de ilusión infantil, especialmente por las calles del barrio de San Francisco, con las Escuelas del Ave María, fundadas por el propio don Carlos Romero, como elemento principal. Allí se atendían unos trescientos niños de las capas más necesitadas de la sociedad cordobesa.

Partiendo de la plaza del Potro el cortejo pasó, entre otras, por las calles de San Fernando y calle Nueva (Claudio Marcelo), terminando en el Hospicio del Colegio de la Merced (hoy edificio de la Diputación). Sus primeros colaboradores como Reyes Magos fueron el confitero de la plaza de la Almagra don Emiliano Costi Jordano (apellido que aún hoy pervive en establecimientos confiteros de la ciudad), el maestro de escuela Francisco Diéguez Santos, y su hermano Antonio Diéguez Santos, de profesión empleado.

Aunque se contó con la colaboración desinteresada de la escuadra de la Guardia Municipal a caballo, así como la banda de tambores y cornetas del Regimiento de Artillería número 42, allí apenas hubo caramelos y las golosinas brillaron por su ausencia. Todo era muy simple. Dando la verdadera imagen de lo que era (y debería ser) un acto de raíz religiosa, los niños acogidos en el colegio del Ave María, con sus ramas de olivo, fueron la escolta de aquellos Reyes que iban montados en unos vehículos rudimentarios. Esos chiquillos, que sin la obra de don Carlos posiblemente no hubiesen tenido apenas ni para comer ese día, recibirían como recompensa un regalo de Reyes al terminar el acto.

Con el tiempo, a Carlos Romero se le reconocieron sus méritos y se le puso con toda justicia su nombre a una calle en el popular barrio de Cañero Viejo, que desemboca en la concurrida y comercial avenida de Jesús Rescatado junto al primer supermercado Deza.

Veinte años después de esta cabalgata, en 1945, este fecundo sacerdote, que siempre se empeñó en hacer el bien, moriría relativamente joven a los 59 años de edad. Su hermana, que lo cuidaba y vivía con él, al quedarse sin nada, pues nada tenían y todo lo habían dedicado a los pobres, tuvo que ser acogida en el Asilo Madre de Dios, perteneciente a la Beneficencia Municipal, en donde murió.

Antonio Bejarano Nieto

Como se ve, esa primera cabalgata no dejó de pasar por el centro de la ciudad, donde la calle Nueva (Claudio Marcelo) era entonces su arteria vital. Al principio y a la derecha de la citada calle se montaban unos puestos y tenderetes que vendían artículos propios de la Navidad, confiriéndole un ambiente entrañable que, lamentablemente, hemos perdido. Allí podías encontrar figuras para el Nacimiento, monte y corcho para adornarlo, así como las panderetas, carracas, zambombas y palillos con las que animar los villancicos que se solían cantar en las candelas de las casas de vecinos o eran utilizados por la chiquillería cuando pedían el aguinaldo por el barrio.

Al terminar estos puestos, antes de llegar al edificio esquina con la calle María Cristina, había una pequeña callejita donde estaba Electricidad Poveda, y por la cual se entraba a lo que eran las oficinas centrales del viejo Ayuntamiento. Por esa puerta entraba a trabajar puntualmente Antonio Bejarano Nieto (1915-1995), un personaje singular e irrepetible de Córdoba, que fuera secretario particular de cinco alcaldes: Rafael Salinas Anchelerga, Alfonso Cruz Conde, Antonio Cruz Conde, Antonio Guzmán Reina y Antonio Alarcón Constant.

Pero este hombre no se quedó ahí, limitado al funcionariado municipal: en el mundo de las cofradías fue hermano mayor del Rescatado y escribió junto a Pedro Pablo Herrera el libro 'Agrupación de Cofradías. Cincuenta años de Historia'. También fue brevemente presidente del Córdoba CF (1950-51), socio fundador de la caseta de feria 'Sobre la marcha' y cofundador de la ejemplar asociación Amigos de los Patios Cordobeses en 1974. También sería suegro del jugador del Córdoba CF Bernardo Palacios Osuna (1939-2008), aquél que perteneció al Córdoba en su época del ascenso a Primera División en abril de 1962. Hay que decir de este Bernardo Palacios que en su calle Barrionuevo de Puerta Nueva y en el Colegio Salesianos en donde empezó a jugar al fútbol destacó de forma sobresaliente en el puesto de portero con el apodo de El Mono, por la gran agilidad y calidad que tenía debajo de los palos, aunque sorprendentemente lo vimos triunfar de delantero.

Antonio Bejarano Nieto, que entró en el Ayuntamiento de Córdoba en 1947 y en 1971 dada su exquisita preparación y su amor a todas las cosas de Córdoba, fue designado jefe de Protocolo y Relaciones Públicas e Información del Ayuntamiento. Era un puesto relevante, porque entonces no es como ahora que hay infinidad de cargos y carguillos de dudosa utilidad. Llegada la democracia en 1979, y a pesar de que don Antonio Bejarano Nieto había luchado en la guerra civil española en el bando nacional, a donde llegaría al rango de capitán, y de que era un hombre que venía del anterior régimen, Julio Anguita González (1941-2020), en una de esas actitudes habituales en él que realzan su figura, lo confirmó en el citado cargo.

Siempre mantuvieron una buena relación. Precisamente fue Antonio Bejarano Nieto el que le propuso a Julio Anguita que el Ayuntamiento de Córdoba, como un servicio más a los ciudadanos, asumiese el presupuesto de la Cabalgata de Reyes Magos. En años anteriores participaba el Ayuntamiento con las aportaciones y colaboraciones económicas de empresas patrocinadoras o asociaciones de todo tipo. Ahora daba el Ayuntamiento un paso al frente.

Los Reyes Magos de la transición

Anguita, por supuesto, dijo que sí a la propuesta de Antonio Bejarano. Así que en el año 1980 el primer Ayuntamiento democrático de Córdoba decidió organizar la Cabalgata con presupuesto público, si bien continuaron los patrocinios de empresas muy significativas de la ciudad. Ese año los Reyes Magos fueron Francisco Martín, Antonio Herrera y Santiago Murillo, los tres concejales del Ayuntamiento que se ofrecieron de forma voluntaria para ser Melchor, Gaspar y Baltasar, si bien a título personal, pues el Ayuntamiento como entidad desde primera hora se desligaba del contenido tradicional religioso.

Lo único que seguía siendo igual que en años anteriores fue la ilusión de los chiquillos y el aporte de caramelos donados por parte de Cajasur, que al igual que colaboraba con la Cabalgata era la entidad bancaria cordobesa que con sus aportaciones económicas estaba siempre detrás de casi todos los eventos, deportivos, culturales y festivos que tenían lugar en Córdoba y provincia. Como contraste, ahora sólo nos deja sucursales sucias y vacías, obligando a las personas mayores a realizar grandes caminatas para dar con una oficina abierta. Ciertamente, lo del resto de bancos es peor (el otro día vi un cartel de una sucursal de otro banco cerrada en la avenida Barcelona que les decía a sus clientes que les seguirían atendiendo ¡en la avenida de Lagartijo!).

Pero esos otros bancos no han dado a Córdoba lo que nos dio el Cajasur de don Miguel Castillejo, cuya pérdida de apoyo a la vida social de la ciudad ha sido tan evidente. Basta con echar una mirada alrededor. Ahora lo que se pueden ver por todas partes son sus oficinas abandonadas y muchas de ellas con elocuente suciedad y abandono, como la de San Andrés que fue una de las primeras oficinas abiertas en Córdoba, en la calle Isaac Peral que fue donde estuvo la recordada Casa de Empeño (Hoy Agrupación de Cofradías) y que la familia del desaparecido amigo Antonio López Trenas 'El Chirri' vivían allí de porteros junto a una esbelta palmera que recreaba aquél esplendido patio.

Siguiendo con la Cabalgata, diremos que de los tres Reyes Magos de esa primera cabalgata 'democrática' Paco Martín era catedrático y persona muy conocida de la Universidad de Córdoba, perteneciente al entonces pujante Partido Andalucista de Alejandro Rojas Marcos. En sus últimos años en la Universidad tuvo el cargo de Defensor del Estudiante, donde sólo recibió críticas positivas porque siempre fue un hombre atento y cercano.

Antonio Herrera, por su parte, era un trabajador de Westinghouse perteneciente al partido de la UCD de Adolfo Suárez. Y el tercero era el más joven y popular de los tres, Santiago Murillo 'El Pavo', que también trabajaba en Westinghouse (una cantera inagotable) y persona muy conocida en todo el mundo del fútbol donde años después estaría muchos años como presidente de la Delegación de Córdoba de la Federación Andaluza de Fútbol. Fue de los primeros que se hizo miembro de la UGT en la fábrica... y había que tener valor para ello cuando la mayoría estaba dominada por el sindicato comunista Comisiones Obreras que con su sentido asambleario todo lo controlaba. Lo de «pavo» se lo pusieron, según parece, porque decían que cuando jugaba al fútbol saltaba como uno de ellos cuando disputaba de cabeza cualquier centro o despeje por arriba.

La reproducción de las columnas del Teatro Romano de Córdoba. No estaban aún en la primera Cabalgata de la época de Julio Anguita.

La reproducción de las columnas del Templo Romano de Córdoba. No estaban aún en la primera Cabalgata de la época de Julio Anguita

Las columnas del Templo Romano

Recuerdo que los que estábamos presenciando la Cabalgata en la calle Nueva pudimos ver que Julio Anguita también la estaba disfrutando asomado a un balcón del edificio que hacía esquina con la calle María Cristina.

Antes de que el viejo edificio del Ayuntamiento se tirara y se hiciera uno nuevo. No se habían sacado aún a la luz los restos romanos que hablaban del espléndido Templo Romano cuyos restos excavó ya en 1951 don Samuel de los Santos Gener (1888-1965), director del Museo Arqueológico de Córdoba. En los años 60 empezaron las obras para mostrarlo al público, encargadas al arquitecto Félix Hernández Giménez (1889-1975) con el apoyo histórico de don Antonio García Bellido (1903-1972) que lo dató en época del emperador Claudio (45-69). La reconstrucción de las columnas se contrató a los canteros Enrique y Pedro Pareja, de San Lorenzo, y a Pepillo Flores, empleando moldes del singular Rafael Mora 'Morita'. Pedro Pareja me comentó que para darle pátina de antigüedad les echaron el líquido de una cubeta con clavos donde orinaban diariamente. Algunos de los trozos de columnas y capiteles originales se ubicaron en el jardín de las Doblas.

Edificio esquina de la calle María Cristina testigo excepcional de la Cabalgata

Edificio esquina de la calle María Cristina testigo excepcional de la Cabalgata

El edificio fue un testigo singular

No cabe duda de que el edificio esquina de la calle María Cristina que presentamos en la foto fue testigo durante muchos años del paso de la Cabalgata de Reyes Magos. En este edificio y en el balcón que se aprecia a la izquierda, fue el palco que eligió el alcalde Julio Anguita González para presenciar el paso de aquella Cabalgata de 1980 (la primera que era patrocinaba por el Ayuntamiento de Córdoba), diremos que en la parte baja estaba por aquellos tiempos el Supermercado SAAS, que fue pionero en esto de los grandes establecimientos y te solía obsequiar con aquellos vales Valispar. Antes de este supermercado había estado en ese local la tienda de regalos y cerámica Almacenes Pueyo que, según nos contaría mi tía Concha, la jeringuera de San Lorenzo, fue donde don Eloy Vaquero Cantillo (el primer alcalde de la II República) adquirió su primoroso juego de sopera, platos, tazas y cacharro para el perejil que dejó atrás abandonados en su casa de la Escuela Obrera del Arroyo de San Lorenzo cuando en la primavera del 36 salió corriendo hacia Gibraltar y el exilio porque el Frente Popular quería acabar con él por ser un cargo del gobierno que logró derrotar a la sangrienta Revolución de Asturias del 34.

Después del Supermercado SAAS la familia Sánchez-Ramade montaría una moderna tienda de electrodomésticos denominada Urende, que marcaría el apogeo de estas empresas familiares de los Sánchez-Ramade en Córdoba, pero aquello ya fue harina de otro costal. Ya que todo pasaría a formar parte de la «Córdoba que se nos fue». Se perdió la fábrica de Hielo que hubo en donde estuvo el Cine Magdalena, la imprenta, se perdió Cinesur el negocio de los Cines que tenía 17 centros de distribución de películas, con cerca de 170 salas de proyección repartidas por Córdoba, Málaga y Sevilla y, también desapareció Noriega el buque insignia de la familia.

Y siguiendo con la Cabalgata, diremos que contó con el apoyo del Consistorio, y el bullicio y la alegría, sobre todo de los niños, seguían como siempre, poco a poco se empezaron a ver algunas carrozas con elementos ajenos a la tradición (hoy son mayoría), propios más bien de un pasacalles. Y es que algunos de los más radicales de izquierdas en el poder municipal querían darle esa orientación lúdica y secular, aunque aún no se atrevían del todo. Con el tiempo fue a peor. Recuerdo que un año, en época de Herminio Trigo, llegaron a desfilar los tres Reyes Magos seguidos y a toda velocidad uno a continuación de otro (fueron las únicas carrozas con sentido religioso) después de una extraña cohorte de egipcios que tocaban unos tambores enormes.

El Pavo en la Cabalgata

A la altura de los famosos Almacenes Sánchez un grupo numeroso de asistentes no coreaba ni a Melchor, ni a Gaspar, ni a Baltasar, gritaba «¡¡Pavo, Pavo!!», o «Echa caramelos, campeón», y Santiago Murillo les correspondía sonriendo y echando más caramelos. Fueron tantos los caramelos, con paquetes incluidos y todo, que toda la calle Nueva, viendo la bondad de aquel Rey, ya se hizo un solo grito de «Pavo, campeón», y los caramelos seguían volando y haciendo disfrutar a la gente.

Pero en un momento dado, cerca de los Almacenes Galo Hernández, (hoy Centro de Negocios) de tanto tirar se quedó de forma momentánea sin caramelos. Algunos gamberros se lo tomaron a mal comenzando a lanzar algunas naranjas contra El Pavo, terminando por ser una auténtica lluvia de naranjas hacía la Carroza Real, haciendo caer momentáneamente la corona del simpático Pavo que, impertérrito, mantenía la compostura y reía a carcajada limpia. Tras la carroza, iba un furgón de Huevos Castro que servía de depósito o retén de caramelos, y pudieron reponer. Ya al llegar a la curva de la calle Calvo Sotelo (Capitulares) los caramelos volvieron a las manos del Rey, y terminó aquella lluvia de naranjas. Y otra vez volvió a gritar la gente: «¡Echa caramelos, Pavo, campeón..!».